Menstruación y desigualdad: la deuda pendiente con niñas y adolescentes en América Latina

En América Latina, donde miles de niñas y adolescentes carecen de información, productos y condiciones adecuadas, la menstruación sigue siendo un factor de desigualdad que se vive entre el miedo, el estigma y la exclusión.

por Edgar Mandujano

Cuando Kiara, una adolescente de 17 años, tuvo su primera menstruación, sintió “miedo, más que nada”. Como ella, una de cada diez niñas en Perú creyó que le estaba pasando algo grave o que se estaba muriendo (Naciones Unidas 2022). La falta de información y la precariedad de los servicios sanitarios hacen que lo que debería ser una experiencia natural y acompañada se convierta, con demasiada frecuencia, en una vivencia de soledad y vergüenza.

Para la organización de desarrollo humanitario World Vision, lejos de ser un asunto privado o “íntimo”, la menstruación revela una desigualdad estructural con consecuencias profundas. Naciones Unidas alerta que en Perú una de cada tres estudiantes falta al colegio durante su periodo. En Ecuador, más de la mitad de alumnas nunca ha recibido una clase sobre salud menstrual. En Bolivia, la mayoría de adolescentes no ha sido orientada sobre los cambios de la pubertad. La falta de políticas públicas que reconozcan que menstruar no debe ser un obstáculo para aprender, participar o vivir con dignidad es el patrón en la región.

El acceso a productos de gestión menstrual, como toallas higiénicas o copas menstruales, no está garantizado en la mayoría de países de América Latina, donde solo 9 de 31 los consideran artículos de primera necesidad. “Eso significa que niñas, adolescentes y mujeres en situación de pobreza o viviendo en zonas rurales -muchas veces sin baños dignos, agua potable o condiciones mínimas de saneamiento- enfrentan barreras materiales para gestionar su menstruación de forma segura”, agrega Cristina Carvallo, especialista de Género e Inclusión Social de World Vision Bloque Andino (Perú, Ecuador y Bolivia) + Chile.

En Chile adolescentes migrantes en contextos de pobreza reconocen haber recurrido a trapos o papel por no poder pagar productos adecuados. En campamentos sin agua, donde tampoco hay privacidad, menstruar es un desafío diario que expone a infecciones y alimenta la vergüenza.

La especialista de World Vision enfatiza que muchas niñas faltan a la escuela no solo por dolor o falta de productos, sino por miedo a mancharse, a las burlas o al juicio de su entorno. Esa ausencia mensual se traduce en aprendizajes perdidos, autoestima golpeada y participación limitada. Cuando la menstruación se convierte en motivo de exclusión, estamos fallando como sociedades.

A propósito del Día Mundial de la Higiene Menstrual, World Vision hace un llamado a la reflexión de que la gestión menstrual digna no puede seguir siendo un privilegio. “El problema es no hablarlo, no incluirlo en presupuestos públicos. Necesitamos garantizar acceso a servicios, productos e información adecuada”, refiere Carvallo.

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