Eduardo Lago: “La misión del crítico es ser testigo de una tradición y comunicarla procurando ser invisible” | Entrevista

por gruiz

Eduardo Lago vive en Nueva York, en donde se ha desempeñado como profesor universitario, traductor, crítico literario y director del Instituto Cervantes. El autor de la extraordinaria novela Llámame Brooklyn tiene una joya ineludible: Walt Whitman ya no vive aquí. Ensayos sobre literatura norteamericana (Sexto Piso, 2018), de la que conversa con CARETAS.

En Walt Whitman ya no vive aquí asistimos a un rigor, pero este no es el que se asocia al mundo académico, sino que privilegia la dimensión de la revelación de la lectura y la generosidad por compartir esa experiencia. De muchos textos de la publicación, pienso en “El mar de todas las historias”, sobre la obra maestra El plantador de tabaco de John Barth.

He procurado deliberadamente huir del lenguaje académico, que es uno de los corsés que ahogan la literatura. Mi idea era acercar a los lectores una tradición literaria de gran riqueza y potencia, como es la estadounidense. El libro va dirigido a toda clase de lectores, pero en particular a los más jóvenes, porque reciben dosis masivas de información, una avalancha de títulos y novedades presentadas de manera acrítica, y me parecía importante facilitarles una suerte de guía, para que no se pierdan en el laberinto. El texto sobre Barth es uno entre muchos que abordan desde ángulos distintos la experiencia literaria tanto desde el punto de vista estético como el cognitivo. Fue el prólogo a mi traducción de la gran novela de John Barth.

Es curioso que el libro abra con una entrevista inédita a David Foster Wallace y acabe con una a J. Barth. En ambas entrevistas queda patente su dimensión de gran lector, cualidad saludada por sus entrevistados. ¿Cuál es el factor que lo ha conectado con la tradición literaria norteamericana?

El libro es el resultado de 30 años de trabajo, que es el tiempo que media entre el ensayo sobre Truman Capote y la semblanza sobre Emily Dickinson, que escribí hace pocos meses. Cuando empecé el ingente material del que disponía lo dividí en dos bloques: “El país de las últimas cosas”, título austeriano que recoge los ensayos literarios, que no son ensayos en sentido académico, como dijimos, sino que son textos creativos, con clara voluntad estética en el tratamiento de los asuntos que se abordan. La segunda parte, “La ciudad de las historias”, compendia estampas sobre la ciudad de Nueva York, donde resido hace más de 30 años, durante los cuales he podido entrevistar a una enorme cantidad de autores estadounidenses de primer orden, como Philip Roth, John Updike, o Don DeLillo, por nombrar a algunos de los más importantes.

Publicación de Sexto Piso.

Si bien es cierto que muchos de los ensayos y artículos aparecieron en diarios y revistas, queda claro que estos no se resienten por el apuro que signa a los textos periodísticos. Percibo pues una paciencia, un no-apuro, impresión que también la tengo con su obra de ficción.

Me tomo un trabajo infinito con cada texto, dedicándole cuanto tiempo sea necesario, y eso es algo que obedece a una voluntad de permanencia. El signo de lo periodístico es lo efímero, pero aun así imprimo a cuanto escribo esa voluntad. Tardé un año en escribir un ensayo sobre las traducciones del Ulises, que tiene 30 páginas (no figura en este libro). Tardé un mes en escribir mi ensayo sobre Truman Capote. Llámame Brooklyn me supuso 15 años de trabajo. Este libro opera en profundidad. Tiene valor, creo, como referencia. Es un mapa de la literatura estadounidense, un muestrario de escritos que ahondan en la poética de un nutrido grupo de escritores y una carta de amor a la ciudad en la que vivo desde 1987. Las entrevistas con Wallace y Barth son dos ventanas a dos visiones literarias que son los paréntesis que cierran (Wallace) y abren (Barth) toda una época.

—La literatura norteamericana es rica no solo en tópicos, también en formas. La manera en que hilvana sus impresiones sobre sus autores muestra un efectivo análisis, pero sobre todo “pasión” y “emoción”. A saber, en el ensayo “Los reyes del mambo leen ciencia ficción”. Este texto me hace pensar en la riqueza que ya viene proyectando la literatura escrita por los hijos de los inmigrantes.

Con respecto a las formas, mi libro estudia la manera en que los escritores estadounidenses ponen en marcha un formidable programa de renovación del lenguaje narrativo de nuestro tiempo. En conjunto constituyen una revolución literaria. Con respecto a la pasión y la emoción, y parafraseando a David Foster Wallace, sin ellas no puede haber literatura, solo un vacío helado. Con respecto al texto sobre Junot Díaz, sí, es un buen ejemplo de que la experiencia de la inmigración es un ingrediente esencial de la cultura literaria estadounidense. Lo más interesante hoy es lo que hacen los afroamericanos, los escritores asiáticos, los hispanos, las literaturas periféricas. Y es absolutamente fundamental lo que hacen las escritoras, que siempre han sido marginadas, guste reconocerlo o no, cuando el género no tiene nada que ver con el talento.

En este libro hay un detalle: el perfil bajo en estado de gracia. Me explico: Ud. sabe y ha leído mucho, y ese conocimiento no lo impone en el texto, no es un mandado, sino una sugerencia al lector. Uno acaba el libro y tiene ganas de leer todos los libros de los autores de los que escribe.

La misión del crítico, en el estado primigenio e incontaminado de la palabra es ser testigo de una tradición y comunicarla procurando ser invisible.

(Gabriel Ruiz Ortega).

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