El juez Borea

Constitucionalista y exparlamentario se apresta a ocupar su plaza en una rebalanceada Corte Interamericana de Derechos Humanos.

por Edgar Mandujano

Hoy la Corte Interamericana de Derechos Humanos está de nuevo en el ojo de la tormenta peruana. Tras exigir al Estado peruano que deje sin efecto el dictamen parlamentario que permitiría la prescripción de los delitos de lesa humanidad cometidos antes de 2002, la presidenta Dina Boluarte y el titular del Congreso Alejandro Soto enviaron una carta al tribunal en la que rechazan la solicitud.  

Mientras las posiciones siguen en colisión, a partir del 1 de enero el constitucionalista Alberto Borea Odría aterriza como magistrado en la Corte. La candidatura peruana logró uno de los tres asientos vacantes. Los otros dos serán ocupados por el paraguayo Diego Moreno y el reelecto uruguayo Ricardo Pérez Manrique. Se trata de un importante giro, ya que quedaron por fuera los candidatos de los gobiernos mexicano y colombiano. Aunque el exparlamentario Borea sea cauteloso con sus términos, queda claro el cambio en el balance.    

–El último artículo de Javier Valle Riestra fue sobre su elección como juez de la Corte IDH. Ahonda en su exilio en Costa Rica, cuando fue abogado, y se refiere a las persecuciones eternas que se dan en el Perú. ¿Cómo lo tomó?  

Ha sido, naturalmente, un galardón impresionante. Siempre le estaré muy agradecido. A Javier lo conocí en el año 1976 y nunca dejamos de ser amigos. Fuimos socios en el ejercicio profesional, compañeros políticos e intelectuales, con las mismas inquietudes y creencias religiosas. Cuando le decía cómo era que leía tanto me respondió que nunca vería una foto suya en cócteles. Me decía que prefería estar con un libro que con un vaso. Se acostaba temprano porque era muy deportista. Se levantaba a las 04:30 para hacer ciclismo con Julio González y Tino Santander. Por cierto, en los últimos años tuvo la compañía de su esposa Rosario Denegri. Lo engrió y lo quiso.

–¿Esas largas persecuciones están de nuevo en debate?

Hay un principio fundamental que Javier blandió en mi defensa, precisamente por enfrentar a una dictadura. Y es que el ser humano es fundamentalmente un hombre libre. Libre, además, de sospechas. No puedes tener a la persona sujeta a sospechas eternas. Entonces el Estado tiene una posibilidad y una sola posibilidad, con su gran capacidad de recursos, de conseguir las pruebas para concluir si se cometió delito. Pero no puedes tenerlo hasta que San Juan baje el dedo y moverlo cada vez que tengas un problema político para perjudicarlo. Fue una jurisprudencia muy interesante que Javier obtuvo a nivel nacional e internacional.

–¿Cómo pretende abordar su labor en la Corte?

Un juez tiene que ser muy prudente para hablar. El juez habla a través de sus sentencias, que además deben ser breves. Deben decir lo esencial, donde no se ande filosofando sobre otros temas que no sean directamente materia del debate. No debes tener sentencias de 250 páginas. Cada caso debe ser estudiado de manera concreta. El juez no es una persona que va a dictar cátedra, sino que va a resolver asuntos específicos de la vida práctica de las personas y los países. Cuando quieres convertirte en legislador a partir de tu papel de juez es donde empiezan a generarse los problemas. Hay que ser muy consciente de cuál es el papel de un sistema internacional donde, a diferencia de un sistema nacional que está compuesto directamente por un pueblo que decide a través de su carta constitucional cuáles son sus valores y límites, en un organismo internacional las pautas las fijan los Estados que conforman la organización. Y uno no es un supra legislador. Ojalá que se pueda.

–¿Para usted Alberto Fujimori fue sentenciado por delitos de lesa humanidad?

Como ese tema se está discutiendo en la Corte y eventualmente en algún momento voy a tener que estar cerca, no participar, porque los jueces de la nación a la que corresponde el caso no participan en el tema, prefiero no opinar en este momento.

–Hay quienes dicen que el Perú no vive una democracia. ¿Cómo interpreta su elección en este momento? 

A mí no me parece, en general, que no vivamos en democracia. También me pronunciaré sobre ese tema dado el caso. Pero nunca me quedé callado y por lo mismo no puede decirse que mi elección se hizo sin conocer qué es lo que yo he hecho a lo largo de mi vida. Antes de cumplir 17 años salí a protestar el 3 de octubre del año 1968 contra el golpe de Velasco Alvarado en la plaza de San Martín. Hubo quienes tuvieron algunas objeciones con mi candidatura y por qué no. Una persona no es una monedita de oro, está sujeta a discusiones, debates.

