Los ríos profundos, la obra de José María Arguedas más elogiada por su maestría transculturadora e intensidad poética, se ha enseñoreado, en el consenso reinante en nuestro país, como la cumbre novelística de las letras peruanas. Y, cada vez más, está logrando ser reconocida como una de las novelas más admirables de la literatura hispanoamericana.
Una prueba elocuente es que el IX Congreso Internacional de la Lengua Española, realizado en marzo de este año en Cádiz (en reemplazo de Arequipa, la sede inicialmente elegida), por la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española. Con sumo acierto nos entregó una edición conmemorativa de Los ríos profundos, ejemplo supremo del tema central del congreso: “Lengua española, mestizaje e interculturalidad. Historia y futuro”.
Además de una edición efectuada con rigor filológico, el volumen contiene valiosos comentarios de Mario Vargas Llosa (Premio Nobel, Premio Cervantes y Académico de la española y de la peruana), Sergio Ramírez (Premio Cervantes y académico nicaragüense), Santiago Muñoz Machado (director de la RAE y presidente de ASALE), los académicos peruanos Marco Martos Carrera (a cargo de la presidencia de la Academia Peruana de la Lengua durante el proceso de confección de la edición conmemorativa que estamos celebrando, de la cual fue pieza fundamental en estrecha coordinación con la ASALE), Ricardo González Vigil, Alonso Cueto y Rodolfo Cerrón-Palomino; y, además, el aporte de Françoise Perus (profesora e investigadora titular de la Universidad Nacional Autónoma de México).
Se consolida así la consagración internacional de Los ríos profundos, al ingresar a una colección “canónica” iniciada con el Quijote (2004) y continuada con Cien años de soledad, La región más transparente, antologías de Pablo Neruda y Gabriela Mistral, La ciudad y los perros, La colmena, Yo el Supremo, Rayuela, El Señor Presidente y antologías de Rubén Darío, Borges y Martí.
La Presentación la coloca en el sitial que le corresponde: “Inauguró, junto a Pedro Páramo, del mexicano Juan Rulfo, las bases del movimiento literario neoindigenista caracterizado por la transculturalidad y el mestizaje” (p. X).
Esa afinidad fundamental con Rulfo la destaca Sergio Ramírez, quien con agudeza aborda el hecho de que, en 1958, se publicaron Los ríos profundos y La región más transparente, de Carlos Fuentes: “Una coincidencia que parecería representar el enfrentamiento entre lo arcaico y lo moderno en la literatura latinoamericana, en la inminencia del fenómeno del boom de los años sesenta, que para la generalidad de la crítica vendría a dividir esa literatura en un antes y un después” (p. LIII). Adecuadamente, Ramírez subraya la modernidad de Arguedas, cotejarle con la de Rulfo. Cita una entrevista de 1977 al autor de Pedro Páramo, en la que le preguntan si admira algún escritor “telúrico”: “Sin dudarlo responde que sí, por José María Arguedas, con quien ‘tiene muchas similitudes, hasta en la forma de pensar […] el ideal no es reflejar la realidad tal como es, hay que hacerlo según la idea que tenía Arguedas, quien pensaba que al escritor hay que dejarle el mundo de los sueños ya que no puede tomar el mundo de la realidad’.” (pp. LIV-LV).
Por su parte, Vargas Llosa sintetiza su difundida visión sobre la trayectoria vital y artística de Arguedas; y Muñoz Machado (privilegiando la faceta de Arguedas como antropólogo) brinda una brillante contribución sobre la evolución de las propuestas indigenistas desde el siglo XVI.
De otro lado, Martos, además de enfatizar la “modernidad” de Arguedas, plantea una cuestión fundamental para las academias de la lengua española: la validez del “español andino”: “El tiempo, supremo juez, está rescatando a José María Arguedas, a Juan Rulfo y a Ciro Alegría. La edición de Los ríos profundos que ahora se publica llevará esta prosa excepcional a todos los confines donde se habla español. Y de este modo también se volverá a legitimar la variante de nuestro idioma que se habla en el Perú” (p. 322).
Al respecto, Cerrón Palomino examina el “corpus léxico nativo” de Los ríos profundos, acompañándolo de un glosario utilísimo. Comprueba así que “Arguedas nos ofrece un quechua vivo, dinámico, forjado en un contexto de contacto idiomático sostenido y alimentado por un bilingüismo de distinto grado y de acceso diferenciado del castellano en sus distintos registros diatópicos y diastráticos” (p. 381).
(Ricardo González Vigil).