MADRID, 16 Feb. (EUROPA PRESS) –
Alexei Navalni (1976-2024) ha muerto este viernes de manera sorpresiva en el centro penitenciario de la región de Yamal-Nenets en el que se encontraba cumpliendo una pena de prisión de casi 30 años y con él uno de los líderes más mediáticos de la oposición contra el Kremlin de Vladimir Putin.
A diferencia de otros opositores que hicieron carrera en el Congreso o bien en gobiernos locales, Navalni se hizo un hueco entre los desafectos al Kremlin a través de internet y las redes sociales, desde dónde dio el salto a la política, intentando hacerse con la Alcaldía de Moscú, aunque sin éxito.
En aquella cita de 2013 quedó segundo, solo por detrás del candidato del Kremlin, Serguei Sobianin, alcalde de la capital rusa desde 2010. Antes de aquellas elecciones, Navalni fue encarcelado por primera vez, un hecho que se iría repitiendo con el paso de los años, hasta que en 2022 fue condenado por fraude.
Aquella acusación, que le acarreó una pena de nueve años, le privó de poder presentar su candidatura a las presidenciales de 2018. Poco después fue detenido por haber violado su libertad condicional cuando viajó a Alemania para tratarse de un envenenamiento del que muchos creen que el Kremlin tuvo algo que ver.
Su arresto movilizó a una parte de la sociedad rusa, que salió a las calles a exigir su liberación en una de las mayores concentraciones que se recuerdan, en un país poco dado a este tipo de manifestaciones.
Ya en prisión, en agosto de 2023, la Justicia le impuso otra condena por su Fundación Anticorrupción, considerada organización extremista por la legislación rusa. Entre rejas no ha dejado de manifestarse a través de sus abogados, quienes en diciembre del año pasado alertaron de que habían perdido el contacto con él.
En enero de 2024, una de sus últimas declaraciones, Navalni denunció ante un juez las duras condiciones penitenciarias a las que estaba siendo sometido. “La celda de castigo suele ser un lugar muy frío”, alegó, afirmando que los presos tenían que cubrirse con periódicos para no congelarse.
OBJETIVO DE VARIOS ATAQUES
Aquel episodio por el que tuvo que ser tratado en Alemania no es el único del que ha salido airoso un Navalni, que en prisión tuvo que hacer frente con otros supuestos intentos por acabar con su vida.
Ya antes, en 2019, en uno de sus varios pasos por la cárcel, los servicios médicos del centro penitenciario le diagnosticaron un tipo de dermatitis que podría haber sido provocado por algún tipo de tóxico.
Dos años antes, tuvo que ser operado de uno de sus ojos en una clínica de Barcelona después de que alguien le arrojara un líquido antiséptico de color verde conocido como zelyonka, un tinte que durante un tiempo fue muy popular para atacar a aquellos que se oponían al Kremlin.
DETRACTORES Y POLÉMICAS RACISTAS
Después del envenenamiento que le mantuvo en coma, pronto se convirtió en el exterior en una de las figuras opositoras al Kremlin más prominentes. Sin embargo, sin el foco mediático internacional encima, sus detractores recordaron algunas de sus declaraciones xenófobas en redes sociales, o su asidua participación en eventos de la ultraderecha rusa.
Así, se desempolvaron grabaciones de 2007 y 2008 en las que llamaba “cucarachas” a los inmigrantes y defendía la deportación de todos los trabajadores ilegales procedentes de los antiguos países soviéticos de Asia Central.
La ONG Amnistía Internacional llegó incluso en febrero de 2021 a retirarle el estatus de “preso de conciencia” después de que aquellos comentarios xenófobos fueran catalogados como discurso de odio.
Sin embargo, pocos meses después Amnistía se retractó y volvió a concederle dicho estatus, alegando que las autoridades rusas habían aprovechado la declaración anterior para seguir restringiendo las libertades de un ya preso Navalni.