La talentosa joyera local Alexandra Temple ha cautivado al público local e internacional con sus diseños únicos que fusionan la elegancia de las formas geométricas con la belleza orgánica de la naturaleza. Sus creaciones, a pesar de ser en su mayoría minimalistas, están llenas de carácter y representan mucho más que simples accesorios: son obras de arte portátiles que conectan con la esencia de lo peruano. Su naturaleza transversal le valió que sus obras llegaran a ser expuestas en el Museo de Minerales.
Alexandra encontró su pasión en la joyería luego de explorar diversas técnicas artísticas como la pintura, el repujado en aluminio y la cerámica. Ingresó al mundo de las gemas y metales preciosos a través de un curso de vitrofusión, un arte que la cautivó totalmente.
Inició este emprendimiento con tan solo cien dólares y sus primeras clientas fueron sus compañeras de trabajo en una aerolínea. El crecimiento de su emprendimiento ha sido orgánico, invirtiendo poco a poco las ganancias para mejorar en calidad y materiales. Así pasó de la plata a incorporar oro y piedras preciosas en sus diseños.
Uno de sus sellos distintivos es su compromiso con la producción local y el comercio justo. Sus joyas están enteramente elaboradas por artesanos peruanos, rescatando y revalorizando técnicas ancestrales como la filigrana de Catacaos (Piura), declarada como Patrimonio Cultural de la Nación en el año 2010.
La diseñadora busca concientizar al público sobre la importancia de apoyar el talento local en lugar de optar por productos extranjeros de bajo costo. Como ella dice, detrás de cada joya hay todo un mundo que debemos proteger. Y aunque Perú ha perdido competitividad frente a la producción masiva de países como China e India, aún hay un nicho de clientes que valora la calidad del trabajo artesanal.
Su más reciente colección evidencia la influencia de formas art déco, con predominancia de líneas puras y geométricas. Al mismo tiempo, encontramos su sello personal en sutiles guiños a la naturaleza, como flores y elementos orgánicos. Ella atribuye su predilección por esta dicotomía entre simetría y organicidad a su profunda conexión con piedras y minerales.
La joyería de Alexandra busca transmitir emociones positivas a quien la lleva puesta. Y tiene una fascinación particular. “Mi logo tiene una manito sosteniendo un corazón, significando que es hecho a mano y con amor”, comenta. Es algo que no pasa inadvertido en el mes de San Valentín.
Joyas que perduran más allá de las tendencias, piezas eternas que se convierten en legados, creaciones que nos conectan con nuestra tierra y cultura. Así define Alexandra Temple su trabajo.