por Eduardo Bruce Montes de Oca [1]
Si en el pasado las páginas de los diarios y la pantalla de la televisión eran medios hegemónicos para formar opinión sobre los candidatos en las elecciones, hoy la hegemonía será la pantalla de los celulares. En el Perú el celular es fuente primaria de comunicación, y ojo, hay 38 millones de celulares en un Perú de 34 millones de habitantes.
Según el portal especializado en marketing en redes sociales DATAREPORTAL[2], a inicios de 2024 en números redondos, el Perú tenía 26 millones de usuarios de internet, con una penetración del 74.5% de la población total. Las redes sociales tenían 24 millones de usuarios activos, lo que representa casi el 70% de la población total. Sin embargo, existían casi 38 millones de conexiones móviles activas. Muchos tienen mas de un celular activo.
El padrón electoral registra 24.8 millones de votantes, hay 26 millones de usuarios de internet y 24 son usuarios de redes sociales y esos 24 millones se distribuyen de la siguiente manera[3]:
Red social | Usuarios de internet (mll) | % padrón electoral |
---|---|---|
24 | 93% | |
TikTok | 22 | 85% |
YouTube | 17 | 50% |
10 | 29% | |
9 | 26% | |
Snapchat | 3 | 9% |
Twitter (X) | 2.5 | 7% |
Veamos, por otro lado, cómo están los medios tradicionales. Los diarios impresos están siendo afectados por una disminución de lectoría producto de las limitaciones que tienen para competir con la inmediatez y cero costo del periodismo virtual. La televisión abierta y por cable pierde audiencia de un público que hoy se ha acostumbrado al “streaming”, es decir, ve lo que quiere a la hora que quiere.
Además, las normas que regulan el avisaje político concentran el avisaje electoral a determinadas franjas horarias, generando una fuerte disminución en el impacto de los spots publicitarios. La denominada franja electoral es una interminable e ineficaz secuencia de spots concadenados el uno con el otro.[4]
Muchos dirán que el avisaje no lo es todo en la competencia mediática por el voto popular, argumentan con razón, que existen las entrevistas, debates, cobertura de actividades proselitistas, etc.
Veamos.
Los debates hoy ya no son tales. La inmensa cantidad de candidatos posibles (hoy cerca de 40 o más) causarán que los organizadores tradicionales de debates, con su criterio de equidad mal conceptuado, organizan eventos con todos los candidatos que llamarán debates, pero en realidad no lo son, puesto que no pueden debatir 40 personas en plazos tan breves de tiempo. Solo serán breves segmentos de cada uno de los competidores que, concatenados inorgánicamente, constituirán ideas sueltas al aire, que no formarán una coherente confrontación de ideas.
Las actividades proselitistas cubiertas por los medios tradicionales tampoco serán material de impacto al ciudadano. Son muchos candidatos para que algunos de ellos, puedan destacarse sobre los otros por su calidad de líder y estadista; ni los medios ni los lectores o televidentes tendrán el tiempo y espacio suficiente para poder dar una atención holística con equidad de todos los candidatos.
Además, no olvidemos que hoy en día tenemos herramientas para la comunicación virtual en redes que hace muy poco tiempo eran monopolio de pocos. Con un celular inteligente se puede grabar un video, editarlo en software gratuito, adornarlo con efectos, subirlo a redes sociales y saber de manera casi inmediata cuánta gente lo ha visto todo o en parte. El costo es cero. Comparativamente, hace dos periodos electorales se requería la contratación de talento profesional y el uso de equipos y servicios especializados por miles o decenas de miles de dólares.
No es que este cambio disruptivo en el marco del marketing político-electoral sea algo favorable para llevar adelante un buen proceso electoral. Con 40 candidatos, en una cacofonía de mensajes en las redes, se puede encumbrar prácticamente a cualquiera. En especial en nuestro contexto de desprecio ciudadano a la clase política. Esa insatisfacción de los votantes los puede llevar a escoger al más anti de los antis, y ponerlo en la segunda vuelta con un voto popular insignificante, y así, Dios no quiera, llegar a la presidencia.
La tarea pendiente es, por el lado de los candidatos, digerir y aprender a usar las herramientas que nos trae el marketing político en el contexto de la virtualidad, y a las autoridades a estar listos a impedir el mal uso de estas herramientas a favor de unos o en detrimento de otros por medio de campañas negativas.
Y a la sociedad en su conjunto, apuntar a una reforma político-electoral considerando este elemento, en un contexto de adoptar un sistema electoral, que respetando el voto popular, nos permita un sistema de ejercicio democrático para salir de este hoyo profundo en que estamos, en el cual aún no divisamos fondo.
[1] Máster en comunicación política y electoral por la Universidad Autónoma de Barcelona
[2] DATAREPORTAL publica información de marketing por internet y redes sociales desde nivel global al local. No es necesariamente exacta la información que presentan, y de hecho puede estar sesgada. Sin embargo, sus contenidos no difieren mucho del de otras fuentes, por lo que la estamos usando para este reportaje, sin pretender que tengan los estadígrafos presentados rigurosidad científica.
[3] Asumiendo que la población electoral equivale a la población que usa redes.
[4] Esta norma está en proceso de cambio, pero no se sabe todavía cuál será la manera en que se implementará.