Francia vive un momento histórico. Nicolas Sarkozy, quien ejerció la presidencia entre 2007 y 2012, fue condenado por conspiración criminal en el marco del caso sobre financiación vinculada al régimen de Muamar Gadafi para su campaña de 2007.
Esta mañana, el exmandatario abandonó su residencia en el exclusivo distrito XVI de París tras despedirse de su familia. A su lado iba su esposa, la cantante Carla Bruni, de la mano, camino del vehículo que lo condujo a la prisión de La Santé.
Ya en La Santé, se espera que cumpla una condena de cinco años de prisión, una sentencia que incluye la obligatoriedad de ingreso inmediato pese a estar pendiente una apelación.
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El tribunal justificó la decisión aludiendo a la «gravedad excepcional» de los hechos que socavan la confianza pública. Aunque fue absuelto de algunos cargos como financiación ilegal de campaña y malversación de fondos públicos libios, el dictamen estableció que participó en una conspiración criminal desde 2005 a 2007.
Este episodio marca un antes y un después en la vida política francesa: un expresidente efectivamente ingresado en prisión rompe con un largo historial de impunidad para quienes ocuparon la más alta magistratura.