Por: Sebastián Zileri Dougall con la colaboración del Teniente General FAP Gregorio Mendiola Lomparte, General EP (r) César Astudillo Salcedo, Coronel EP Carlos Enrique Freyre Zamudio, Capitán de Navío (r) y doctor en historia John Rodríguez Asti.
El avión A-37 caía de cabeza en tirabuzón, llevándose a su muerte a sus pilotos, el Capitán FAP Gregorio Mendiola Lomparte, “Garra”, y el Comandante FAP Hilario Valladares Zegarra, “Fiera”.
El sol se encontraba en su punto más alto en ese caluroso día del 10 de febrero de 1995, durante el Conflicto del Cenepa, y la misión de los pilotos de caza ya había sido cumplida: lanzar dos bombas de 250 libras sobre las posiciones del Ejército Ecuatoriano, muy cerca de Falso Tiwinza y Falso Cueva de los Tayos, enquistados en la frontera norte del territorio peruano.
Tras el bombardeo, los pilotos ascienden y giran a la izquierda para regresar a la Base Aérea en Piura, pero Mendiola nota dos puntitos a lo lejos y acercándose en ascenso desde el noreste.
Mendiola percibe a la distancia que eran aviones ecuatorianos que venían a interceptarlos e instruye a su copiloto a que los vigile. Se trataba de dos aviones Kfir con una capacidad para volar a una velocidad de Mach 1.9 (más de 2,200 km/h), mientras que el A-37 apenas lograba un máximo de Mach 0.67 (apenas superando los 800 km/h).
Al ver que no podrían escapar, Mendiola maniobra su avión y se dirige a encarar de frente a los aviones enemigos. Estos se separan, el primero de ellos se engancha en el combate oblicuo y el segundo sube a la percha, manteniéndose en posición de ventaja.
Los segundos transcurren en el combate aéreo, donde el A-37 tenía ligera ventaja inicial de poder realizar giros más cerrados al volar más despacio, pero esta era una ventaja que no le compraba mucho tiempo.
El otro avión ecuatoriano continuaba en posición también de ataque desde arriba, pero no podía disparar porque sus misiles eran guiados hacia el calor emitido por el motor de los aviones y, dado que los Kfir producían más calor, el misil podría darle a su compañero.
Finalmente, luego de tres giros, el A-37 va perdiendo energía y su posición favorable, situación que permite al Kfir que los perseguía ubicarse en posición para disparar y lanza su misil aire-aire.

Mendiola, al ver el fogonazo del misil que se desprende del ala izquierda del Kfir y que se dirige hacia ellos, le dice a su copiloto: “Nos dispararon un misil, atento”. No tenían más de diez segundos para sentir el impacto.
Mendiola incrementa el banqueo, continúa girando y observando el misil hasta perderlo de vista en la posición de las 5 (ángulo posterior) y empieza a contar “mil uno, mil dos, mil tres…”, jala la palanca de mando al máximo, intentando eludir el impacto y con la esperanza de ver el proyectil seguirse de largo por el otro lado.
Lamentablemente, el misil tenía la capacidad de explotar sin impactar por su espoleta de proximidad, por lo que estalla, enviando sus esquirlas como proyectiles y averiando la cola del avión.
Mendiola y Valladares sienten el violento sacudón que catapulta su avión hacia adelante, y Mendiola se percata de que su palanca está muerta. Se ha perdido control de alerones, elevador y timón de dirección; el avión se ha vuelto ingobernable y se va a pique.
Catorce años antes, en 1981, durante el segundo gobierno de Fernando Belaúnde, el Perú había logrado expulsar a los invasores ecuatorianos del puesto Falso Paquisha.
Cuarenta años más atrás, tuvimos la guerra del 41. En aquella oportunidad nace la gloria de nuestro héroe José Abelardo Quiñones.
“Todo ser humano tiene en el camino su pedestal de héroe,
solamente hace falta que cuando llegue el momento
tenga el valor suficiente para subirse a él.” José Abelardo Quiñones
En este primer conflicto, el Perú llegó a conquistar gran parte del territorio ecuatoriano bajo el comando del General EP Eloy G. Ureta Montehermoso, dando lugar a una de las campañas militares más exitosas del siglo pasado en América del Sur, logro militar por el cual el Perú le debe un mayor reconocimiento.
Sin embargo, en un acto de nobleza, tras la firma del Protocolo de Paz en 1942, el presidente del Perú, Manuel Prado Ugarteche, ordena el retiro de nuestras tropas de estos territorios, mostrando que no teníamos ninguna pretensión expansionista. Tan generoso fue este gesto que ni siquiera se le exigió a Ecuador una compensación por los gastos de guerra que su invasión nos había generado.
Volviendo al conflicto del Cenepa, mientras las tropas del Ejército Peruano avanzaban por tierra, entre las cuales se encontraba una patrulla de las Fuerzas Especiales al mando del Mayor César Astudillo Salcedo, veían volar sobre sus cabezas nuestros aviones hacia sus objetivos más adelante.
Esto les daba una mezcla de seguridad y orgullo al ver a sus pares aviadores abriéndoles trocha más adelante, en especial, tomando en cuenta que el 2 de febrero el Capitán de Infantería EP Marko Jara Schenone había ofrendado su vida en su acercamiento por tierra a la falsa Base Sur, mientras iba como punta de lanza de su patrulla.

