“Es la única empresa que lleva combustible a donde no llegan las empresas privadas. Y en esa responsabilidad que el combustible llegue a los lugares más recónditos de la patria, seguiremos atendiendo y, además, cuidando que el petróleo y la gasolina no suban”. La presidenta Dina Boluarte participó en el acto de llegada del buque portacontenedores Fullerton en el puerto del Callao. Flanqueada por el titular del MTC Raúl Pérez-Reyes, Boluarte recordó que muchas veces la empresa estatal “paró la canasta peruana” y que incluso el gobierno “le tiene deuda”.
Ocho días antes, el exministro de Energía y Minas, Óscar Vera, declaró en RPP que en octubre la refinería de Talara debería llegar a su máxima capacidad. “Eso, acompañado con las ventas, fácilmente nos daría el flujo de caja que va a permitir pagar las deudas”. Con la solvencia del maestro que adoctrina a su alumna, Vera adujo que “durante los últimos 54 años, Petroperú ha generado ganancias y son utilidades que fueron referidas al Estado”.
Quizá eso es lo que la presidenta entendió como que el gobierno “le tiene deuda” porque, de hecho, el Estado es actualmente el principal acreedor de la empresa estatal.
La propuesta del directorio de Petroperú presidido por Oliver Stark –un gestor internacional, inyectar más plata o liquidar– gatilló un rifirrafe en el que la vieja guardia de la estatal, con Vera a la cabeza, peleó como gato panza arriba.
En realidad, varios expertos, como se lee en las páginas siguientes, no estaban necesariamente de acuerdo con el menú de Stark y compañía. Peor, claro, iban a recibir un posible retorno de Pedro Chira y compañía.
Pero hay que detenerse un minuto en el detalle de las formas. El señor Stark, celebrado por buena parte del sector empresarial por estos días, puso contra las cuerdas a Boluarte e incluso directivos gremiales consultados por CARETAS mencionaron eso como un error estratégico.
En otros tiempos, Stark llamó la atención con sus columnas de prensa, hoy casi todas desaparecidas de la red. Fujimorista, siempre rechazó en términos muy severos la sentencia contra el expresidente por los delitos del Grupo Colina. En 2010 tuvo un punto alto –o bajo, en realidad– con su apología del fascismo:
“Lamentablemente y debido a que careció de una tradición propia a la que acudir en busca de inspiración, el fascismo en el Perú nunca levantó vuelo a pesar de contar con el apoyo de la Iglesia Católica y las capas medias. En un Perú que se debate entre los fuegos cruzados de un capitalismo depredador y excesivamente laxo y un socialismo fracasado, cabe preguntarse si una opción de camino medio entre los dos en la que prevalezca la realidad a los principios, la razón a los sentimientos, y el orden al libertinaje pueda volver a ser una opción viable para el Perú”.
Las habilidades blandas no parecían ser su fuerte. Menos frente a una mujer de izquierda, por más limitados que sean sus conocimientos, que sin duda maneja las concepciones de antaño de empresas estratégicas, y pretende resolver el costosísimo entuerto diciendo que no privatizará Petroperú.
Resuelta a colocar a su amigo Vera en algún puesto de la estructura –se mencionó la gerencia general de Talara– Boluarte terminó por pedirle la renuncia a Stark y le respondieron con la salida de todo el directorio.
Ese es ahora un gran problema del gobierno y, particularmente, de los ministros de Economía y Finanzas, José Arista, y de Energía y Minas, Rómulo Mucho. El primero sobrevivió al parchado del gabinete, pero perdió en los días siguientes a su viceministra de Hacienda Betty Sotelo, a quien había designado en febrero. Era la cuarta vez que la competente Sotelo pasaba por un despacho siempre proclive a la presión de abrir la billetera. Y aquí tenía varios frentes que además de Petroperú y Palacio incluyen al Congreso.
Lo del ministro Mucho es otra procesión. En los últimos días, según las fuentes del sector consultadas por CARETAS, ha sido presionado para cambiar a la viceministra de hidrocarburos, Iris Marleni Cárdenas, por Enrique Bisetti, que ya ocupó ese cargo durante el 2021, durante el caótico gobierno de Pedro Castillo, y entre diciembre de 2022 y mayo de 2023, con Vera como ministro. Esa vez Bisetti renunció cuando se conoció que omitió en su declaración jurada haber sido un cercano asesor de Hugo Chávez, el recordado gerente de Petroperú que terminó preso.
Bisetti, según se conoce en el sector, es un influyente personaje en el círculo de Vera y Pedro Chira, expresidente de Petroperú. Es un círculo de influencia en Boluarte, que tiene entre sus asesores a César Sandoval, quien fuera jefe de gabinete de asesores de Vera cuando fue ministro.
Esta delicada situación fue antecedida por el cambio de cuatro ministros. El excanciller Javier González-Olaechea era la otra estrella del gobierno en el firmamento de la derecha. Un Stark en Torre Tagle. Su tendencia ultraconservadora parecía bajo el control de las apariencias diplomáticas y su posición frente al fraude en Venezuela fue muy celebrada entre estos sectores. Pero el exministro iba por las embajadas quemando puentes. Quienes presenciaron lo de Canadá saben que fue agotador y contraproducente, pues nada menos emplazó al anfitrión por sumarse a la preocupación de su gobierno por el proyecto de ley anti ONG. En la de Francia alabó a Petain y en la de la Unión Europea reclamó que el bloque recupere sus originarios valores cristianos. Similar intervención protagonizó en la embajada de Italia y en la de Estados Unidos pidieron por adelantado su discurso. En esa celebración del 4 de julio no pudo asistir por estar de viaje y en su reemplazo fue el titular de Trabajo, Daniel Maurate.
Resultaba evidente que un gobierno tan débil como este no podía incendiar sus relaciones con embajadas clave. Como su sorpresivo sucesor designó al diplomático Elmer Schialer, cercano a la excanciller Ana Cecilia Gervasi, trágicamente fallecida la semana pasada en su departamento de Miraflores, cuando preparaba su retorno a la embajada en Ginebra, que encabezaba.
Hania Pérez de Cuéllar, mientras tanto, esperaba pasar del MTC a Vivienda, adonde reemplazaría a Pérez- Reyes, que a su vez estaba destinado al MEF en lugar de Arista. De allí su gran enojo en las últimas horas antes del cambio. Pérez de Cuéllar había sido una comprometida escudera de Boluarte. Así son a veces los cambios de gabinetes en el Perú. Se hieren sentimientos y tambalean lealtades.