En el Perú existen cuatro especies de camélidos. Dos silvestres: la vicuña y el guanaco, y dos domésticas: la alpaca y la llama. Cada una de ellas tiene una realidad diferente y particular. En algunos casos, la situación fue o es de alerta.
El caso más emblemático fue lo ocurrido con la vicuña en los años 70. Este camélido con la fibra más fina del mundo estuvo al borde de la extinción. De acuerdo a un estudio, solo quedaban 5000 ejemplares en los andes peruanos. El Perú hizo un convenio con países de la región y se desarrolló un plan andino de conservación. En la actualidad tenemos alrededor de 300 000. El problema ya no es el número poblacional sino “el manejo que no es el adecuado”, dice el médico veterinario Enrique Michaud, especialista en camélidos. Lo que está sucediendo es que en algunos casos se manejan en cercos como si fuera un animal doméstico lo cual es inadecuado y genera impactos en la población de vicuñas, en la genética de los animales y el medio ambiente.
De alguna manera lo que pasó con las vicuñas está sucediendo con las llamas, considerado el animal más importante durante el imperio incaico. No solo su fibra y carne era valorada, sino que fueron seleccionadas para que sean animales de carga. Esto permitió el desarrollo y la integración de la economía prehispánica porque hizo posible el movimiento de productos de una zona ecológica a otra para el trueque a lo largo de todo el imperio.
Lo bueno de este camélido sudamericano es que, a diferencia de la vaca o de las ovejas, la llama no tiene casco y por ende no erosiona tanto el suelo. “Tiene un caminar de doncella”, dice Kalmex Ramos, vicepresidente de la comunidad campesina San Pedro de Racco en Cerro de Pasco. Las patas de la llama “tienen una almohadilla plantar que parece una zapatilla muy liviana”.
La llama, al igual que la alpaca es un animal domesticado por el hombre andino. La diferencia está en que, actualmente, el dueño de un rebaño de alpacas tiene la posibilidad de generar mayores ingresos con la venta de la fibra de alpaca, que con la llama.
Y a pesar del rol que tradicionalmente han tenido, esto se está perdiendo. Una de las principales razones es que la población en las zonas andinas está envejeciendo y empobreciendo. Los jóvenes migran hacia las ciudades esperanzados, buscando una vida mejor. “Las llamas están desapareciendo porque ya no se le utiliza como transporte y a diferencia de otros animales como el pollo o la vaca, la carne vale muy poco”, señala Michaud.
Por esto es que hace dos años, la documentalista peruana, Delia Ackerman, decidió comenzar su trabajo de campo para saber cuál es la verdadera situación de las llamas. El camino es largo porque como profesional independiente está en el proceso de conseguir el financiamiento para poder lograrlo.
Su última película “Hatun Phaqcha – Tierra sana” (2022) donde rinde homenaje a las personas que mantienen vigentes los conocimientos ancestrales de los Andes, ganó importantes premios en festivales a nivel internacional.
Con la película ‘El Llamado de la Llama’, Ackerman busca lanzar una alerta “sobre el drama de las llamas y las familias llameras en el Perú”. “Buscamos descubrir el porqué del declive de la población de las llamas en el país, exponer, para su valorización, las actividades innovadoras, sostenibles y rentables, desarrolladas con éxito en otros países”.
La idea original de la película fue del antropólogo Alejandro Camino. Él es testigo de cómo en muchos países del mundo, desde Estados Unidos hasta Nueva Zelanda, “hay un boom por la crianza de llamas”.
Camino ha identificado al menos 19 usos de cómo podemos sacar provecho de las llamas. Esto va desde aprovechar un kilo de excremento para abonar los campos de cultivo hasta lo que la Universidad de Texas viene estudiando porque están convencidos que estos anticuerpos de llama, conocidos como VHH, son capaces de neutralizar los anteriores coronavirus MERS-CoV y SARS-CoV-1.
Ya en Europa y Estados Unidos se están usando las llamas no solo para sesiones de terapia, sino que “en las granjas de ovinos tiene llamas para que alerten y espanten a los zorros”. Por otro lado, “en Japón se alquilan las llamas para disfrazarlas, una de hombre y otra de mujer, y son un éxito en los matrimonios”.
Así como la alpaca, las llamas están siendo criadas en diferentes partes el mundo, en cambio en el Perú el problema de su mala situación está invisible. Muchas de las que existen están enfermas por el abandono o la falta de alimento.
Antes que sea muy tarde, Camino está buscando que el documental “nos dé una cachetada porque ya es típico que los recursos naturales que tenemos en el Perú terminen en manos de otros, simplemente porque aquí se desprecian o no se conocen”. Eso es preocupante. ¡Hagamos algo!