Desde el siglo XIX la ciencia-ficción alcanzó una calidad digna de destacar, y en la actualidad goza de una creatividad innegable, aparte de su entronización comercial en el consumo masivo. En cambio, la no ficción científica ha optado por las obras de divulgación, donde lo informativo y didáctico resulta lo único o lo que más importa; y no se exploran, o solo se acogen superficialmente (conforme pasa en algunas biografías noveladas de científicos) los recursos de la narrativa literaria para ahondar en los temas abordados.
De ahí la relevancia de la no ficción científica que viene tejiendo Benjamín Labatut, quien nació en Roterdam, Países Bajos, 1980; desde los 14 años reside en Santiago de Chile; se ha nacionalizado chileno y escribe en español. Estamos ante un hibrido narrativo-ensayístico, con vibraciones poéticas y filosóficas que cautivan la sensibilidad y estimulan la inteligencia del lector. Lo atrapan como las ficciones más ingeniosas, con su suspenso dosificado hasta el desenlace que no deja de sorprender, aunque se halla preparado capítulo a capítulo.
Labatut ya deslumbró con Un verdor terrible (2020, Premio Galileo, finalista del International Booker Prize y el National Book Award for Translated Literature). Y alcanza un vuelo mayor con Maniac (Anagrama, 2023; elegido entre los mejores libros del año en diferentes países: Babelia, The Washington Post, La Repubblica, etc.)
El personaje central de Maniac es el húngaro John von Neumann (1903-1957), genio entre los genios que revolucionaron la ciencia en los años 20-50, el único que hizo aportes decisivos en todos los campos científicos labrando el mundo que habitamos y avizorando el futuro alarmante que nos espera.
El da forma definitiva al “descubrimiento más importante del siglo XX” (p. 181): la computadora. Ahí su máquina MANIAC (“Mathematical Analizer, Numerical, Integrator and Computer”), siglas elegidas por Labatut para titular su libro, connotando el rasgo maniático de Von Neumann y del torbellino científico de nuestro tiempo.
A la vez, perfeccionó la Inteligencia Artificial propuesta por Turing, plasmando algoritmos que permiten que las máquinas se puedan reproducir indefinidamente, sin intervención humana; máquinas cada vez más hábiles para resolver toda clase de problemas.
Igualmente, fue el cerebro mayor detrás del Proyecto Manhattan dirigido por Oppenheimer. Concibió la bomba de hidrogeno, mucho más destructiva que las bombas de Hiroshima y Nagasaki; y anhelaba arrasar con una guerra atómica a los rivales de USA.
También participó decisivamente en las investigaciones sobre el código genético, la manipulación del clima y los fenómenos naturales (por ejemplo, sismos y huracanes), la modificación del paradigma epistemológico, suscitado por el Teorema de Gödel y el principio de incertidumbre de Heisenberg, en fin.
El eje vertebrador de las tres partes de Maniac actualiza el temor que ya ritualizó Mary Shelley en Frankenstein o el moderno Prometeo (1818, primera novela de ciencia ficción según Isaac Asimov): al pretender superar la naturaleza creada por Dios, el hombre fracasa y engendra monstruos. Así, una “fuerza oscura e inconsciente que se estaba infiltrando poco a poco en la cosmovisión científica” (p. 28) “estaba empujando hacia el futuro en el cual nuestra especie ya no tendría un lugar, sino que sería reemplazada, más temprano que tarde, por algo completamente monstruoso (…) una forma de inteligencia profundamente inhumana y totalmente indiferente a las necesidades y los deseos más fundamentales de la humanidad” (p. 35)
Suscríbase al contenido
Esto es material premium. Suscríbete para leer el artículo completo.