Mientras muchos periodistas de verdad arriesgan su vida (este año ya son dos los periodistas asesinados), por ejercer la profesión investigando y revelando temas de corrupción, al punto que colegas y defensores de los derechos humanos de 25 países, han firmado un documento diciendo que nuestro país se ha convertido en un lugar cada vez más peligroso para ejercer el periodismo, hay quienes lo denigran y hacen de lo que llaman ‘prensa’, un lodazal. Y da pena y rabia que, para el imaginario colectivo, esa prensa de chisme barato, sea lo que represente al periodismo y no la otra.
Cuando pasó lo de los años 90 con los diarios chicha y los programas basura, pensamos que habíamos tocado fondo, pero como dice el dicho “siempre se puede poner peor”. Hoy esa retroalimentación de los ‘medios’ digitales (léase cualquiera que tiene acceso a una computadora o teléfono celular para decir lo que le dé la gana) y los medios de verdad, ha llegado a límites insospechados. Aparece un fulano en las redes diciendo que “sus fuentes de ceviche” le han dicho tal o cual cosa y los diarios importantes lo rebotan, anteponiendo la frase: “paren todo” para dar la supuesta noticia y ni qué decir de los programas de chismes de la tele que se han multiplicado no solo en cantidad, sino en grado de infamia.
Nunca antes se ha acosado de una manera tan cruel a un personaje de la televisión, como se ha hecho en las últimas semanas con Maju Mantilla, y vaya que se han hecho cosas deleznables, siempre hurgando en la vida privada de personas famosas, que según esta gente no tienen derecho a la intimidad porque son ‘personajes públicos’, lo cual es una falacia, porque no ostentan cargos públicos y el hecho de ser populares o famosos no les quita, en absoluto, ninguno de sus derechos como ciudadanos.
Decía que nunca se ha visto tanto ensañamiento con alguien, al punto de lograr, sí, lograr (porque, al parecer, ese era el objetivo), obligarla a dar un paso al costado y renunciar a su trabajo. Latina no ha despedido a Maju Mantilla como algunos nos quieren hacer creer, con el cuento de que los anunciantes han pedido su cabeza porque no quieren relacionar su marca con las acusaciones que le han hecho. Uno, porque si los anunciantes, realmente se preocuparan de donde ponen sus auspicios, no existiría un solo programa dedicado a denigrar a la gente, al extremo de incurrir en el delito de difamación que todos parecen ignorar. Y segundo, porque hay que ser bien básicos, para decirlo de forma elegante, para creerse la sarta de sandeces que se han dicho en los últimos días de la conductora, buscando únicamente dañar su imagen ¿Quién? ¿Para qué? Son preguntas que cualquiera, con dos dedos de frente, puede responderse.
No voy a repetir acá ninguna de las acusaciones que se le han hecho (todas, además, concernientes a su vida privada), porque sería caer en el juego de quienes armaron este linchamiento mediático, sin pensar en las consecuencias. Maju Mantilla renunció porque, según sus propias palabras al momento de despedirse del programa Arriba mi gente, ya no pudo más con esa andanada de chismes que cada día crecía más. Dijo que había tratado, que había hecho su mayor esfuerzo, pero no podía concentrarse, ni poner la energía necesaria en un espacio que se supone es para dar ánimo al público. ¿Creen que ahí acabó el drama? ¿Qué pasa si tanta presión la lleva a pensar en el suicidio, por ejemplo? ¿Recién entonces se van a quedar tranquilos? Esperamos que Maju tenga la fuerza y la solidaridad de la gente que la quiere para que la ayude a pasar este momento tan difícil y ojalá que, como ha anunciado, tome acciones legales contra los que hicieron de su vida un circo. Tiene todas la de ganar.