Malita Barreto

La fiscal Marita Barreto resume la profunda crisis por la que atraviesa el Ministerio Público. A la notoria falta de preparación jurídica se le suma su desmesura administrando el poder efímero que detenta. Y, lo más peligroso, la facilidad con la que cruza la línea de la legalidad. Barreto ha pasado de “heroína” a convertirse en un peligro constante para el Estado de derecho.

por asistentemk

Por: CARLOS PAREDES *

Hasta para defenderse la fiscal Marita Barreto es errática. Se presentó junto a su abogado Luciano López en el programa Cuarto Poder, alegando que había sido suspendida abusiva e infundadamente por la Autoridad Nacional de Control del Ministerio Público (ANCMP). Error. La fiscal superior provisional no fue suspendida, ha sido apartada cautelarmente de su función fiscal por seis meses porque, según la ANCMP, como coordinadora del Equipo Especial de Fiscales Contra la Corrupción del Poder (Eficcop), ha empezado a perturbar las investigaciones que abrieron en su contra por hechos que consideran graves. Una suspensión solo podría darse una vez concluidas las investigaciones, no al inicio, como es el caso. Y, cuando Barreto y su abogado reclaman que ni siquiera la citaron para conocer su versión, antes de ser “suspendida”, vuelven a confundir. Otra vez, los procesos recién se han iniciado, la apartaron del cargo porque, precisamente, desde su posición de poder ha hecho que dos de sus subordinados, aludidos en las faltas que se le imputan, los fiscales provisionales Naomi Bustillos Tamayo y James Reátegui Sánchez, mandaran a la ANCMP informes “de oficio” exonerando de toda responsabilidad a su jefa. Entonces, no es que haya sospecha fundada que Barreto vaya a perturbar las investigaciones, ya lo está haciendo. Por eso, la Autoridad de Control tomó la decisión de apartarla de toda función fiscal mientras duren los dos casos abiertos en su contra porque ella los está bloqueando.

Sobre Barreto pesan varios cargos que investigan tanto la ANCMP como la fiscal suprema Delia Espinoza. En el primer caso, se trata de dos investigaciones administrativas que pueden concluir, en el peor de los casos, con el pedido de destitución a la Junta Nacional de Justicia (JNJ), que desde enero próximo será otra. En la investigación penal abierta por Espinoza la cosa es aún más seria. A Barreto se le investiga por varios delitos que se le imputan. Estos van desde el uso indebido de fondos públicos (haber pedido a Patricia Benavides que contrate al académico James Reátegui Sánchez como fiscal superior provisional única y exclusivamente para que escriba artículos especializados de Derecho Penal que, después, varios fiscales de Eficcop les colocaron sus nombres en dos libros publicados no se sabe con qué financiamiento), hasta la filtración de información de investigaciones reservadas a la prensa, pasando por supuestas prácticas irregulares que se le imputan a Barreto y a los jefes del equipo policial en apoyo al Eficcop. Otra vez, a la corrupción la queremos enfrentar con actos, también violatorios de la ley.

LA VICTIMIZACIÓN COMO DEFENSA

Llama poderosamente la atención que una fiscal provisional se aferre con uñas y dientes al puesto que le dio su amiga Patricia Benavides a dedo, sin tener ni la preparación jurídica, ni los antecedentes de prolijidad en su trabajo fiscal previo para semejante responsabilidad. Barreto se cree insustituible en la coordinación del Eficcop cuando ni siquiera tiene el rango de fiscal superior titular para coordinar un equipo especial de esa envergadura. Está convencida que si ella no es la jefaza del Eficcop los corruptos del poder no llegarán a ser sancionados. Nada más lejos de la verdad. Solo por recordar los últimos fracasos del equipo de fiscales que ella lideraba, esta semana una Sala Penal de la Corte Superior de Lima ha ordenado la libertad de tres detenidos, para quienes Eficcop había pedido 36 meses de detención preventiva acusándolos de graves delitos como integrantes de la supuesta organización criminal “Los Waykis en la sombra”. Un revés más del Eficcop que no pudo probar peligro procesal en el caso de los investigados José Luis Castillo Alva, Miguel Ángel Girao Isidro y Giancarlo Valer Enciso. Así como “Los Waykis”, hay varias carpetas fiscales más que se están cayendo en la segunda instancia por una razón muy simple: la mayoría de los fiscales del Eficcop, empezando por su apartada coordinadora Marita Barreto, están hechos de esa rara mezcla de arrogancia, mediocridad e ineptitud.

EL CLUB DE LA FILTRACIÓN

Cuando la prensa, que decide no acatar ese pacto infame del “Club de la Filtración” (si recibes información no puedes criticar), cuestiona su actuación funcional, Barreto suele ponerse en papel de víctima antes de responder a las críticas. Maniqueamente sostiene que sus detractores son “el brazo mediático” de las supuestas bandas criminales que ella y su equipo combaten. Es más, criminaliza la labor periodística denunciando o mandando denunciar a los periodistas que osan ponerla en evidencia o exhibir sus incongruencias, faltas y hasta delitos. Ella es la poderosa e intocable fiscal a la que nadie puede cuestionar. A Marita no se le debe tocar ni con el pétalo de una rosa. Si lo haces, debes atenerte a las consecuencias. Estás advertido. 

POR QUÉ DECIDIMOS EXHIBIR A BARRETO

Los periodistas tenemos y cultivamos fuentes de información a lo largo de nuestra carrera. Sin fuentes de información nuestro trabajo estaría seriamente disminuido. Nosotros no generamos la información, solo somos intermediarios entre las fuentes y la gente. La labor periodística consiste en verificar, procesar y darle contexto a la información que recibimos de diversas fuentes o buscamos en el lugar donde se produce un hecho noticioso. No hacemos valoraciones morales, éticas ni siquiera legales sobre una fuente que nos entrega información. Sabemos de antemano que toda fuente tiene un interés. Ese interés puede ser genuino, al servicio de la verdad o del derecho a saber de los ciudadanos, como también puede ser subalterno o de beneficio propio. Nuestro trabajo está en determinar si el interés de la fuente, cualquiera sea este, coincide o no con el interés público, que es lo que nosotros debemos defender.

No ha sido una decisión fácil poner en evidencia a la fiscal Marita Barreto como una autoridad que sistemáticamente esté incumpliendo sus funciones, cruzando la línea de la legalidad para convertir al poderoso Eficcop en un arma utilizada con fines ajenos a la administración de justicia. Antes, esta fuente había roto el acuerdo tácito de respeto, de no violar la ley. No se trató solo de mostrar una prueba de lo que se ha convertido en una pésima costumbre en la prensa nacional: que ciertos fiscales poderosos hagan su propio “club de la filtración” entre periodistas de medios de comunicación importantes a cambio de que no solo nunca los critiquen, sino que, esto es lo más vergonzante, los defiendan y hasta les hagan notas propagandísticas que no se hubieran concebido ni siquiera en la oficina de relaciones públicas del Ministerio Público. Los periodistas no podemos ser rehenes de nuestras fuentes, por más que estas nos den primicias. Como ciudadanos informados, estamos en la obligación legal de denunciar actos delictivos si tenemos conocimiento que alguien los comete. Más si la perpetradora de esos delitos es una fiscal que, se supone, debe defender la legalidad. No es fácil denunciar a una poderosa fiscal acostumbrada a la adulación de sus dependientes. Tampoco enfrentarse a un pérfido sistema de administración de justicia. Lo más cómodo sería quedarse callado, silbar mirando al horizonte. Pero esa actitud sería humillante.


* Autor del libro “El perfil del Lagarto”.

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