Una reflexión sobre los excesos que se cometen en la televisión a partir de la excelente película de Gonzalo Ladines, todavía en cartelera.
Esta no es una crítica de cine, ya saben que esta es una columna de televisión, pero hablaré de Muerto de risa, la película peruana de Gonzalo Ladines, que además de ser una de las mejores comedias (comedia dramática, diría) que se han hecho en el cine peruano (la otra es Viejos amigos en la que Ladines también participó en el guión), es, sobre todo, un viaje por muchos programas de la televisión peruana, basados en burlarse de los demás.
La trama de la cinta sigue a Javi Fuentes, un hombre de radio que ha ingresado al mundo de la televisión, conduciendo un programa lleno de excesos, para ganar más dinero y así poder pagar las quimioterapias y demás tratamientos de su padre que padece de cáncer y quien, aunque ha compartido con su hijo juegos de bromas desde que era niño, no soporta ver a Javi en ese espacio que juega con un sentido del humor que no conoce límites, al punto que muere mientras lo ve (esto no es un spoiler, porque allí arranca la historia).
Pero Javi, representado por un extraordinario César Ritter (hay quienes dicen que es el papel de su vida), como muchos personajes de la televisión, se cree el cuento de que es una estrella irremplazable. La adrenalina del rating lo obligó a cometer un exceso tras otro en el programa televisivo y en el momento que está a punto de perderlo, porque ya no funciona, dice frases que, créanme, las he escuchado muchas más veces de lo que se imaginan: “¿No sabes quién soy yo?”; “Si no soy gracioso, ¿por qué Muerto de risa es uno de los programas más vistos?”, “Yo salvé este canal”, “¿Quién me va a reemplazar? ¿A mí?”.
Lo primero que se viene a la mente del espectador cuando ve la película es, obviamente, La noche es mía. Ladines dice que no necesariamente, que es un mix de muchos espacios que han pasado por la televisión en los últimos 40 años, desde Ferrando que se burlaba no solo de su equipo, sino del público asistente, pasando por Bayly, Laura Bozzo hasta llegar, por supuesto, a Carlos Galdós.
Y aunque la película muestra muchas escenas que vistas así, en pantalla grande, parecen inverosímiles, lo cierto es que la realidad supera la ficción, ya que hubo etapas en las que uno o más miembros del equipo de La noche es mía, se bajaban el pantalón y enseñaban el poto a la cámara, sin el menor empacho.
Sin embargo, recordemos que el primer conductor de ese late show fue Carlos Carlín, quien después de casi dos años, decidió dar un paso al costado y terminó con una parálisis facial por el estrés que le producía hacer ese espacio, al que más de una vez calificó como “el trabajo más terrible que me ha tocado hacer”.
Carlos Galdós, quien estuvo al frente del programa los siguientes cinco años, tiene otra mirada. Reconoce que se cometió excesos (de hecho, más de una vez el Ministerio de la Mujer le llamó la atención por el trato abusivo que se le daba a las mujeres), pero no habla de arrepentimiento, dice que era otro momento y que es importante ver ¿desde donde se hacía? “Para empezar, éramos un equipo solo de hombres que hacíamos las cosas desde un aprendizaje de ‘formas’ con las que habíamos crecido como generación, viendo cosas como Las gatitas de Porcel, por ejemplo, formas que ya no corresponden a la sociedad de hoy”, afirma.
Mi idea era preguntarle a Galdós si se sentía representado por Javi, pero aún no ha visto la película. Sin embargo, reflexionó sobre cuantas veces se pierde la brújula en nombre del entretenimiento y aunque, optimistamente, piensa que ya no se podría hacer cosas como esas, porque son otros tiempos, basta practicar un poquito de zapping y ver programas que siguen degradando a la mujer como MagalyTV, la firme o que siguen burlándose del público y de su equipo (y hasta despidiendo gente en vivo) como Hoy es sábado con Andrés.
Pero Muerto de risa va más allá y se proyecta a lo que será el futuro, cuando los tiktokers que son capaces de cualquier cosa por un like, lleguen a la televisión, como ya está pasando, y entonces solo quedará apagar la tele.