Milei: la peluca mesiánica

por Manuel Erausquin


Javier Milei se ha convertido en las últimas semanas en el foco de atención del escenario político latinoamericano: el haber quedado primero en las primarias electorales argentinas lo pone cerca de la presidencia de su país. Algunos tenían dudas de que pudiera imponerse en las llamadas PASO, otros confiaban que la gran carga de frustración de millones de argentinos se viera reflejada en el apoyo a Milei. La frustración se hizo presente y quedó demostrado que el discurso de este economista autodefinido como libertario y anarcoliberal, conectó con mucha gente: pobres y ricos. La desesperación en Argentina por un cambio se encuentra en todos lados. El problema es que la desesperación nunca es buena consejera. Así, de esta manera, el abismo también puede ser una opción.

Ahora, se comprende la situación de angustia o exasperación que viven los argentinos. Su delicada situación económica es alarmante: es un país donde la inflación ha pulverizado su moneda. Es decir, no vale nada. Ejemplo, con 1,000 pesos apenas pueden comprar dos kilos de arroz o media docena de huevos. Una realidad insostenible para completar la canasta básica familiar, sobre todo cuando los precios aumentaron 124,4% durante el último año en términos generales, porque hay rubros donde las cifras se dispararon más, como en alimentos y bebidas no alcohólicas: 133, 5%. Nueve puntos más. Toda una pesadilla para sobrevivir.

Un escenario propicio para que Javier Milei apunte contra la denominada ‘casta’ política y termine de convencer a los que tienen dudas y lo apoyen para el 22 de octubre y se pueda imponer-incluso en primera vuelta-a Patricia Bullrich (Juntos por el Cambio) y Sergio Massa (Unión por la Patria). Un
objetivo que no es lejano.

Y no es lejano porque ninguno de sus dos contendores tienen una conexión emocional importante con la población, gente que se encuentra hastiada de la clase política tradicional que ha fracasado sistemáticamente. Por ejemplo, Patricia Bullrich formó parte del gobierno de Mauricio Macri (ministra de
Seguridad de la Nación), administración que no se atrevió a realizar los cambios necesarios en la estructura del Estado para darle vuelta a la crisis económica y social de su país. En el caso de Sergio Massa, las cosas son más complejas: él representa al kirchnerismo; veinte años de fracasos económicos y
portadores de una grisura política inquietante. Todavía no se olvidan las cajas fuertes de Néstor Kirchner. Tampoco el extraño ‘suicidio’ del fiscal Alberto Nisman durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.

Sin embargo, más allá de favoritismos, Milei no necesariamente es la representación de la ecuanimidad política y la serenidad en tiempos de tempestad. Es todo lo contrario: él también es una tempestad desatada en insultos a discreción contra los interlocutores que considera discrepantes. Vocifera y amenaza con medidas políticas y económicas controversiales, y se siente afín a personalidades discutidas por su sectarismo y dudoso respeto por la institucionalidad democrática, como Donald Trump.

Su estilo agresivo e insolente no es un aspecto menor, evidencia rasgos de personalidad que preocupan, pues en política más allá de ‘castas’, tarde o temprano el estadista tiene que sentarse a conversar y procurar llegar a acuerdos con la oposición para beneficio de una sociedad. Solos no se avanza. Pero él dice que no y punto final. Y siempre pretende invalidar a sus detractores adjetivándolos de comunistas, ‘zurdos’ o ‘rojos’. Que ellos son los causantes de todas las desgracias del mundo.

Es allí, que deja ver su lado maniqueo: el bien (él) y el mal (los otros). Observa el mundo entre la lucha de los buenos contra los malos. Blanco y negro. Clásica mirada de los fundamentalistas, el dogma en todo su esplendor. Mucho cuidado.

Además, se muestra desdeñoso con los movimientos civiles que apoyan los derechos de las mujeres y de la comunidad LGTBQ+, como si no fueran importantes dentro de un proyecto de desarrollo para un país. Eso también deja señales de alguien que se resiste a dialogar en asuntos de tipo social. Aunque, cuando se refiere al aborto; su perfil liberal se diluye y adquiere una naturaleza conservadora donde no lo admite en ninguna circunstancia. Pero eso sí, está de acuerdo con el libre comercio de órganos humanos. Y es que el mercado lo puede todo.

Ideológicamente queda claro que es un anarcocapitalista y prefiere un Estado casi inexistente y sea la mano invisible del mercado la que guíe los designios de la vida de los ciudadanos en todos los órdenes de sus existencias. Sin embargo, hay un detalle que llama la atención en su construcción ideológica, porque en términos religiosos es un hombre de fe-y eso se respeta-, pero siendo un católico confeso; su director espiritual es un rabino. De pronto, los sacerdotes le resultan muy ‘rojos’ para sus estándares espirituales: recordar que dijo: “El papa es el representante del maligno en la tierra; el papa impulsa
el comunismo”. En todo caso, cómo hará con las diferencias teológicas, porque las hay y son varias. Que hablen los teólogos: judíos y católicos, y nos ilustren. Ya no se entiende nada.

Nos preguntamos, ¿con qué Dios bíblico se sentirá más identificado? ¿El castigador del Antiguo Testamento o el que perdona y redime los pecados de sus hijos en el Nuevo Testamento? Hasta ahora demuestra afinidad con el castigador, porque ese no perdona una. Quizás se comprenda más con ese
temperamento, sobre todo porque en los últimos tiempos ha expuesto un más perfil mesiánico: se pronuncia sobre lo humano y lo divino a pura furia. Delirio absoluto.

Una pena la Argentina: tierra de grandes escritores, poetas, músicos, actores, cineastas, pintores, periodistas, científicos, obras teatrales de diversos géneros, estadios de fútbol llenos de épica y pasión. La nación de Maradona y Messi. El país con más psicoanalistas en la región-qué paradoja- se encuentra más cerca del Thanatos (impulso de muerte) que del Eros (impulso de vida). La locura se ha convertido en una opción de cambio, esa es la desesperación: la terrible consejera. Toda una tragedia.

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