Piñatas políticas marcan el Año Nuevo 2026

Las figuras de Dina Boluarte, Rafael López Aliaga y José Jerí encabezan las ventas de piñatas en el Centro de Lima, en una tradición de fin de año que combina crítica política, humor popular y catarsis colectiva.

por Edgar Mandujano

Una tradición de fin de año con mensaje político

A pocos días de la celebración de Año Nuevo 2026, los mercados del Centro de Lima se han convertido en un termómetro del ánimo ciudadano. Entre serpentinas, globos y adornos festivos, un producto destaca por encima del resto: las piñatas con figuras de políticos peruanos. En particular, las piñatas que representan a la expresidenta Dina Boluarte se han posicionado como las más solicitadas, según comerciantes de la cuadra 7 del jirón Huallaga, uno de los principales puntos de venta de artículos para fiestas.

La escena se repite a diario. Clientes observan, preguntan precios y eligen figuras que simbolizan, para muchos, el cierre de un año difícil. Lejos de tratarse solo de un objeto decorativo, la piñata adquiere un sentido simbólico: golpearla representa, para algunos compradores, una forma de liberar tensiones acumuladas por la coyuntura política y social del país.

Dina Boluarte lidera la demanda

Los vendedores coinciden en que la piñata de Dina Boluarte es la que más rápido se agota. Su precio base ronda los 15 soles, mientras que el relleno —que incluye dulces, confites o pequeños juguetes— puede costar desde cinco soles adicionales, dependiendo del contenido y el tamaño. La alta rotación ha obligado a algunos puestos a reponer stock varias veces al día.

Según explican los comerciantes, la preferencia responde a la asociación directa de la figura con un año marcado por crisis políticas, protestas sociales y una sensación persistente de desgaste institucional. “La gente quiere despedir el año sacándose la cólera”, comenta uno de los vendedores, en referencia al carácter catártico que ha adquirido este producto.

Otras figuras del poder también aparecen

Aunque Boluarte encabeza las ventas, no es la única protagonista del catálogo. También registran una alta demanda las piñatas del exalcalde de Lima Rafael López Aliaga y del presidente del Consejo de Ministros, José Jerí. Sus figuras se alternan en los pedidos, especialmente entre grupos de amigos y familias que planean celebraciones colectivas.

Este abanico de personajes refleja la diversidad de percepciones y críticas que conviven en la ciudadanía. Cada piñata funciona como un símbolo reconocible, cargado de significado político, pero también de ironía. Para muchos compradores, no se trata de un acto de violencia simbólica, sino de una expresión festiva del descontento y del humor ácido que caracteriza al debate público peruano.

Humor, crítica y consumo popular

La venta de piñatas políticas no es un fenómeno nuevo, pero este año ha cobrado mayor visibilidad. En contextos de alta polarización y cansancio social, el consumo de estos artículos se convierte en una forma accesible de expresión ciudadana. La política, una vez más, se filtra en la vida cotidiana, incluso en las celebraciones que tradicionalmente están asociadas a la esperanza y al cambio de ciclo.

Especialistas en cultura popular señalan que estas prácticas permiten transformar la frustración en ritual. Así como vestir de amarillo o comer uvas simboliza deseos de prosperidad, golpear una piñata con la imagen de un político puede representar el anhelo de dejar atrás un periodo percibido como negativo.

El Centro de Lima como escenario simbólico

El emporio comercial del Centro de Lima concentra esta oferta no solo por razones logísticas, sino también simbólicas. Es en estas calles donde históricamente se han expresado protestas, celebraciones y manifestaciones populares. La venta de piñatas políticas se inscribe en esa misma lógica: el espacio urbano como escenario de representación social.

Los comerciantes aseguran que, conforme se acerque la medianoche del 31 de diciembre, la demanda podría incrementarse aún más. Muchos compradores esperan hasta el último momento para adquirir las piñatas, como parte de un ritual improvisado pero cargado de significado.

Catarsis colectiva rumbo al 2026

Más allá del colorido y el tono festivo, el fenómeno revela una constante: la política sigue siendo un eje central en la vida emocional de los peruanos. La piñata, objeto lúdico por excelencia, se transforma en un canal de catarsis colectiva, donde el humor y la crítica conviven sin solemnidad.

En un país donde la coyuntura política suele trasladarse al espacio cotidiano, las piñatas de Año Nuevo 2026 confirman que el cierre del año no solo se celebra con fuegos artificiales y brindis, sino también con gestos simbólicos que buscan, aunque sea por un instante, aliviar el peso de la realidad.

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