La COP 28 encierra una paradoja. Y es que la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de este año, que irá del 30 de noviembre al 12 de diciembre, se realizará en Dubai, el epicentro petrolero del mundo. Ocurre que uno de los puntos clave a tratar en el cónclave del ambiente es el de la aceleración de la transición energética como núcleo del objetivo de limitar el aumento de la temperatura del planeta en 1,5 grados centígrados para el 2050.
La meta de la descarbonización planetaria es un hecho. En total, 72 países que equivalen a cuatro quintas partes de las emisiones globales, se han comprometido a emisiones cero para esa fecha. De acuerdo al think tank Comisión de Transición Energética, para llegar a cumplir con los números al 2050, se requerirá multiplicar por 15 la capacidad de energía eólica, por 25 la de energía solar, triplicar la red de transmisión eléctrica y contar con 60 veces la actual flota global de vehículos eléctricos.
Minerales críticos para autos eléctricos están en la cartera que el Perú le ofrece al mundo.
El efecto en la demanda de los metales necesarios para implementar la descarbonización será exponencial. El cobre, en particular, es un ingrediente clave en la fabricación de autos eléctricos (cuatro veces más cobre que los gasolineros) y transmisión de energías alternativas (una planta eólica requiere seis veces el metal que una propulsada a gas).
Último boom de los minerales duró 10 años. Este puede extenderse por más de 25.
En consecuencia, para el 2030, a la vuelta de la esquina, la demanda de cobre, níquel, litio y grafito pueden aumentar hasta el 70%. Un mundo carbono neutral requerirá 35 millones de toneladas métricas al año, según predice la Agencia Internacional de Energía. Y si se añade el aluminio y acero, el volumen sería de 6.5 billones de toneladas métricas anuales.
Se avecina un boom de metales verdes que tiene perspectivas de ser mucho más extendido y sostenible que el boom de materias primas -sobre todo acero, petróleo y carbón del que se benefició el Perú en la década de 2000. Ese período fue impulsado primordialmente por la industrialización china, que se desaceleró a mediados de 2010 a medida que la construcción de fábricas se redujo. En cambio, la transición energética se extenderá al menos por un cuarto de siglo, si se toman en cuenta las metas al 2050. Además, ocurre que las tecnologías limpias demandan mucho más mineral que la industrialización “sucia” que aún caracterizó el salto del dragón chino.
A pesar de postergación en el Perú, el mundo camina hacia las energías renovables y el sector minero también.
El Perú produce ocho de los minerales críticos para la transición energética: cobre, hierro, plomo, molibdeno, plata, zinc, indio y grafito (recordar que el acero es en realidad una aleación de hierro con carbono).
Estas proyecciones tienen efecto aquí y ahora. En meses recientes se han producido tres acuerdos claves: en agosto, Gran Bretaña y Zambia firmaron por US$3.7 billones de inversiones en energías limpias y minerales críticos, el mismo mes Japón y Namibia se comprometieron a realizar exploración e inversión conjunta en metales raros, y en julio Chile y la Unión Europea firmaron un memorando de entendimiento para profundizar la cooperación en el campo de las cadenas de valor de materias primas sostenibles, necesarias para la transición energética. Chilenos y europeos son desde ya socios estratégicos para garantizar los suministros de la descarbonización.
Litio, crucial para las nuevas baterías, a la espera de explotación en el país.
¿Y el Perú? Un reciente artículo de The Economist cita la simulación del banco Liberum Capital, que sugiere que un paro minero aquí podría precipitar un déficit de producción global de cobre de entre 5 % y 15 %.
Mientras que los competidores del Perú aseguran el mercado para su producción minera en los próximos años, el país es percibido con cada vez más desconfianza. Otro pasivo, por ahora, es el lento avance de las energías renovables. La minería y el procesamiento de minerales demandan mucha energía, y de ahí los conflictos en torno al uso del agua. El caso de Quellaveco, que es la primera mina del país que usa el 100 % de su energía de fuentes renovables, está a la vanguardia.
Chilenos y europeos son socios para garantizar los suministros de la descarbonización.
Pero mientras en Brasil las renovables equivalen al 45 % de su torta energética total, el Perú apenas llegó al 5,5 % en 2022, lastrado por la falta de decisión política en el Congreso para que los proyectos eólicos y solares ingresen a competir en las licitaciones de manera equitativa con las fuentes tradicionales.
Liberum Capital sugiere que un paro minero aquí podría precipitar un déficit de producción global de cobre de entre 5 % y 15 %.
Entre las pocas buenas noticias originadas en el sector público está el permiso otorgado en junio a American Lithium Corp., con sede en Canadá, para explorar reservas adicionales de litio en Falchani en Carabaya, Puno. Según Ulises Solís, gerente general de la empresa en el Perú, Macusani Yellocake, el país tiene suficientes reservas para superar a Argentina y Chile en producción de litio, con lo que el “triángulo” del litio, que esos dos países conforman con Bolivia, pasaría a ser un cuadrilátero. El inicio de la producción de Falchani se calcula para fines de 2025 o inicios de 2026.
Al momento, el Perú no produce litio, que es el componente fundamental para las baterías de los autos eléctricos. ¿Podrá el país volver a arrancar la locomotora?