No había pasado mucho tiempo desde las violentas protestas con las que comenzó su gobierno, cuando Dina Boluarte asistió a un evento con autoridades regionales en la Sociedad Nacional de Industrias. Allí, frente a una audiencia más política que mediática, contó una historia que a los pocos periodistas presentes les llamó la atención: recordó los largos recorridos que hacía de niña con sus hermanos para llegar al colegio. No era una familia que viviera en la miseria, pero tampoco en la abundancia. Era el relato de una infancia andina, en Apurímac, que con el tiempo valoró enormemente poder estudiar en instalaciones más dignas.
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