–Hay quienes siguen proponiendo que el Perú debe salirse del Sistema Interamericano de Derechos Humanos.

Cuando en 1998 el gobierno dictatorial de aquel momento se quiso salir de la jurisdicción de la Corte, yo me opuse directamente dentro de la concepción que teníamos en el Foro Democrático. No puedes dejar al ciudadano frente al peligro de una dictadura que ahoga los derechos y desconoce los valores del ser humano. Pasó con la Alemania nazi y los países comunistas, específicamente con Stalin y Mao, que mataron a millones de personas. O sea que no es que los derechos humanos sean creación de una tendencia ideológica que apareció después. No es verdad.

–¿Que los Derechos Humanos se identifiquen con la izquierda?

Me acuerdo de las discusiones que he tenido en 1985 como diputado con Gustavo Espinoza y otros personajes. Los derechos humanos no nacieron de esa vertiente. Al contrario. En todo caso van generándose a lo largo del curso de la historia y un gran impulsor fue el cristianismo.

–Califica el gobierno de Fujimori como una dictadura. La línea de CARETAS, que en su momento expresó Enrique Zileri, es que no lo era, aunque al ser una “dictablanda” podía ser incluso más peligrosa.

Lo grave es que confunde. Mientras la dictadura no confunde porque es directamente perversa, la dictablanda se presenta con piel de cordero y es lobo. Te diría que fue un gobierno muy autoritario. Enrique fue un tipo importante en su concepción en lo escrito. Trataba de ser equilibrado. No quiere decir que haya sido un perfecto periodista, porque nadie lo es. Pero era un periodista de clara vocación independiente. Hoy tienes a muchos que se dicen independientes pero claramente están dentro de una concepción. Un cambio que podría darse sería decir que tal periodista o tal entrevistado adhieren a esta doctrina.

–¿Hay cada vez menos periodismo y más activismo?

Y eso marca una diferencia porque hay muchos casos de libertad de prensa en la Corte y va a haber oportunidades interesantes para resolverlos sobre los hechos. Como se conocen varios casos, se pretende hacer una especie de síntesis que después sirva para lo demás. Y yo sí creo que cada caso es singular. Me lo decía mi viejo maestro Aníbal Corvetto Vargas, cuya foto está acá acompañándome en el directorio, cada caso tiene que ser estudiado, aunque sea de una letra de cambio. Lo dijo Hans Kelsen: al supuesto jurídico de hecho que es la norma, se le aplica la consecuencia de derecho. Pero si el supuesto jurídico de hecho no está claramente establecido en la norma, entonces no puedes decir que este hecho se parece al otro. Se requiere exactitude y el diablo está en los detalles.

–¿Un abuso de la jurisprudencia?

Siempre puede haber abuso en el ejercicio de cualquier autoridad. Y precisamente por eso hay que estar muy consciente del rol que el juez cumple, que no es legislador, sino le toca interpretar las normas que han sido dadas por el legislador de ese sistema.

–¿Cómo evalúa el papel de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos?

Recibe las denuncias de las personas. Ellos las analizan y, de acuerdo a su criterio, presentan los casos a la Corte. Los otros que pueden presentar demandas ante la Corte son los Estados mismos, pero es muchísimo menos frecuente. Entonces ahí hay un filtro. Y por eso la Comisión tiene que tener un papel equilibrado y entender que los derechos humanos tienen que ser efectivamente compartidos por la mayoría de la población. No se trata de iluminaciones de tres o cuatro personas que piensen brillantemente y pretendan que ese pensamiento ya se convirtió por ese solo hecho o por inspiración divina en derecho humano.

–El anterior juez peruano en la Corte fue Diego García Sayán. ¿Ha sido el único?

El único. Y es el único caso en una corte continental que ha tenido dos miembros de una misma clase de derecho. Diego es compañero mío de universidad. Somos de la misma promoción. Hemos tenido los mismos profesores y además somos amigos. Tengo un gran aprecio por Diego. Es una persona discutida, como yo lo soy, pero más allá de eso, podemos divergir en algún caso pero eso no destroza lo que es fundamental en el ser humano, que es la tolerancia. Tenemos que ser tolerantes porque somos diversos.

–Muchos lo veían con un rol en las próximas elecciones. Ahora tendrá otro papel.  

Yo decidí hace tres años y siete meses exactamente, no participar en política electoral, no ser candidato de algo. Y eso fue por un pedido de mi hijo Alberto que, sentado en la silla donde está ahorita Víctor Chacón, me dijo: “Viejo, ya suficiente, tienes más de 55 años en esto, dedícate a las cosas en las cuales tu pensamiento te ayuda a crecer y no estés tan metido en tensiones que efectivamente te perjudican la presión”.

