Milei es un político del estilo “TikTok”

Periodista y política española Pilar Rahola aterriza en América Latina con visión pro Israel y advertencias sobre las amenazas contra la democracia.

por Edgar Mandujano

Entrevista: Enrique Chávez

Pilar Rahola Martínez (Barcelona, 21 de octubre de 1958) es una analista española en prensa, radio y televisión. Fue diputada por Barcelona en el Congreso dentro del Grupo Parlamentario Mixto entre 1993 y 2000. A lo largo de su carrera, ha colaborado en medios como La Vanguardia, Julia en la onda, 8 al día o La noria, consolidándose como una de las voces más controvertidas del panorama mediático español.

Tradicionalmente identificada con el independentismo catalán, Rahola fue miembro del Consejo Asesor para la Transición Nacional, un organismo creado en 2013 para asesorar sobre el proceso independentista de Cataluña.

En los últimos años, ha adquirido una notoriedad internacional por su firme defensa del Estado de Israel y sus políticas, convirtiéndose en una de las intelectuales europeas más activas en la denuncia del antisemitismo y en la argumentación a favor de la narrativa israelí en el conflicto de Medio Oriente. Su postura ha generado tanto apoyo como críticas, consolidándola como una figura polarizadora en el debate público. CARETAS conversó con ella a su paso por Lima.

“Milei es un hombre excesivo, como Trump, que a veces dice cosas extremas, pero también ha tenido el valor de enfrentar problemas que parecían imposibles de resolver”.


¿Qué la motivó a pasar una temporada en América Latina?

Me han solicitado varias veces venir a América Latina. La idea de cruzar el Atlántico repetidamente parecía un desafío, especialmente porque mi trabajo ha estado vinculado a temas como la democracia, el antisemitismo y Oriente Medio. Mi participación en proyectos como Combat Antisemitism Movement y la Organización Americana de Lucha contra el Antisemitismo me llevó a involucrarme más con la región. Así que acepté la propuesta de estar aquí por seis meses, aunque decidí que, si tres meses resultan largos, reevaluaré la situación. Mi agenda es más manejable aquí que en Barcelona.

Va a Buenos Aires en un momento clave, cuando la figura de Javier Milei ha tomado relevancia, particularmente con sus posturas hacia Estados Unidos e Israel. ¿Cómo ve este fenómeno?

Soy pragmática al analizar a los líderes. Es un hombre excesivo, como Trump, que a veces dice cosas extremas, pero también ha tenido el valor de enfrentar problemas que parecían imposibles de resolver, como la corrupción estructural en Argentina. Su proyecto económico, aunque incierto, me parece interesante, ya que busca restaurar la confianza en la economía del país. Lo más importante para mí es que Argentina se distancie del eje bolivariano y tenga una posición más clara en temas internacionales, como su relación con Israel.

Algunos ven en figuras como Trump y Milei un giro hacia la ultraderecha. ¿Cómo observa este cambio de época?

Vengo de un país que ha sufrido el extremismo político, con partidos como VOX, que claramente están en la extrema derecha. No lo veo así en el caso de Milei o Trump. Ambos son ultraconservadores y ultraliberales en el ámbito económico, pero no los situaría en la extrema derecha. En el caso de Trump, aunque su discurso puede ser chocante, me interesa su postura sobre China y su intento de cambiar el equilibrio global. Creo que, si logra acuerdos importantes como los Acuerdos de Abraham, su legado podría cambiar el mundo. Por su parte, Milei está trabajando para devolver la confianza a Argentina, un país que siempre ha tenido un gran potencial, pero que históricamente ha tenido dificultades para ser gobernado eficazmente.

“Vengo de un país que ha sufrido el extremismo político, con partidos como VOX, que claramente están en la extrema derecha. No lo veo así en el caso de Milei o Trump”.


¿Considera que estas figuras representan un cambio positivo o negativo?

