“Follow the money” (“Sigue la ruta del dinero”), es la frase recurrente que usan los protagonistas de la película Todos los hombres del presidente, como la regla número uno para descubrir el escándalo de corrupción política más famoso del mundo: el caso Watergate. La cinta muestra el trabajo de investigación de los periodistas del Washington Post, Carl Bernstein y Bob Woodward en un asunto que aparentemente tenía poca importancia, pero que se sabía, era algo sucio. A medida que avanzaban, se daban cuenta de la dimensión del caso que terminó con la renuncia del presidente Nixon.
Guardando las distancias de los implicados, en cualquier caso de corrupción la clave es siempre la misma: seguir la ruta del dinero, y eso es lo que se debió hacer hace años, desde que Andrés Hurtado, más conocido como ‘Chibolín’, comenzó a hacer alarde de un estilo de vida extremadamente ostentoso. Para muchos era solo un personaje huachafo y egocéntrico, casi una caricatura: se paseaba por varios canales tratando de mostrarse glamoroso, triunfador, poderoso. Lograba que lo inviten a programas en el extranjero como si fuera la gran estrella de la televisión peruana, se las arregló para obtener un premio Martín Fierro, en una ceremonia que los propios argentinos calificaron de ‘trucha’. Pero, lo cierto es que tenía muchos contactos por todas partes…y mucho poder.
Las preguntas se caían de maduras: ¿Cómo es que, con un espacio alquilado en Panamericana Televisión, podía ganar tanto dinero como para vestir siempre las marcas más caras, tener autos de alta gama y hacer (y recibir) regalos carísimos? ¿Por qué tenía un BMW que antes fue de propiedad de Edison Flores? Y lo más importante: ¿Qué vínculos tenía con Roxana del Aguila, exsuperintendente de Migraciones como para lograr que en 48 horas una persona cambie de nacionalidad o con Elizabeth Peralta, fiscal de lavado de activos, nada menos, que habría sido pieza fundamental para que la fiscalía devuelva una carga de 100 kilos de oro incautada a Javier Miu Lei, primo de los Siucho, según la esposa de Edison Flores, a cambio de un millón de dólares que habría pedido Andrés Hurtado?
Pues alguien se lo tenía que preguntar alguna vez y ese alguien fue Beto Ortiz. Hurtado estaba desesperado por aparecer en Beto a saber con una entrevista ‘política’ (así lo anunció él mismo), pensando que ese sería el gran inicio de su campaña hacia la presidencia del Perú, pero el periodista y su equipo habían hecho una minuciosa investigación antes de aceptar entrevistarlo y prepararon una batería de preguntas que no solo terminaron por destruirlo, sino que ha jalado la punta del hilo de una madeja en la que hay de todo: desde tráfico de influencias, coimas millonarias, narcotráfico, lavado de dinero, tráfico ilegal de oro, trata de blancas y quién sabe qué otras cosas y qué otros nombres saltarán en la investigación que ya se ha iniciado.
Y es que no será Bernstein, ni Woodward, pero cuando Beto Ortiz se lo propone, es capaz de tumbarse a gente que parece intocable. Pasó con César Almeyda, asesor de Toledo, con la fiscal Patricia Benavides e incluso con el escándalo de las vacunas Sinopharm, el estudio clínico de la Universidad Cayetano Heredia, la lista de vacunados por lo bajo, que incluía al mismísimo Vizcarra.
Algunos dirán que lo de ‘Chibolín’ era un secreto a voces, pero ahí estaba cada sábado ante todo el Perú, con un programa dedicado a alardear de su inexplicable fortuna y a hacer ‘homenajes’ tanto a sus clientes como Hernando de Soto o el alcalde López Aliaga (quien ha pagado al productor de Hurtado más de medio millón de soles con dinero público), como a artistas cuyo ego, al parecer, necesitan de cierto reconocimiento y lo que es peor, a periodistas que, por supuesto, ahora están mudos.