–Su hijo Alberto (fallecido en diciembre de 2020) fue un artista que se dejó llevar siempre por su musa, con una obra tan particular y personal.

Y tan contestataria también. Era un iconoclasta, un artista genial, pero bueno, me dijo eso. Entonces, cuando le pasó lo que le pasó, dije bueno, voy a seguir su pedido. Me decidí a tratar de formar a cuadros porque sí necesitamos tener gente formada políticamente para que no den palos de ciego cuando lleguen al poder. O como creían otros que cada cosa que hacían era histórica y terminas en 10 millones por ciento de inflación. Hay que ser más humilde. Luego vino un episodio de salud muy, malo y me salvé por poco de partir. Pasaron varios meses hasta que en eso un grupo de juristas muy importante me propuso ser candidato a la Corte Interamericana. Consulté con mi esposa y mi hija Constanza que está conmigo en el estudio y me dijeron de inmediato que lo haga. Y ahí comienza la campaña. Fue el 29 de febrero de este año. Ha sido violento.

–La OEA suele ser hoy un organismo polémico para algunos sectores, que resienten el multilateralismo y lo que interpretan como intromisiones. ¿Qué cree?

El Tratado Constitutivo de la OEA establece que los gobiernos tienen que estar regidos por un sistema de democracia representativa. Pero hay un enfrentamiento de principios dentro del propio estatuto organizativo. Por un lado está el fomento y la necesidad de estar en la democracia. Por otro se reafirma el principio de no intervención y soberanía.

–Un equilibrio complicado.

Es uno de los grandes retos que tiene la OEA en general y que debería de abordar. Estoy trabajando una tesis doctoral para la Universidad Complutense de Madrid justamente sobre esa dicotomía interesante.

–Fue parlamentario entre 1985 y 1992. Primero diputado, después senador. No fue tanto tiempo pero se le recuerda como parte de un Congreso paradigmático. ¿No es un período sobrevalorado en términos de temporalidad, cómo si el nivel del Congreso hubiera sido excelente siempre?

Me tocó ser diputado con Ramírez del Villar, Carlos Blancas. Senador con Javier Valle Riestra, con Sánchez, Felipe Osterling. El Senado del 90 fue uno de los mejores que ha tenido el Perú, excepción hecha de mí, por cierto. Era muy plural, estaba conformado por gente de mucho talento. Era superior a lo que se había dado antes.

–Peor pecado el de Fujimori que lo cerró…

En todo caso nos hubiera permitido construir hacia adelante. Tan equivocado estuvo que ahora ellos mismos entienden que tienen que regresar a la bicameralidad.

–Pero hay quienes piensan lo contrario. Que los Congresos son organizaciones arcaicas, atrasadas frente a las necesidades de la sociedad y los avances tecnológicos, y deben ser reformadas. ¿Qué opina?

Eso es una ilusión. Por decirlo de alguna manera, hoy hay poca solidez formativa. Pero las decisiones tienen que ser consecuencia de deliberaciones que implican, primero, preparación; segundo cambio de opinion; y tercero, reflexión. Eso no lo puedes hacer llegando a las seis de la tarde o con un cuestionario de preguntas. Tienes que mirar el gran universo que es el que debe mirar el político. La verdadera tarea del político es agregar intereses. En cambio, la tarea de las ONGs, grupos empresariales, religiosos o los que defienden animales es hacer avanzar su agenda, que es importante pero se vuelve más importante si la metes dentro de un todo. ¿Quienes hacen eso? Los políticos. Y por eso tienen que formarse, ir a la base, conversar con la sociedad. Y lo que importa a un político para poder representar bien, es escuchar a la gente y no a las encuestas. Sartori dice que las encuestas no tienen deliberación ni razonamiento, no recogen matices.

Nuestra entrevista anterior fue en febrero de 2022, cuando ya no quedaban dudas del desastre del gobierno de Castillo. ¿Estuvimos cerca del abismo?

Creo que el Perú se salvó de una dictadura muy grosera, del tipo de algunos países de la propia América Latina. Eso ha sido definido por la propia OEA. Si Castillo llegaba a modificar los mandos militares el 1 de enero hubiese sido mucho más difícil mantener el sistema democrático en el Perú.

–Los muertos de las protestas han marcado al actual gobierno. ¿Pero hay quienes subestiman lo que fue esa amenaza?

¿No veías cómo avanzaba? Todos los días quemaban instalaciones, unidades productivas, sacaban a la gente para que amenazara a otra gente. Veías cómo las autoridades convocaban para que vinieran con palos, con piedras y con todo, para asustar al resto de ciudadanos. Si eso es democracia, yo debo llamarme Bruce Lee. No hay ninguna relación entre eso y el sistema democrático.

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