Ambos son líderes con matices y contradicciones. No soy seguidora ciega de ninguno de ellos, pero lo que veo es que están haciendo movimientos significativos. En el caso de Trump, me gustan algunos de sus planteamientos, especialmente en lo que respecta a China. Al final, como ciudadanos, tenemos la responsabilidad de pensar críticamente, más allá de las ideologías, y eso es lo que trato de hacer.

En el contexto actual, parece que los discursos mediáticos tienden a forzar a las personas a posicionarse en extremos. ¿Cómo ve este fenómeno?

Lo que falta hoy es el pensamiento crítico. Vivimos en un mundo donde todo el mundo tiene respuestas, pero nadie se hace preguntas. El concepto de “pueblo” que utilizaba Cristina Kirchner siempre me resultó problemático. Yo no quiero una sociedad de pueblo; quiero ciudadanos que reflexionen, que no sigan a ciegas. Un presidente es solo un funcionario temporal que debe administrar la República, el dinero público. Es fundamental mantener esa libertad. Me gusta Israel porque representa los valores de la democracia liberal, y sus enemigos son los mismos que se oponen a esos valores. Si Israel pierde, ganará Hamás, y yo no quiero estar en un mundo donde eso suceda. Se trata de la libertad. Hay gente que, aunque se diga de izquierda, ha defendido a Israel. Yo misma fui etiquetada de izquierda, pero al defender a Israel, fui rechazada por muchos de mis antiguos compañeros. A veces me siento como una rara, y me encanta ser rara.

“En el caso de Trump, aunque su discurso puede ser chocante, me interesa su postura sobre China y su intento de cambiar el equilibrio global”.


ISRAEL EN EL INCENDIO

¿Cómo surgió su conexión con Israel?

Mi compromiso con Israel es casi casual. Desde joven, sin conocer a ningún judío, ya defendía a Israel en mis artículos. Esto fue mucho antes de Internet, en un contexto donde no había tanta comunicación global. En mi mundo simbólico, Israel representaba una causa justa. Eso no significa que esté en contra de una solución al conflicto palestino, pero nunca creí en Arafat ni en las organizaciones terroristas. Cuando la gente de Latinoamérica comenzó a leer mis artículos, me invitaron a venir. Fue entonces cuando descubrí que había personas que pensaban de manera similar a mí. He tenido mucho contacto con figuras clave como el fiscal argentino Alberto Nisman, con quien compartí preocupaciones sobre el yihadismo y el atentado a la AMIA. Cuando fue asesinado, mi posición fue clara: fue un asesinato, y denuncié el hecho rotundamente. Esta implicación fue un proceso natural. Ahora, al estar aquí en América Latina, todo parece seguir un curso lógico, aunque a veces las personas que me apoyan en algunos temas no me respaldan en otros, y al revés. Es curioso, pero me divierte este juego de contradicciones.

Volviendo a la figura de Milei, su discurso y su estilo parecen captar a un público más joven. ¿Qué opina de su enfoque?

Milei es un político del estilo “TikTok”, lo cual es una forma de describir su enfoque. Los políticos más tradicionales, como Macri, no lograron conectar con una generación que no entiende su lenguaje. Milei tiene razón cuando dice que la única forma de “dar un golpe en la mesa” es posicionándose como antisistema. Es curioso que alguien como él, con una carrera notable en el mundo empresarial, se presente como un anti-establishment. Lo mismo sucede con Trump. Son ejemplos de cómo el mundo político ha cambiado. El golpe en la mesa tiene más impacto que una carrera política tradicional o un discurso largo y elaborado. A la gente le interesa más esa fuerza disruptiva, ese posicionamiento radical que los políticos convencionales.

“Me gusta Israel porque representa los valores de la democracia liberal, y sus enemigos son los mismos que se oponen a esos valores”.


Pero el golpe en la mesa nos complica el pensamiento crítico, ¿no?

Lo complica, sin ninguna duda, pero hace tiempo que también nos lo complica la izquierda, que ha sustituido las ideas por los dogmas.

¿Lo que se llama el exceso woke realmente pasó la factura?

