Los dos goles de Paolo Guerreo en el triunfo 3 a 0 del LDU de Quito sobre Defensa y Justicia de Argentina, en el marco de la Conmebol Copa Sudamericana 2023, más la última inconducta de Christian Cueva, debe haber dejado más de una enseñanza a los nuevos futbolistas peruanos que pretendan llevar una trayectoria decorosa.
Hasta hace un mes, más de un periodista deportivo local daba por cerrado el ciclo de Guerrero no solo de la Blanquirroja, sino también de la práctica del fútbol profesional. Comentarios gratuitos y estratégico rigor crítico para justificar el cuestionamiento a un deportista por su edad, cuando este debe ser un factor secundario, siendo el primero el rendimiento (el segundo legitima lo primero, de darse el caso).
Por eso, la realidad calla caprichos. El rendimiento deportivo de Guerrero y sus goles, revelan lo que hay detrás del buen momento deportivo (si disputar, siendo protagonista, la semifinal de un certamen internacional, no lo es, entonces ¿qué?): una vida cuidada.
El talento no se apaga, pero el físico define su radiación. Queda claro que el factor económico no determina la continuidad de Guerrero en las canchas, sino esa luz que acompaña a toda persona que anhela dejar un legado, en este caso en el imaginario deportivo: una memoria. Llámese también la gloria, la marca del nombre. Este deseo lleva al delantero a cuidar su vida en sus días de competencia. Parece lugar común decirlo a estas alturas, pero resulta necesario subrayarlo: la nueva camada debe ver en Guerrero a un referente de vida.
Si el DT Reynoso deja de lado su terquedad (bueno fuera si estuviera acompañada de resultados), debe armar el juego de la selección alrededor de Guerrero. En este orden de cosas, la naturaleza estratégica defensiva de Reynoso sí podría explotar lo mejor de Guerrero hoy: su sentido de la ubicación, en especial en tiros de esquina y pelotas paradas (que también puede ejecutar, no olvidemos jamás el gol a Colombia, con manotazo de Ospina, que nos llevó al repechaje con Nueva Zelanda en noviembre de 2017). Como ya señalamos en CARETAS: Guerrero dejará el fútbol cuando le dé la gana y se ha ganado esa prerrogativa por su entrega en los partidos. No cuestionemos naderías y menos cuando lo que más nos falta son delanteros de jerarquía. Miren si no cómo quedó ante la opinión pública argentina Fernando Gago, cuyos mediocres planteamientos hundieron a Racing.
La otra cara de la moneda es Christian Cueva. Convertido hoy en la pesadilla deportiva en Alianza Lima. El dirigente blanquiazul que tuvo la idea de traerlo, más allá de estar arrepintiéndose, es también responsable de esta catástrofe. Este es otro ejemplo a tener en cuenta por los futbolistas más jóvenes: el talento no sirve de nada si no se cultiva el criterio. Las inconductas de Cueva —la última conocida días atrás: el jugador no respetó sus horas de descanso, con mayor razón cuando su club disputaría un encuentro vital en la obtención del torneo Clausura, que lo convertiría en campeón absoluto de la presente temporada— y sus pocas ganas de cambiar (todo el año ha jugado con sobrepeso) explican el peor momento deportivo de su trayectoria. Así, Cueva no le sirve a Alianza Lima, mucho menos a la Blanquirroja. No hay nada más que decir de su presente futbolístico.
(Matías Reyes).