
El sector público en el Perú enfrenta retos constantes en eficiencia, transparencia y modernización. Formar gestores capacitados para enfrentar estos desafíos es una tarea fundamental de las universidades. Nicanor González, vicerrector de la Escuela de Posgrado de la Universidad San Ignacio de Loyola (USIL), explica cómo sus programas combinan teoría, práctica y tecnología para fortalecer la administración pública en el país.
DOS ENFOQUES
La USIL ha estructurado su oferta académica en dos grandes grupos:
- Maestrías y Doctorados: Programas académicos tradicionales, regulados por Sunedu, con un enfoque integral en planificación, liderazgo y control de gestión.
- Educación Ejecutiva: Programas cortos y especializados que no conducen a grado académico, pero permiten una capacitación más ágil y aplicada en temas como contrataciones del Estado, presupuesto público y gestión de proyectos.
“La demanda por los programas ejecutivos ha crecido enormemente”, explica González. “Son soluciones rápidas y prácticas para profesionales que necesitan conocimientos aplicables de inmediato, como un curso intensivo en la Ley de Contrataciones del Estado que permite dominar procesos de adquisiciones en pocas semanas”.
Estos cursos también ofrecen la posibilidad de convalidación con estudios de posgrado más extensos. “Algunos estudiantes, tras completar varios programas cortos, pueden optar por un proceso de validación y acceder eventualmente a un grado de maestro”, señala.
HABILIDADES CLAVES DE UN GESTOR PÚBLICO
El panorama político reciente ha evidenciado la fragilidad institucional del Estado. González enfatiza que la formación de funcionarios públicos debe partir de dos pilares:
- El marco institucional: todo funcionario debe entender cómo está organizado el Estado, cuál es su rol dentro de la estructura gubernamental y qué facultades y limitaciones tiene su cargo. “No puedes ingresar al sector público sin saber si te riges por leyes orgánicas, reglamentos específicos o manuales de organización”, señala.
- La capacidad de planificación y gestión: un gestor público debe saber planificar, dirigir y controlar su área de trabajo. “La administración pública tiene exigencias claras en planeamiento estratégico, que van desde las políticas de gobierno hasta la gestión operativa diaria”, explica González.
Un problema recurrente en el Perú es la falta de continuidad en los planes de gobierno. “Si alguien asume un ministerio, debería tener claras las políticas generales de Estado y sus objetivos de cinco años. Sin embargo, muchos entran sin formación adecuada y terminan improvisando”, advierte.
IMPACTO DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL EN EL ESTADO
La digitalización y la inteligencia artificial están revolucionando la administración pública, pero su implementación sigue siendo lenta. La USIL ha comenzado a incorporar cursos de IA, ciberseguridad y analítica de datos en sus programas, anticipando los cambios que se vienen.
“El Estado ya exige el uso de tecnologías avanzadas en procesos como la formulación de proyectos de infraestructura”, comenta González. Un ejemplo es la implementación de BIM (Building Information Management), que permite simular digitalmente construcciones públicas para evitar sobrecostos y adendas.
Asimismo, el sector financiero ha demostrado cómo la tecnología puede mejorar la transparencia. “En la banca, cada transacción es trazable. En el Estado debería ser igual”, sostiene González. Herramientas como blockchain y contratos inteligentes podrían eliminar discrecionalidades y reducir la corrupción en la administración pública.
EL FUTURO DE LA GESTIÓN PÚBLICA
Para González, la mejor combinación para modernizar el Estado es una formación integral que mezcle conocimiento institucional, herramientas de gestión y principios de ética respaldados por tecnología.
“El futuro de la gestión pública debe basarse en funcionarios que entiendan su rol, que apliquen principios de transparencia y que usen tecnología para garantizar eficiencia y trazabilidad en la administración estatal”, concluye.
En un contexto donde el Estado necesita modernizarse rápidamente, el reto no solo es formar nuevos gestores, sino cambiar la cultura de gestión pública en el país.