Una portera peruana y el Picasso

Una pareja peruana en Madrid se convirtió, sin saberlo, en protagonista de una investigación internacional tras hallar una obra desaparecida de Pablo Picasso valorizada en más de 600 mil euros.

por Diana

Durante más de veinte años, Dolores y su esposo Armando, ambos peruanos, han mantenido impecable el portal de un edificio en Chamartín, uno de los distritos más tradicionales de Madrid. Cada mañana, la pareja barre, pule el mármol y saluda a los vecinos que entran y salen sin reparar en su presencia. Hasta que un día, el arte —y el azar— irrumpieron en su rutina.

Todo comenzó con un paquete envuelto con precisión, abandonado junto a los buzones. “Pensé que era un espejo”, recuerda Dolores, de 68 años, todavía incrédula. Lo guardó con cuidado, esperando que alguien lo reclamara. Pero nadie apareció. Veinte días después, la Policía Nacional tocó a su puerta.

El misterioso bulto contenía “Naturaleza muerta con guitarra”, una obra de Pablo Picasso valorada en más de 600.000 euros, desaparecida días antes durante un traslado entre Madrid y Granada. La pintura, de apenas 12,7 por 9,8 centímetros, había sido dada por robada luego de que los organizadores de la exposición Bodegón | La eternidad de lo inerte notaran su ausencia al desembalar las 56 piezas del envío. La alerta llegó incluso a la base internacional de arte sustraído.

Picasso
“Naturaleza muerta con guitarra”, una obra de Pablo Picasso valorada en más de 600.000 euros.

La investigación movilizó a la Brigada de Patrimonio Histórico, que rastreó el recorrido del envío hasta dar con el último punto conocido: el edificio donde trabajan Dolores y Armando. Allí, los transportistas habían dejado el paquete por error, sin numeración ni control de inventario.

Lo que parecía un robo de alto perfil terminó siendo una cadena de descuidos: un envío mal registrado, un embalaje sin etiqueta y una portera que solo quiso mantener el orden del portal. “Nosotros qué íbamos a saber. Pensé que era un espejo”, repite Dolores, con la naturalidad de quien nunca imaginó custodiar una obra de museo.

Durante horas, la pareja fue interrogada como sospechosa de tráfico internacional de arte. La pintura permaneció intacta en su casa, envuelta y apoyada contra la pared. Días después, la Policía Científica confirmó la autenticidad de la obra y descartó daños. La empresa de transporte asumió la responsabilidad y devolvió el cuadro a los organizadores de la muestra.

El episodio, que arrancó con un aparente robo internacional, terminó con una escena digna del realismo mágico: una portera peruana barriendo el hall donde, por semanas, reposó un Picasso perdido.

A veces el arte no se exhibe: se tropieza con él.

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