La nueva temporada de La Tarumba, titulada “Festejo: lo que somos”, promete ser un viaje emocional y cultural que celebra la identidad escénica de una de las compañías más queridas del país. Al frente está Carlos Olivera, quien después de varios años vuelve a dirigir el show central, esta vez con una propuesta que busca reconectar al público con la raíz artística que define a La Tarumba.
“Festejo” se construye sobre una pregunta que, según Olivera, siempre aparece tras cada función: ¿qué es eso especial que tiene La Tarumba? La respuesta lo llevó a explorar un momento clave en la historia del grupo: el encuentro creativo entre el personaje del payaso y el músico Chebo Ballumbrosio, cuyo legado familiar afroperuano ha sido fundamental en la sonoridad y energía del espectáculo.
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Esta temporada, la propuesta se despliega en dos escenarios: uno tradicional, dedicado a la pista, y otro que recrea la sala de la casa de Ballumbrosio, un espacio cargado de historia y simbolismo que busca dar protagonismo también a la música como columna vertebral del espectáculo.
El elenco está conformado por más de 30 artistas de Perú, Argentina, Venezuela, Colombia y México. Con una potente combinación de acrobacias aéreas, humor, música en vivo y mucho más, el espectáculo apuesta por sorprender a su fiel audiencia. “Tenemos un público que regresa todos los años, por eso cada temporada es un reto”, afirma Olivera.
El director destaca también el carácter terapéutico del circo. “Nosotros tenemos una responsabilidad como artistas: crear espacios sanos, espacios que curan. La idea es que el público se libere, sonría y se reconecte consigo mismo”. Para Olivera, ese rol del arte es esencial en un país marcado por la tensión cotidiana. “Frente a tanta alerta y exigencia, el circo ofrece un respiro”, añade.
Nuevo entretenimiento, nuevos desafíos
Otro desafío ha sido adaptarse al nuevo ritmo del público, influido por la velocidad de las redes sociales. “Antes una escena podía durar 15 minutos. Hoy, los números tienen que impactar de inmediato y durar entre cinco y siete minutos para sostener la atención”, explica. Sin embargo, Olivera defiende la experiencia en vivo como un refugio frente a la hiperconectividad. “Evitamos que el público use sus celulares durante la función. La tecnología lo invade todo; nosotros ofrecemos un respiro”.
Finalmente, Olivera invita a todos a disfrutar del espectáculo: “Este show tiene todo: magia, poesía, humor y un concierto en vivo. Está cuidadosamente diseñado, desde la escenografía hasta las luces. Es un espectáculo para disfrutar con quien más quieres”.