Hace mucho tiempo que quería escribir este artículo, casi como que me lo debía. Permítanme saldar esa deuda.
Hoy día todos nos sentimos muy orgullosos y reconfortados del éxito alcanzado por esas maravillosas sensaciones gustativas que, en todos los niveles, podemos ofrecer en nuestra patria y en muchos lugares del mundo, ¿dónde no hay hoy un restaurante de comida peruana?
Donde vayamos las personas con que dialogamos en algún momento hacen referencia a nuestro arte culinario y nosotros sacamos pecho y sabemos que, así como Brasil se encuentra siempre entre los mejores países en jugar al fútbol en el mundo, nosotros nos encontramos en el “top five” de este planeta en materia de satisfacer el paladar.
Una anécdota que puede haberse repetido en muchísimas personas me aconteció cuando, luego de regresar de representar al Perú en la OEA, llegó por nuestras tierras don John Maisto, quien había sido un importante embajador de los Estados Unidos en ese organismo.
Naturalmente quise hacerle una atención y le dije: “John, te invito a almorzar, a comer, o hasta a desayunar, tú dirás lo que dicte tu agenda”. La consultó y quedamos en ir un mediodía de las tres jornadas que iba a permanecer por acá a degustar nuestra cocina.
Inmediatamente le propuse tres o cuatro buenos restaurantes, pero me pidió que esperase un momento y entonces me dijo que de los que le había propuesto ya había hechos reservas en diversos horarios, pero que en su lista de los que quería visitar (por cada día y cada hora de sentarse a la mesa) le estaba faltando uno. Allí fuimos.
Inmediatamente pensé en todo el bien que le han hecho Gastón Acurio y Astrid Gutsche a nuestro Perú. Su insistencia en dedicarse a una actividad poco explorada cuando se suponía que estudiaría “por lo menos derecho en las Europas”, su claridad y tenacidad para seguir haciendo “lo suyo” aunque no estuviera dentro del circuito de lo usual, su clarividencia en todo lo que se podía lograr en este país tan rico en sabores diversos y su sentido creativo para imaginar una cantidad de restaurantes del más distinto tipo, amén de su espíritu solidario para impulsar muchos establecimientos pequeños y hasta puestos de esquina donde se disfruta de la calidad nacional, lo distinguen sobradamente.
Que ha recibido muchas menciones honrosas, ¡sin duda! Es incluso embajador de la UNICEF, pero es bueno reiterarle nuestra gratitud. “Darle al César lo que es del César”, no ahorrar palabras de homenaje a quien se lo merece y no callar cuando se debe de reconocer, es una virtud que ayuda a un pueblo a consolidarse como tal, a disfrutar del éxito del prójimo y a no envidiarse unos a otros. ¿A cuántos Astrid y Gastón no les han dado sentido y agrandado su autoestima en lo que era y es su empleo de todos los días?
Con ellos y después de ellos han aparecido muchísimos artistas de la cocina que han alcanzado diversos premios mundiales, pero Gastón abrió trocha y todos ellos, Virgilio Martínez, Pedro Miguel Schiaffino, Marilú Madueño, Rafael Osterling, Micha Tsumura, Jaime Pesaque y muchísimos más, pero la tarea pionera le correspondió a Gastón.
Por ello, una buena manera de expresar nuestra gratitud y reconocimiento nacional sería el incorporar entre nuestros “peruanismos” el término de la “GASTONOMÍA”.