
Por: Eduardo Bruce
El sistema electoral peruano es un pandemonio. A su ya compleja estructura legislada en desde el 2003 se le han sumado múltiples reformas que no han hecho otra cosa que configurar un escenario opaco, donde reinan el caos y la confusión, y donde fuerzas oscuras bien pueden estar “haciendo su agosto”. Una de las bases del problema es la ilusión de que los planillones de firmas daban legitimidad a franquicias disfrazadas de partidos para acceder al poder. Hoy la mayoría son más franquicias que partidos.
Viejos sobrevivientes y debutantes
De las 43 agrupaciones que participarán en las elecciones de 2026, solo 7 también compitieron en 2021: Fuerza Popular, Acción Popular, APP, Perú Libre, Renovación Popular, Juntos por el Perú y Podemos Perú. Dos partidos históricos, el APRA y el PPC, no pudieron hacerlo porque perdieron su inscripción al no superar la valla electoral. El resto son, en su gran mayoría, organizaciones nuevas o recién inscritas. El resultado es un mosaico de viejos sobrevivientes, retornos forzados y debutantes, que proyecta más incertidumbre que estabilidad.
La oportunidad perdida de las PASO
Entre los vaivenes de la legislación electoral, el mayor despropósito ha sido la eliminación de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO). Se trata de una suerte de eliminatoria, una consulta previa a toda la ciudadanía sobre los partidos inscritos. La idea era que mediante el voto universal se determinen dos cosas: uno, mediante un umbral de porcentaje de votos recibidos (5%) depurar la lista de partidos que participarían en las elecciones eliminando a los que no lleguen al umbral, y dos, elegir los candidatos de cada partido a las elecciones del 2026.
¿Un militante un voto para elegir candidatos?
Veamos primero el segundo objetivo. La elección universal de candidatos fue, desde el inicio, un objetivo impracticable. En un sistema político tan precario como el peruano, donde los partidos son cascarones y la militancia real es mínima, imponer la fórmula de “un militante, un voto” habría generado más caos que democracia. Las cúpulas partidarias, con todos sus defectos, cumplen al menos una función de contención: preservan cierta coherencia en la selección de candidatos y permiten sostener alianzas y estructura. Si ya es poco viable que los militantes elijan de manera ordenada, mucho menos lo es que lo haga toda la ciudadanía. No sorprende que las élites partidarias rechazaran las PASO; lo grave es que, al hacerlo, también enterraron la valla electoral, que era la única herramienta capaz de depurar la oferta política y reducir el festival de candidatos sin respaldo real.
La valla electoral: La depuración de candidatos que perdimos.
No hay duda que el gran problema de las elecciones venideras es la enorme cantidad de candidatos. Con mas de 40 en carrera, es imposible que la ciudadanía tenga forma de conocer las ofertas electorales y sopesar la idoneidad de cada uno de ellos.
Aquí es donde el ideal del “voto informado” se desploma. Ilustremos con un ejemplo lo que hubiera sido la aplicación de la valla. Asumamos que se hubieran mantenido las PASO y ese proceso electoral se estuviera efectuando ahora. Apliquemos los resultados de la reciente encuesta de Ipsos publicada por Perú21. El resultado ha sido 37% blanco/viciado/ninguno y 10% no precisa.
Al excluirlos, quedan 53% de votos, los que serían los válidos para efectos de nuestro ejercicio. Sobre esa base, Rafael López Aliaga alcanza 18.9%, Keiko Fujimori 15.1%, Mario Vizcarra 9.4%, Carlos Álvarez 7.5% y César Acuña 5.7%. Los de mas votación del resto; —Alfonso López Chau, Yonhy Lescano, George Forsyth, Phillip Butters, Rafael Belaúnde y Víctor Andrés García Belaúnde— quedan en 3.8% cada uno. No alcanzarían el umbral, aunque con un pequeño crecimiento podrían lograrlo.
Encuesta IPSOS – Setiembre 2025
“Si las elecciones fueran mañana”
Orden | Candidato | Votos Totales | Votos Válidos | Valla Electoral |
---|---|---|---|---|
1 | Rafael López Aliaga | 10% | 18.9% | Pasa |
2 | Keiko Fujimori | 8% | 15.1% | Pasa |
3 | Mario Vizcarra | 5% | 9.4% | Pasa |
4 | Carlos Álvarez | 4% | 7.5% | Pasa |
5 | César Acuña | 3% | 5.7% | Pasa |
6 | Alfonso López Chau | 2% | 3.8% | Puede pasar |
7 | Yonhy Lescano | 2% | 3.8% | Puede pasar |
8 | George Forsyth | 2% | 3.8% | Puede pasar |
9 | Phillip Butters | 2% | 3.8% | Puede pasar |
10 | Rafael Belaúnde | 2% | 3.8% | Puede pasar |
11 | Víctor A. García Belaúnde | 2% | 3.8% | Puede pasar |
– | Otros (*) | 11% | 20.8% | No pasan |
Total | 53% | 100.0% |
Bajo esta simulación, el menú electoral se reduciría de 43 partidos habilitados a entre 6 y 12 opciones reales. Una depuración significativa que, sin necesidad de proscripciones, habría concentrado la oferta en candidaturas con respaldo mínimo verificable.
Las PASO murieron antes de nacer. Las cúpulas partidarias se rebelaron ante la idea de abrir las internas a la ciudadanía y, en el camino, se llevaron de encuentro la única parte del mecanismo que sí era crucial: la valla del 5% para depurar la oferta. El resultado es evidente: rumbo al 2026, tenemos 43 partidos en carrera, la mayoría cascarones sin estructura ni militancia, más franquicias que organizaciones políticas.
Estampas de una caótica legislación electoral

El histórico APRA cerca de 11 mil militantes, entre ellos figuras como Pilar Nores y Javier Velásquez Quesquén, fueron borrados del padrón partidario no por deslealtad ideológica, sino por un enredo burocrático. El conflicto se originó tras el reemplazo del personero legal Juan Segundo Carlos Mejía por José Pimentel, quien solicitó anular todos los actos de su antecesor, incluidas las afiliaciones registradas durante su gestión. De un plumazo, miles de apristas quedaron en el limbo, hasta que el Jurado Nacional de Elecciones intervino y corrigió el despropósito, reincorporando a los militantes afectados por esta tragicómica disputa interna.

En Renovación Popular sus estatutos originales señalaban que la elección de candidatos debía realizarse mediante voto universal y secreto, abierto a militantes y ciudadanos en general. El partido intentó modificar esa regla para aplicar el sistema de delegados,pero un error de forma en el trámite lo dejó sin posibilidad real de elegir candidatos. El nudo se resolvió finalmente con una resolución de la Gerencia General de la ONPE que, en un trabalenguas jurídico, dictaminó que Renovación Popular podía elegir bajo la fórmula de “un militante, un voto.” La agrupación de Rafael López Aliaga se salvó de quedarse sin candidatos, pero quedó clara la precariedad con la que operan el marco legal electoral

Unidad Popular, el partido de Duberlí Rodríguez, es otro retrato del disparate electoral peruano. La agrupación quedó fuera por no cumplir un trámite en los plazos establecidos, pero un juez constitucional consideró que el calendario del JNE era opinable y ordenó inscribirla retroactivamente, como si los tiempos fueran de plastilina. Mientras el JNE defendía la seguridad jurídica y la firmeza de los cronogramas, el Poder Judicial intervino, multó a los magistrados electorales y repuso a Unidad Popular en carrera. El desenlace: un nuevo capítulo en el que la intromisión judicial en materia electoral no aporta certezas, sino que multiplica la confusión y acentúa el clima de caos