Control de daños: la Orden Ejecutiva de la Casa Blanca y Catar

La reciente medida de Washington fortalece la alianza con Catar en medio de tensiones crecientes en Medio Oriente y busca contener un posible reordenamiento de fuerzas en el Golfo.

por Edgar Mandujano

Por Hugo Alonso Contreras Velasco, B.A.*

La más reciente Orden Ejecutiva de la Casa Blanca que compromete a Washington a asistir al Estado de Catar ante cualquier amenaza de seguridad. Esta medida marca un nuevo capítulo de las relaciones catarí-estadounidenses. No obstante, la posición de la administración Trump podría ser un control de daños ante un distanciamiento entre los EE. UU. y los países del Golfo.

“Los Estados Unidos considerarán cualquier ataque armado al territorio, a la soberanía o a la infraestructura crítica del Estado de Catar como una amenaza para la seguridad y la paz en los Estados Unidos” – Con estas palabras, se resuelve en la sección 2 de la Orden Ejecutiva del 29 de septiembre de 2025 que los EE. UU. brindarán asistencia inmediata en materia de seguridad a Catar en caso de cualquier agresión. La norma se justifica en una profundización de la alianza catarí-estadounidense, en tanto Doha es considerado por Washington como un “Aliado Importante Extra-OTAN” desde el 2022.

La medida sigue una lógica evidente: los EE. UU. han buscado (y contado) con el apoyo de los principales países árabes desde la publicación del Plan de Paz para la Franja de Gaza. Las intenciones de Washington se hicieron evidentes cuando Donald Trump, quien vehementemente se posicionó en favor de Israel en la Asamblea General de la ONU, se reunió con importantes jefes de Estado de Medio Oriente y proclamó su negativa ante una posible anexión israelí de Cisjordania. Dentro de esta misma línea, en búsqueda de apoyos, Trump presionó al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, a disculparse con las autoridades cataríes por el reciente ataque a Doha.

Dentro de una perspectiva menos evidente, la orden ejecutiva parecería tener un rol menos coyuntural y tratarse de un control de daños frente a un posible distanciamiento entre el Golfo Pérsico y Washington. Stephen Walt, profesor de la Universidad de Harvard e importante analista y teórico neorrealista, señaló que el interés principal de los EE. UU. en Medio Oriente es la prevención de un hegemón en el Golfo y/o algún factor similar que pudiese interrumpir los flujos petroleros antes que garantizar el apoyo total a alguno de los países de la región. En tal sentido, la decisión más racional para Washington parece ser optar por una protección oficial a Catar.

Los EE. UU. se han caracterizado en los últimos años, especialmente durante la administración Trump, por adoptar una línea de apoyo casi incondicional a Tel Aviv. Esta decisión pasaba factura al entrar en conflicto con los intereses estratégicos de Washington en Medio Oriente. Semanas antes, las Fuerzas de Defensa Israelíes (IDF) bombardearon Doha en un ataque sin precedentes. El objetivo de la acción era eliminar a los enviados de Hamás que se encontraban en negociaciones con los EE. UU. bajo mediación catarí. Fuera de tener un efecto disuasorio sobre el resto de países de la región, el bombardeo a Doha contribuyó a un mayor aislamiento regional de Tel Aviv.

Egipto, primer país en normalizar las relaciones con Israel, consideró a Tel Aviv oficialmente como una amenaza inminente. Inclusive, El Cairo amenazó en la Asamblea General con revisar los Acuerdos de Camp David si el estado judío no modera su política exterior y propuso la creación de una “OTAN del Medio Oriente” para disuadir a Israel. Asimismo, el régimen iraní salió fortalecido al poder señalar a Israel como un estado agresor y peligroso para sus vecinos. Estos temores se concretaron con el reciente Acuerdo de Defensa Mutua entre Arabia Saudita y Pakistán, mismo que incluye a Riad dentro del paraguas nuclear pakistaní. Islamabad, entre tanto, ha ofrecido el uso de su capacidad disuasiva nuclear al resto de estados de la región frente a posibles acciones de Tel Aviv dentro del marco de la Organización para la Cooperación Islámica (OIC).

La idea de la “OTAN del Medio Oriente” frente a Israel y bajo la protección nuclear de Pakistán representa un auténtico dolor de cabeza para iniciativas logísticas como Corredor India-Medio Oriente-Europa (IMEC). Nada garantiza que estas alianzas no contravengan en interés principal de los EE. UU. en la zona: mantener las rutas petrolíferas en curso y prevenir posibles interruptores. En tal sentido, ante la posibilidad de más acuerdos bilaterales y/o de un acuerdo multilateral defensivo en Medio Oriente, las posibles reacciones de la región frente a una deriva belicista de parte de Tel Aviv representan un importante escollo para los intereses de Washington. Evitar un efecto dominó de temores hacia Israel tendría un valor estratégico más importante que apoyar incondicionalmente las acciones del estado judío.

En ese sentido, para Washington se hace fundamental evitar a toda costa que el Golfo considere alianzas militares independientes como única alternativa al ataque israelí. Dentro de esta lógica, la más reciente Orden Ejecutiva de la Casa Blanca pretendería utilizar el estatus de alianza catarí-estadounidense como un elemento disuasorio más atractivo que un alineamiento con poderes rivales o revisionistas que eventualmente puedan interrumpir el tránsito energético. Asimismo, comprometerse a la protección de un rival de Tel Aviv podría interpretarse como una acción de disciplinamiento y una señal de que los intereses nacionales de Washington tienen un mayor peso que la special relationship entre Israel y los EE. UU.

¿Surtirá efecto este control de daños? ¿O ya es demasiado tarde? La reciente deriva diplomática de Washington en Medio Oriente parecería tener los resultados esperados. Quizá con una garantía de seguridad de parte de los EE. UU. la segunda administración Trump pueda reflotar los logros de la primera en Medio Oriente.


*Estudiante de tercer ciclo de la maestría Economía Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Johannes Gutenberg de Maguncia.

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