En los últimos años, cada vez que ocurre un terremoto de gran magnitud, las redes sociales se inundan de consejos, advertencias y recomendaciones de usuarios bienintencionados. Uno de los más compartidos es el llamado Triángulo de la Vida, una técnica de supervivencia que, a simple vista, parece lógica: si un techo colapsa, los objetos pesados como muebles o electrodomésticos no se comprimen del todo y podrían crear un espacio vacío a su lado. Si uno logra ubicarse allí, tendría chances de sobrevivir. Pero hay un problema: la técnica no es segura. Y según expertos internacionales, su uso podría poner en riesgo más vidas de las que pretende salvar.
Lo que pocos saben —o no quieren aceptar— es que el Triángulo de la Vida nunca fue avalado por la comunidad científica ni por organismos de defensa civil reconocidos. De hecho, instituciones como el Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS) y la Cruz Roja Americana han advertido en más de una ocasión que esta técnica, lejos de ofrecer garantías, ignora los principios básicos de cómo se comportan los edificios modernos durante un sismo. Aun así, su popularidad sigue creciendo, especialmente en países como el Perú, donde el miedo colectivo —alimentado por la desinformación— hace que la gente abrace cualquier esperanza de protección.
La fórmula que no encaja
El Triángulo de la Vida fue promovido por Doug Copp, un autodenominado experto en rescate que ganó notoriedad en los años 90. Su teoría se basa en que, cuando un edificio colapsa, los objetos grandes no son aplastados por completo y, por lo tanto, se forma un “triángulo” de espacio vacío a su alrededor. Según esta lógica, en lugar de meterse debajo de una mesa, uno debería acostarse al costado de un mueble robusto, lo suficientemente grande como para resistir parcialmente el peso de los escombros.
Pero esa idea parte de una suposición muy específica: el colapso total de un edificio, como en un terremoto en zonas de guerra o en edificaciones de adobe. “Eso no ocurre en la mayoría de construcciones modernas”, explica el USGS en su sitio oficial. Por el contrario, la mayoría de muertes durante un sismo no ocurren por el colapso total de estructuras, sino por la caída de objetos, vidrios rotos, muros parciales y muebles que se desplazan violentamente. Y aquí es donde la técnica de Copp se vuelve peligrosa.
Más mito que método
“Si te colocas al costado de una refrigeradora y esta se mueve o te cae encima, estás muerto”, resume crudamente un funcionario del Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci), que prefiere mantener el anonimato. Las observaciones del comportamiento real de los sismos en ciudades con edificaciones de concreto armado, techos livianos o estructuras de varios pisos muestran que los muebles pueden volcarse con facilidad, los muros interiores pueden desprenderse, y los techos pueden colapsar solo en secciones parciales. En esos casos, colocarse junto a un objeto pesado podría ser más letal que protegerse debajo de él.
Por eso, desde hace décadas, las principales agencias de prevención de desastres han establecido una estrategia oficial, simple y respaldada por evidencia: agacharse, cubrirse y sujetarse. En inglés, “Drop, Cover and Hold On”. Esta técnica consiste en:
- Agacharse tan pronto como empiece el movimiento sísmico, para evitar caídas violentas.
- Cubrirse debajo de una mesa o escritorio resistente. Si no hay uno cerca, junto a una pared interior.
- Sujetarse firmemente del objeto protector o cubrirse la cabeza y cuello con los brazos.
Esta estrategia ha demostrado ser más eficaz para reducir lesiones en ambientes urbanos y estructuras modernas. Además, es fácil de recordar, enseñar y practicar. Se aplica en escuelas, oficinas, hogares y simulacros a nivel nacional.
Entre la lógica emocional y la ciencia
Entonces, ¿por qué el Triángulo de la Vida sigue circulando con tanta fuerza en redes sociales? Parte de la respuesta está en la psicología del miedo: las personas buscan certezas, soluciones mágicas o explicaciones que parezcan lógicas en medio del caos. Y también está la desconfianza generalizada en las autoridades, lo que hace que muchas personas prefieran seguir consejos “alternativos” o “no oficiales”, como si la institucionalidad estuviera siempre equivocada.
Pero en temas de seguridad sísmica, la improvisación cuesta vidas. El Perú se encuentra sobre una de las zonas de subducción más activas del planeta, y cada año se registran más de 200 sismos percibidos por la población. En un escenario como ese, la prevención basada en evidencia científica y protocolos claros no es opcional: es una obligación.
Por eso, especialistas recomiendan reforzar la educación preventiva con campañas sostenidas, simulacros masivos, programas escolares y trabajo comunitario. Y sobre todo, combatir la desinformación con firmeza, incluso cuando venga disfrazada de buenas intenciones.
Sobrevivir no es un juego de fe
El Triángulo de la Vida podría ser útil en contextos muy específicos —como zonas de guerra, edificios colapsados por explosiones o terremotos extremos en estructuras frágiles—, pero no es aplicable a la realidad de la mayoría de ciudadanos que viven en ciudades modernas o de crecimiento urbano acelerado.
La técnica de agacharse, cubrirse y sujetarse es, hasta hoy, la mejor herramienta que tienen las personas para aumentar sus probabilidades de supervivencia durante un sismo. No es perfecta, pero está diseñada para escenarios reales, en condiciones reales.
En tiempos de pánico, es natural aferrarse a cualquier idea que prometa salvarnos. Pero cuando se trata de terremotos, la diferencia entre un mito y un método puede ser la diferencia entre vivir o morir.