Creo que el exceso es de tal naturaleza que está haciendo un péndulo y llevando a posiciones de derechas. Es decir, los Trump vienen de los errores de Obama. Obama toma el Partido Demócrata y lo radicaliza hacia posiciones que finalmente son las que hoy llamamos posiciones woke. Lo que ocurre después, con Kamala Harris, es una derrota tan histórica porque el péndulo se ha movido. El exceso te ha llevado a otro lugar. Además, el buenismo y esta izquierda comunista, porque en realidad hablamos de un comunismo 2.0 en muchos aspectos, es una izquierda de cultura de la cancelación. Es decir, te cancelan el debate, te lo niegan, no hay debate, hay pancartas. No hay ideas, hay consignas. Entonces, si tú piensas distinto, los raros, los que pensamos distinto y aplicamos una inteligencia lateral, somos estigmatizados. Hoy me han entrevistado en la televisión en España. Ha caído el decreto ómnibus de Pedro Sánchez en el Parlamento español y ha sido por culpa de los catalanes. Me han llamado porque yo tengo una relación muy personal con Carlos Puigdemont. He hablado del tema y al final me dicen: “¿Qué estás haciendo en Perú?” Les comento: “Pues mira, ahora he estado con la comunidad judía y he estado hablando de antisemitismo”. Y me dicen: “No, bueno, ese tema no toca”.

Hasta ahí llegó.

“No me líes ahora, ese tema no toca”. Y había una persona en la mesa que ya estaba histérica. Es la cultura de la cancelación: te niego el debate, campañas de boicot, estigmatización. Defiendes el derecho de Israel a la defensa y eres genocida, Apartheid. Se está aplicando lo que alguien llamó el reductio ad Hitlerum, que es algo que me divierte mucho. Es un concepto filosófico que dice que cuando en un debate uno acusa al otro de ser Hitler, se acaba el debate. Si tú dices “Israel es genocida”, ya no hay debate.

“Es un concepto filosófico que dice que cuando en un debate uno acusa al otro de ser Hitler, se acaba el debate. Si tú dices “Israel es genocida”, ya no hay debate”.


Pero dentro de Israel también se ha producido una oposición a lo que ha sido la reacción del país. ¿Es posible llegar a los acuerdos entre Arabia Saudita e Israel con Netanyahu en el poder?

La oposición israelí, el pensamiento crítico en Israel, es de los mejores del mundo. No he visto una oposición más crítica, más dura. Los debates parlamentarios y políticos con más intensidad son los de Israel. Y desde luego, yo estuve de acuerdo con la oposición en las protestas contra la reforma de justicia de Netanyahu, que me parecía horrible, igual que me parecían horribles los acuerdos que tuvo con los grupos religiosos y tal. Te contaré que cuando estuve en uno de los kibutz destruidos, que eran de pacifistas, me encontré con un afiche en hebreo al lado del comedor, donde aún se olía el olor a cuerpos quemados. Ese afiche convocaba a la gente del kibutz a la manifestación contra Netanyahu el 7 de octubre. Me impresionó mucho. Esa imagen se me quedó grabada.

¿Entonces cree que Netanyahu gestionó bien la guerra?

 Es complicado decir si ha gestionado bien o mal la guerra. Es muy difícil ponerse en la piel de un primer ministro al que le han matado miles de personas y le han secuestrado a 200. Todo esto a manos de grupos terroristas con miles de soldados: Hamás contaba con al menos 40.000, y la Yihad Islámica, otros 10.000. Además, hablamos de 750 kilómetros de túneles, de una guerra librada en ese contexto, con armamento por todos lados y edificios civiles llenos de explosivos. Es una guerra muy difícil. Creo que en Israel no hay una gran oposición contra la guerra misma, pero sí sobre cómo se ha gestionado el tema de los secuestrados. Ahí la oposición ha sido muy seria y dura. Netanyahu ha oscilado en su popularidad. En algunos momentos estuvo muy bajo en la opinión pública, pero tras la derrota de Hezbolá y el debilitamiento de Siria, esa percepción ha cambiado. Todo dependerá de si se firman los acuerdos o no.

