El show de Paolo

por Patricia Salinas

Desde hace dos semanas, los canales de televisión (y la mayoría de los medios, a decir verdad), nos ametrallan con noticias sobre cada paso que da Paolo Guerrero. Todo comenzó en el momento que dijo que deseaba resolver el contrato que había firmado con el equipo de la Universidad César Vallejo, porque estaba siendo víctima de extorsión, a través de amenazas tanto a él como a su familia. Bloques completos dedicados al tema, que si debía o no honrar el acuerdo con el equipo, que si no eran ciertas las amenazas, que si los Acuña no lo liberaban, que se acababa su carrera, en fin. Un día llegué a contar 80 minutos del noticiero de mediodía de Latina (incluido el bloque internacional), dedicados al tema ¡sin cortes comerciales! Ni siquiera hubo tanta cobertura cuando estaba en duda su participación en el Mundial Rusia 2018, por haber dado positivo en el antidoping.

Pero eso no sería nada más que el comienzo de una suerte de histeria colectiva que atacó a los reporteros comisionados para cubrir cada paso de Guerrero, desde el momento que se supo que estaba viniendo al Perú. Varios periodistas ya estaban en el aeropuerto Jorge Chávez, cuando el futbolista recién se  embarcaba en el avión que lo traería de Río de Janeiro, aún sabiendo que el vuelo demoraría más de cinco horas. ¿Qué hacían allí tantas horas antes? Es una de las muchas cosas que nadie entiende.

Por supuesto su llegada provocó un laberinto transmitido en vivo y en directo, hasta que salió del aeropuerto y casi todos los canales volvieron a su programación normal, menos Latina que tenía a su reportero que había estado esperando horas bajo el inclemente sol, corriendo, así como lo leen, corriendo detrás del vehículo en el que estaba Paolo Guerrero, aprovechando cada semáfaro para suplicarle que abra la ventana y le de una declaración. “Di lo que quieras”, le decía. Supongo que al futbolista le dio lástima y decidió abrir la ventana para decirle solo una frase: “Vengo a conversar”, lo cual fue celebrado en el set como si hubiera conseguido una gran primicia.

En los días siguientes, la telenovela continuó, reunión uno, reunió dos, reunión tres, hasta que se anunció que el futbolista sí jugaría en la Vallejo. Entonces empezó otro capítulo con enviados especiales a Trujillo: Paolo Guerrero pisa tierra trujillana, Paolo Guerrero sale hacia su primer entrenamiento con la César Vallejo, Paolo Guerrero llega a la Villa Poeta, Paolo Guerrero hace su primer toque a la pelota… sin contar con los programas de farándula que le hacían reglaje a la novia, Ana Paula Consorte, hasta el mismo momento que dejó el Perú y regresó a Brasil, y aún después seguían pendientes de sus historias en Instragram.

Esta semana la cosa sigue. El martes fue la presentación oficial y no tengo idea de cuanto pueden alargar lo que para muchos tiene todas las características de una cortina de humo. Los que defienden la exagerada cobertura dicen que Paolo vende, pero como dije líneas arriba, estamos hablando de transmisiones sin cortes comerciales, así que por ahí no va la cosa.

Lo cierto es que, en este contexto, no puedo dejar de recordar aquella escena de octubre del año pasado cuando el maratonista huancaíno Cristhian Pacheco, luego de ganar el oro de maratón en los Panamericanos Santiago 2023, convirtiéndose  en bicampeón panamericano, se quedó de una pieza al ver que nadie fue al aeropuerto para recibirlo, ninguna autoridad deportiva o gubernamental y menos algún medio de comunicación. Decepcionado tuvo que tomar un taxi para ir al hotel que además tuvo que pagar de su propio bolsillo.

Puede haber mucha estupidez en los dirigentes deportivos o, incluso, en los políticos que manejan el país, pero justamente por eso, se necesita una prensa libre que no les haga el trabajo sucio, como parece estar sucediendo.

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