Policía sufre daño cerebral irreversible tras ser forzado a limpiar ventanas en comisaría

Joven suboficial de 25 años sufre daño cerebral tras caer 4 metros en dependencia policial de SJM, obligado a limpiar sin seguridad. Familia exige justicia.

por editorweb@caretas.com.pe
Roger Quispe

Roger Quispe Arana, un joven suboficial de tercera de la Policía Nacional del Perú, sufrió daño cerebral severo e irreversible tras caer desde el primer piso hasta el sótano de la comisaría Pamplona 2, en San Juan de Miraflores. El trágico incidente ocurrió mientras el agente, de tan solo 25 años, cumplía una orden directa de su superior para limpiar ventanas, una labor completamente ajena a sus funciones policiales y expresamente prohibida por la normativa institucional. Este hecho ha dejado a Quispe en un estado de dependencia total y ha puesto en evidencia una serie de irregularidades y negligencias dentro de la institución.

La vida de Roger dio un giro devastador el día del accidente. Su familia relata que el joven, quien ingresó a la PNP con la ilusión de forjar una carrera, ahora requiere asistencia permanente para las tareas más básicas como alimentarse, comunicarse y moverse. Su condición ha retrocedido a un estado infantil, afectando su conducta, movimientos y comprensión del entorno. A pesar de su grave estado, cuando ve su uniforme, intenta reincorporarse a un trabajo que ya no puede ejercer, un conmovedor reflejo de la identidad que conservaba antes de la caída.

La orden indebida y sus consecuencias

El día de la tragedia, los agentes de la comisaría Pamplona 2 recibieron una inusual instrucción: presentarse con ropa deportiva. Minutos después, la oficial a cargo dispuso que varios suboficiales, ante la ausencia de público, se dedicaran a labores de aseo. Roger Quispe, quien estaba asignado a la sección Familia, escuchó entonces la orden que sellaría su destino: limpiar ventanas ubicadas en la zona del tragaluz de la dependencia policial.

Las investigaciones fiscales han revelado que el suboficial no contaba con equipos de seguridad ni preparación alguna para realizar tareas de esa índole. La normativa vigente en la Policía Nacional del Perú es clara y prohíbe explícitamente que los suboficiales realicen actividades ajenas al servicio policial, como el mantenimiento de ambientes o la limpieza de superficies. A pesar de esta prohibición, la orden se mantuvo, y Quispe subió a la estructura interna del tragaluz sin ninguna protección.

Poco después de comenzar la limpieza, el suboficial perdió el equilibrio y cayó al sótano, una altura cercana a los cuatro metros. Sus compañeros lo encontraron inmóvil, sangrando por los ojos, la nariz y los oídos. Ante la demora de una ambulancia, lo envolvieron en una frazada y lo trasladaron de urgencia en la tolva de un patrullero al Hospital María Auxiliadora, en un intento desesperado por salvar su vida.

Una investigación con contradicciones

Inicialmente, la familia de Roger recibió un aviso que hablaba de un supuesto accidente de tránsito, una versión que nunca coincidió con la asignación del suboficial ese día ni con la gravedad de sus lesiones. Con el avance de las pesquisas, surgieron contradicciones en la declaración de la oficial investigada, quien afirmó que el suboficial se habría arrojado voluntariamente. Sin embargo, esta versión fue desmentida por los testimonios de los nueve policías que ofrecieron declaración, ninguno de los cuales respaldó la idea de un juego previo o un reto entre colegas.

El diagnóstico médico confirmó la magnitud de la tragedia: traumatismo craneoencefálico severo, fractura de cráneo y hemorragia interna. Las consecuencias fueron inmediatas y devastadoras: el lado derecho de su cuerpo dejó de responder, perdió el habla y su memoria quedó fragmentada. Hoy, Roger pronuncia solo unas pocas palabras que su familia interpreta para entender sus necesidades, y requiere vigilancia las 24 horas del día, así como apoyo constante para todas sus actividades básicas.

A pesar del crítico deterioro físico y cognitivo de Roger, la atención institucional llegó con demoras significativas. Su control en el hospital policial estaba programado para cinco meses después de su alta, aunque un comité externo logró adelantar la cita. La familia de Quispe señala que aún necesita una placa de titanio y atención médica especializada y constante. Mientras esperan respuestas y apoyo de la institución, continúan cubriendo los elevados costos de sus cuidados y gastos, que superan ampliamente sus ingresos.

La capitana que presuntamente ordenó las labores de limpieza ahora enfrenta una denuncia por abuso de autoridad y lesiones graves. La investigación cuenta con testimonios que coinciden en que el suboficial realizaba una tarea no autorizada y que no hubo ninguna conducta temeraria previa a la caída. Los padres de Roger Quispe exigen que la institución asuma plenamente lo ocurrido, brinde la atención integral y continua que su hijo necesita y reconozca el impacto devastador de una orden indebida que ha cambiado por completo la vida de su hijo.

En la comisaría Pamplona 2, las ventanas que Roger Quispe intentaba limpiar el día del accidente permanecen sucias, un mudo testimonio de la tragedia. Mientras tanto, su familia sigue adaptando su rutina para cuidar al joven que soñaba con una carrera policial y que ahora enfrenta un daño irreversible, ocasionado en el mismo lugar donde debía servir y proteger.

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