“Milei tiene razón cuando dice que la única forma de “dar un golpe en la mesa” es posicionándose como antisistema. Lo mismo sucede con Trump”.


EXTRAVÍO EUROPEO

Ahora, volviendo a Europa, parece estar un tanto perdida ahora mismo en sus liderazgos. Alemania, que era una especie de columna vertebral, ha visto su modelo prácticamente desmoronarse.

Sí, junto con un crecimiento de los populismos de derecha e izquierda.

Exacto. Y con este equilibrio que tenían entre industria, políticas sociales, etcétera. Y ahora vemos lo que está pasando en Francia. Italia es una especie de excepción. Es rarísimo, porque Italia siempre representaba el desorden. Y, bueno, España, vemos en lo que está. ¿Puede haber alguna tendencia de recomposición europea?

Creo que Europa está en una crisis de identidad enorme. La Unión Europea se ha convertido en una unión de intereses económicos, pero no ha resuelto ningún tema político ni ha logrado una política exterior clara. Europa no existe en los grandes conflictos: no tuvo papel en la guerra de Siria, no lo tiene en Gaza, no lo tuvo en el conflicto de Irak, ni en Ucrania. En estos momentos, Europa es un continente tocado, desconcertado, probablemente asustado. Enfrenta problemas muy importantes como el islamismo radical, el crecimiento de los populismos que, como suele pasar en sociedades en crisis, terminan generando monstruos, y una ausencia absoluta de grandes referentes intelectuales o políticos que marquen las pautas. Es un momento crítico, aunque también lo es para el resto del mundo. Por ejemplo, en Estados Unidos surge un Trump porque no hay nada más. Y en Latinoamérica, no sale un Macri, sino un Milei.

“El golpe en la mesa tiene más impacto que una carrera política tradicional o un discurso largo y elaborado”.


En Perú todavía no sabemos. Aún parece haber espacio para que vuelva un populismo de izquierda, por ejemplo. Uno habría pensado que luego de la experiencia de Castillo estaríamos vacunados.

No necesariamente.

Además, el panorama es bastante raquítico, porque las encuestas no muestran a nadie con un liderazgo claro.

Mi impresión, aunque breve, ha sido que Perú parece un oasis en comparación con otros países de Latinoamérica, aunque me preocupan algunos fenómenos emergentes, como la delincuencia organizada.

Está vinculado sobre todo con la minería ilegal, aunque también está el factor del narcotráfico. Lo que empieza a preocupar es el surgimiento de asesinatos vinculados con casos de corrupción.

Pongan atención, porque el fenómeno de las organizaciones criminales se convierte fácilmente en un miniestado. Es algo muy preocupante. Lo hemos visto en Rosario, Argentina, y en otros lugares donde estas organizaciones terminan actuando como un estado dentro del estado. Esto sucede especialmente en regiones afectadas por pobreza o crisis. Además, ustedes tienen a Bolivia al lado, que representa otro problema, y no están lejos de la triple frontera.

A esto se suma la presencia de un millón y medio de venezolanos.

Es cierto que muchos de ellos son exiliados políticos o económicos, pero siempre hay riesgos asociados. Algo me llamó la atención: pensé que Perú no me iba a dar ningún susto en este sentido, pero ya he visto indicios preocupantes.

“Perú debe poner atención, porque el fenómeno de las organizaciones criminales se convierte fácilmente en un miniestado”.


EL FUTURO DEL INDEPENDENTISMO

Su otra causa importante ha sido el independentismo catalán.

Ha sido y es

¿Qué futuro tiene el independentismo?

