El lunes comenzó con un tono sombrío para los mercados internacionales. Las bolsas asiáticas retrocedieron con fuerza, arrastradas por la caída de los futuros estadounidenses durante la noche del domingo. Las pérdidas más pronunciadas se registraron en el Kospi de Corea del Sur y el TWI de Taiwán. Mientras tanto, los rendimientos de los bonos del Tesoro de EE.UU. —particularmente los de 30 años— se dispararon hasta rozar el 5%, reflejo de una creciente presión sobre la capacidad de endeudamiento de la primera economía del mundo.
Una vez más, la monumental deuda pública estadounidense se coloca en el centro del radar financiero. Con un pasivo total que bordea los 36,9 billones de dólares, el país enfrenta costos de servicio que ya superan el billón anual, desplazando incluso al presupuesto de defensa. Las cifras del reloj de la deuda se aceleran y, con ellas, el escepticismo de los mercados.
Proyecciones alarmantes
El último informe del Congressional Budget Office (CBO) proyecta que la deuda pública alcanzará el 156% del PBI en 2055, mientras que el déficit anual se mantendría en torno al 7,3%. Moody’s, sin embargo, tiene una visión aún más pesimista: estima que el déficit podría representar el 9% del producto ya en 2035, encendiendo todas las alertas sobre la sostenibilidad fiscal del país.
Las promesas del secretario del Tesoro, Robert Bessent, de recortar el gasto y fomentar el crecimiento económico fueron recibidas con escepticismo. Para los mercados internacionales, los anuncios deben traducirse en medidas concretas. Hasta ahora, la percepción es que la refinanciación de la deuda estadounidense se está saliendo de control.
Moody’s baja el pulgar
El detonante inmediato de la caída bursátil fue la histórica decisión de Moody’s de retirar la calificación máxima (Aaa) a EE.UU., rebajándola a Aa1. Con esta acción, todas las grandes agencias calificadoras (Moody’s, S&P y Fitch) han degradado ya la deuda estadounidense. El gesto tiene peso simbólico, pero también consecuencias prácticas: encarece la financiación y erosiona la confianza de los acreedores internacionales.
Esta rebaja se traduce, de inmediato, en mayores tasas de interés exigidas por los mercados para seguir financiando al Tesoro, lo que estrecha el margen fiscal de la Casa Blanca. En paralelo, el presidente Donald Trump insiste en su voluntad de bajar las tasas, mientras el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, mantiene un tono imperturbable. Sin embargo, con rendimientos al alza, la brecha entre intención política y realidad económica se ensancha.
Fin de la era del dinero fácil
La conjunción de altos déficits, creciente desconfianza de los acreedores y políticas monetarias restrictivas marca un punto de inflexión para el modelo estadounidense de crecimiento basado en deuda. El viejo consenso sobre el dólar y los bonos del Tesoro como activos libres de riesgo comienza a resquebrajarse, y con ello, se transforma también el mapa de poder en los mercados financieros globales.
Dirk Friczewsky, ActivTrades.
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