Alejandro Zambra: “Para mí resulta importante que escribir no esté tiranizado por la obligación, sino que sea siempre placentero, eventualmente improductivo” | Entrevista

por gruiz

No hay duda alguna: el escritor chileno Alejandro Zambra es una pieza ineludible si es que se pretende tener un panorama de la narrativa hispanoamericana del siglo XXI. Ajeno a las tendencias narrativas y modas editoriales, la extrañeza de registro pauta su poética, la cual goza del prestigio ofrecido por la crítica y, muy en especial, los lectores. Tras romperla con la novela Poeta chileno (2020) —de prosapia convencional—, Zambra publica Literatura infantil (Anagrama, 2023), belleza textual en donde el autor aborda la figura del hijo bajo el amparo del dietario —que libra al registro de la trama para volver a ella—, mediante el cual ofrece una radiografía emocional de su rol de padre forjando un diálogo con su propia obra, tan ligada a su vida.

En este sentido, Literatura infantil sigue la ruta de la poética del chileno, en donde la memoria y la reflexión desacralizada son las columnas mediante las cuales los cotos genéricos se difuminan hasta convertirse en una fuerza discursiva poliédrica que en esta ocasión parte una experiencia medular para el chileno y así abordar el repaso/proyección de un tránsito vital pautado por la lectura/escritura y su relación con el mundo.

Tras la publicación de la gran novela Poeta chileno, Zambra regresa con un título que exhibe un poder a destacar en estos tiempos de tendencias y modas literarias sin solidez: la verdad de la vida bajo el amparo de la literatura: la única verdad que va a quedar.

—¿Ha experimentado un cambio tu escritura con la paternidad?

Cuando nació el niño y desde antes, no quería que la escritura rivalizara con la crianza. La paternidad no era una incógnita, ya tenía 42 años; había tenido la oportunidad de experimentar otra forma la paternidad porque también fui padrastro. Es muy distinto a lo que sucede cuando eres padre a los 18 años que a los 42 años. La paternidad tenía que encontrar su tiempo, pensaba mucho en el tiempo.

Publicación de Anagrama.

—Tu escritura es muy autónoma, libre.

Escribir y criar se parecen mucho. Para mí resulta importante que escribir no esté tiranizado por la obligación, sino que sea siempre placentero, eventualmente improductivo. Estamos demasiado condicionados por la profesionalización, en un espacio en el que no puedes equivocarte. Das dos pasos y estás fuera de ese mundo. Explicarlo todo de nuevo. No importa si tuviste alguna clase de reconocimiento.

—Como querer ir a lo seguro.

Cuando es así, la trayectoria empieza a expresar una repetición que para mí sería muy desgraciada. He intentado escribir entre la búsqueda y el error. Cuando nació mi hijo, sabía que iba a escribir, escribir siempre me ha acompañado. Tuve la suerte de tener una abuela obsesionada con que sus nietos escribiéramos. Ella asociaba la escritura con el humor, el relato, la música, como una experiencia divertida. Nunca la vi leyendo, pero tenía un rollo con el lenguaje. Escribir de chico fue un juego y un hábito. El deseo de transitar por distintos formatos viene de ahí.

—Hay varias lecturas sobre Literatura infantil. Por un lado, es una carta al hijo, pero es del mismo modo una búsqueda del asombro.

Me gusta esa idea. Son ideas que parecen muy sencillas, hurgar en ellas es lo que me interesa porque parece muy sencillo.

—Se ha perdido el asombro en la narrativa en general.

El espacio de lo literario, cómo se enseña, cómo se difunde y se lee, está en reconstrucción. No tanto la literatura del texto mismo. Hay una polifonía muy grande y encuentro mucha literatura que me interesa. Cada cual puede encontrar en este buffet inmenso algo cuya existencia no es tan evidente.

A. Zambra: “Desde un comienzo construí un discurso paralelo que no dañara tu libro, pero a la vez este no es un discurso elusivo”. (VÍCTOR CH. VARGAS).

—Entonces, ¿cuál es la crisis de la literatura?

La literatura está sobrepedagogizada. La ficción no tiene que ver con la mentira. Por ejemplo, el niño sabe que ese espacio es ficcional y que no se opone a la verdad ni a la mentira, pero cuando se le enseña literatura se le instala el concepto verdad-mentira, pero se ignora que ya conoce aquello que se le está hablando, entonces la literatura es algo raro que no está conectado con su experiencia.

—¿Cómo cuidas tu poética? La tuya no es de fácil clasificación y el reconocimiento no deja de acompañarte.

No lo discuto, mis libros han durado mucho tiempo. Las tendencias no dicen nada de la calidad de los libros. He aprendido a disfrutar cierto estar en el mundo. Por ejemplo, no sabemos lo que hay en el libro, entonces al hablar del libro es fácil hacerle daño porque se le impone una idea que puede gravitar sobre el libro, dominándolo. La literatura es de una naturaleza muy rara. Confeccionada de palabras. Si un autor habla de su libro está poniéndole palabras a algo que ya tiene palabras. Hay un choque entre esas palabras. Desde un comienzo construí un discurso paralelo que no dañara tu libro, pero a la vez este no es un discurso elusivo. En el último año he pensado en el contacto que se produce no solo entre entrevistador y entrevistado, sino en aquello que resulta de esa conversación y el espacio con el que limita que no es hacia afuera sino hacia dentro.

—Como si se buscará una conexión.

Lo interesante es el límite, me interesa esa persona que lee muy poco o un libro al año. Me gusta la figura del exlector. Eso quise hacer con Literatura infantil en especial.

(Gabriel Ruiz Ortega).

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