El mismo que ha tenido siempre la lucha por la nación catalana. Es una lucha secular. Llevamos tres siglos intentando sacarnos de encima a los Borbones. Vamos a continuar con ello. No miento si digo que somos un pueblo comercial. Fundamentalmente somos fenicios. Hemos construido nuestra relación en el Mediterráneo pensando en términos de grandes acuerdos comerciales. Somos negociadores y hasta el 1714 tuvimos una soberanía plena: ejército, moneda, política exterior, etcétera. A partir de 1714, justo también cuando los escoceses pierden su soberanía en su lucha contra los ingleses, nosotros perdemos nuestra soberanía en la lucha contra Castilla, que es el otro gran reino. Y a partir de ese momento, con la llegada del primer Borbón a Castilla y la unificación con Cataluña, perdemos nuestros derechos constitucionales, lo cual implica, una relación permanentemente de colonización. Durante dos siglos el catalán está absolutamente prohibido. Está a punto de desaparecer. No de las casas, pero sí de cualquier ámbito público. Hemos sufrido tres bombardeos de España hacia Barcelona en el siglo 19. Dos dictaduras que nacieron todas ellas con el tema del secesionismo catalán como principal elemento. El siglo 20 hemos vivido exilios masivos. Cada generación de catalanes ha tenido que luchar por su lengua, por su idioma, por su identidad. Antonio Gaudí estuvo encarcelado por hablar catalán. Por poner un ejemplo emblemático. Nuestra lucha no nace ayer, no es una fiebre que nos da. Y durante toda la época democrática hemos intentado pactar con el Estado una situación de soberanía que nos garantizara nuestros derechos e intereses fundamentales. No ha habido manera. Al contrario. Las autonomías en España existen porque las reclamó Cataluña y el País Vasco. Entonces las repartieron para todo el mundo. Cualquier región tenía autonomía. Bien, no hay problema, no nos importa. Y a partir de ese momento todo ha sido recortes e injerencias. Un 8% del PIB catalán que se recoge en Cataluña se va y no vuelve. Hablamos de muchísimo dinero.

“Ahora estamos heridos, cansados y enfadados, pero pasado mañana volveremos porque queremos que a los catalanes se les pregunte democráticamente si quieren o no ser españoles”.


Una razón fundamental para que España no lo acepte.

Una cosa es solidaridad y otra extorsión. Son muchas décadas de luchar para entenderse con España. Y al final hay un día que decimos bueno, basta, nos vamos. Y lo intentamos hacer bien. Hacemos un debate parlamentario, nos vamos a elecciones. Los partidos que quieren la independencia dicen vamos a implementarlo en el Parlamento de Cataluña. Vamos a un referéndum. Y España nos envía miles de policías, nos envía 3000 personas a juicios, encarcela a nuestra dirigencia y nos envía el resto al exilio. Tenemos presos sin ningún delito de sangre, ni de violencia ni de nada, no hemos hecho como los vascos. Entonces a un pueblo al que le dices no a todo, ¿cómo piensa que está? Ahora estamos heridos, cansados y enfadados, pero pasado mañana volveremos porque queremos que a los catalanes se les pregunte democráticamente si quieren o no ser españoles. Si perdemos nos quedaremos en España. Y además van a votar todos los que viven allí, emigrantes sudamericanos, personas que no hablan catalán. No nos importa. Somos radicalmente demócratas, pero queremos votar. Y eso es muy extraño en el siglo 21, parece ser. Somos 10 millones de catalanohablantes. Somos dos veces los uruguayos, los mismos que Suiza. Más o menos como Israel. ¿Por qué tenemos que pedir permiso para existir?

También te puede interesar

 Av. Guardia Civil 1321, Oficina 1802, Surquillo, Lima – Perú

Copyright ©caretas.pe | Por Revista Caretas

Todos los derechos reservados

Ilustración Peruana

Este sitio web utiliza cookies para mejorar su experiencia. Asumiremos que está de acuerdo con esto, pero puede optar por no participar si lo desea. Aceptar Leer más

Política de privacidad y cookies
¿Estás segura de que quieres desbloquear esta publicación?
Unlock left : 0
Are you sure want to cancel subscription?