El 6 de febrero, el Mayor FAP Percy Phillips Cuba piloteó un Canberra, acompañado del Capitán FAP Miguel Alegre Rodríguez. Su misión fue bombardear la Cueva de los Tayos, Base Sur y Tiwinza, donde se encontraban parapetadas las tropas ecuatorianas infiltradas. Cumplida la misión, inician el retorno, pero nunca llegaron a su destino.
El 7 de febrero, el Coronel FAP Marco Antonio Schenone Oliva, junto al Capitán Raúl Vera Collahuazo y el Técnico de Tercera Erick Gilberto Díaz Cabrel, fallecen cuando su helicóptero Mi-25 fue impactado por misiles antiaéreos luego de haber realizado su misión de ataque.
A estos héroes de la Fuerza Aérea se les conoce como “Los Siete del Cenepa” y se suman a otros héroes del Ejército que murieron o quedaron mutilados por las minas antipersonales.
Aquel día heroico del 10 de febrero, el Perú pierde dos aviones más. Estos aviones monoplazas Sukhoi SU-22M fueron derribados por artillería antiaérea en circunstancias en que bombardeaban posiciones enemigas en la zona de la falsa Base Tiwinza, muriendo ambos pilotos, el comandante Víctor Maldonado Begazo y el Mayor Enrique Caballero Orrego.
La esposa de Mendiola, Marianella, con quien tenía una hija de siete meses, María Lucía, recibe la llamada telefónica que ninguna esposa de militar quiere recibir. Ciertamente, fueron días dramáticos y mucho heroísmo para nuestras FFAA.
Horas antes, aún en el aire y con el avión de cabeza, Mendiola instruye a su copiloto a eyectarse, pero este no reaccionaba. Mendiola decide jalar la maneta de eyección que expulsaría el canopy (la cúpula de policarbonato que cubre la cabina), causando que entrara una gran turbulencia de aire que despabiló a Valladares, quien se eyectó de inmediato.
Al ver que su copiloto ya estaba seguro y quedando pocos segundos para el impacto, Mendiola también se eyecta de cabeza hacia el terreno.

Inmediatamente se abre el pequeño paracaídas estabilizador que corrige su posición y luego se abre el paracaídas principal que necesitaba para sobrevivir. El asiento se desprende y Mendiola busca en el cielo a su compañero. Finalmente, lo ve unos 100 metros más arriba, dado que, al eyectarse antes, su paracaídas se había abierto primero.
Algo distanciados por el viento, logra ver que Valladares caería en una quebrada cerca al río. Mendiola termina en zona elevada de la Cordillera del Cóndor, enredado en las ramas de un árbol, algo golpeado pero aún ileso.
Al ver que estaba a unos tres metros del terreno, se desliza por el lado izquierdo, jalando las cuerdas del paracaídas para terminar en tierra de manera segura.
Dado que no le era útil, se deshace del peso de su bote salvavidas, lo entierra junto al paracaídas bajo hojas secas y comienza a caminar con rumbo al suroeste.
Pasan unas cinco horas en las que caminó por el cauce de pequeños ríos afluentes del río Cenepa, con el agua hasta las rodillas. A eso de las 5:40 pm es divisado por un grupo de soldados que estaban recogiendo agua del río, quienes llaman su atención con un silbido. Levanta las manos en señal de no tener intención agresiva.
Mendiola había tomado la precaución de arrancar de su uniforme toda insignia que pudiera servir al enemigo para identificar su unidad y rango, ya que al interrogarlo y torturarlo podían sacarle información que pondría en riesgo a nuestras unidades.
Estando un poco más cerca, logró notar que el uniforme era de color verde entero. Mientras que un ejército usaba el color verde entero, el adversario contaba con un diseño de camuflaje. Esta patrulla era de los nuestros.
No pudiendo confirmar su identidad, fue conducido por la patrulla al puesto de comando, donde fue interrogado. Teniendo la certeza de estar entre compatriotas, Mendiola da suficiente información que confirma que es peruano.
El oficial a cargo del puesto le asigna un yachi, un nativo que colaboraba con el ejército y que, al ser conocedor del lugar, le serviría de guía. Caminaron unas tres horas más hasta que llegaron al PV-1, cuyo jefe era el Coronel EP Roberto Chiabra León.
Al amanecer del siguiente día, es transportado en helicóptero a otra base, mientras que en Piura se comienza a correr la voz de que Mendiola había sobrevivido, pero que estaba en cirugía. No era cirugía, estaba en la localidad de Ciro Alegría, pero por la calidad de las comunicaciones, había habido un malentendido.
La fortuna de haber sobrevivido a esta experiencia no es algo de lo que se jacte. Al igual que otros compañeros que dieron sus vidas sin vacilar, Mendiola y Valladares habían partido esa mañana con el mismo arrojo, encontrando que el destino les tenía preparada otra suerte.
Treinta años después, el ahora Teniente General FAP Gregorio César Mendiola Lomparte es el actual Director General de Educación y Doctrina de la Fuerza Aérea, entidad a cargo del Programa de Gestión Estratégica del Poder Aeroespacial y Ciberespacio (PROGEPAC), que convoca a oficiales de otras instituciones militares, policiales y civiles, para difundir las múltiples capacidades de la FAP y las actividades que realizan a diario para la defensa de los intereses nacionales, en la Defensa Civil y su contribución al Desarrollo Nacional.
Aunque el Perú declara unilateralmente el cese del fuego el día 13 de febrero, continuaron habiendo algunos enfrentamientos hasta que los países garantes del Protocolo de Río de Janeiro, firmado en 1942 (Estados Unidos, Argentina, Brasil y Chile), intervinieron para lograr que las partes firmen la Declaratoria de Paz de Itamaraty el 17 de febrero, lo que condujo al cese definitivo de hostilidades el 28 de febrero.
El tenso proceso que se inició a partir de ese momento perduró hasta el año 1998, en que finalmente se firma el Acuerdo de Brasilia, donde se termina por delimitar la frontera.
La firma de este acuerdo se hace en el contexto en que el Perú contaba con su flota aérea incrementada en 18 aviones interceptores MIG-29 y 18 aviones de ataque a tierra SU-25.
En la operación secreta denominada Operación Vulcano, entre 1995 y 1996, el Perú envió un grupo de pilotos y mecánicos a Bielorrusia para entrenarse en el vuelo y mantenimiento de estos aviones, que llegaron al Perú en 1997.
Aunque este proceso de compra fue posteriormente cuestionado, implicó el respaldo de una fuerza militar fortalecida que permitió al Perú sentarse a la mesa de negociación con la sólida resolución de exigir que se respete la integridad de nuestro territorio. Para entonces, Ecuador estaba en una desventaja militar marcada que no le permitía seguir aspirando a tomar territorio peruano.

En el siglo XXI, se prevé que muchos de los conflictos puedan estar motivados por la escasez de agua, situación de la cual nuestra región no es ajena. De hecho, en las últimas semanas hubo un conflicto menor entre pobladores y policías peruanos con pobladores y militares ecuatorianos por la desviación del caudal del río Canchis en el distrito fronterizo de Namballe.
Esto ha sido motivado por la sequía que el país del norte está atravesando. Los soldados ecuatorianos llegaron a lanzar bombas lacrimógenas y dispararon armas de fuego para amedrentar a los peruanos. Felizmente, la situación ha sido resuelta de manera diplomática.
Sin embargo, si a eso le sumamos obras de gran envergadura, como el puerto de Chancay, que le quitará protagonismo comercial a nuestros vecinos, es necesario que las FFAA mantengan una capacidad disuasiva y de respuesta efectiva en caso de que los vaivenes políticos o sociales empujen a un vecino a afectar nuestros intereses.
Es necesario que las FFAA mantengan una capacidad disuasiva y de respuesta efectiva para proteger nuestros intereses nacionales.
A los escenarios de tierra, mar y aire, en los que tradicionalmente se libran las batallas, ahora se le suma el ciberespacio. Los tres primeros están, por ahora, relativamente tranquilos, pero el ciberespacio es ya un espacio de guerra muy activo en todo el mundo.
Si no son los hackers que sabotean servidores, son los secuestradores de información que extorsionan a gobiernos y entidades públicas o privadas a cambio de grandes sumas de dinero.
También están los trolls que difunden por todos los medios información falsa, sesgada o distractora con el fin de atender intereses particulares.
La ingenuidad o exceso de confianza en potenciales adversarios puede ser nefasta.
La Fuerza Aérea del Perú, al igual que la Marina de Guerra, el Ejército y la Policía Nacional, son parte de un sistema nacional de inteligencia que está activamente monitoreando y combatiendo en el ciberespacio todos los días.
En la doctrina militar, para ser disuasivos, es necesario que el adversario potencial vea que nuestras FFAA están debidamente equipadas, entrenadas y con la moral dispuesta para defender nuestros intereses.

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