MADRID, 12 Ene. (EUROPA PRESS) –
El ataque internacional liderado por Estados Unidos y Reino Unido esta pasada noche contra más de 70 posiciones de los rebeldes hutíes de Yemen, en lo que ambos países describieron como una maniobra de carácter “defensivo” ante los ataques insurgentes de las últimas semanas contra el comercio en el mar Rojo, ha vuelto a poner de manifiesto las tensiones existentes entre la comunidad occidental y el mundo musulmán que, como mínimo, ha observado con enorme preocupación cuando no rechazo esta operación que se ha desarrollado con la guerra entre Israel y Hamás como telón de fondo.
La campaña de la insurgencia hutí contra el tránsito comercial por el mar Rojo comenzó como un acto de solidaridad con la causa palestina tras el estallido de la guerra, el pasado 7 de octubre, pero coincidió además con un momento enormemente importante para la situación interna en el país: el anuncio de la reanudación, a finales del año pasado, del proceso de paz en Yemen con los primeros pasos para la confección de una nueva hoja de ruta para poner fin a casi una década de guerra civil que ha devastado el país.
Durante el último año y medio, Yemen ha vivido en medio de una disminución de la violencia después de una tregua que finalizó formalmente en octubre de 2022, si bien sus términos se han mantenido en gran medida hasta ahora, incluso sin un acuerdo formal entre la insurgencia hutí y el Ejército yemení, las partes en conflicto.
Se trataba, cabe matizar, de una tregua acompañada de un histórico intercambio de prisioneros y alentada por el acercamiento entre Irán y Arabia Saudí, aliados respectivos de hutíes y Gobierno yemení que, no obstante, en modo alguno podía ser considerada como un paso previo a una posible negociación de paz en firme como la anunciada el 23 de diciembre.
No obstante, los recientes ataques hutíes contra los barcos que navegan en el mar Rojo, en solidaridad con la causa palestina durante la guerra entre Hamás e Israel, y la consiguiente reacción de Londres y Washington amagan con provocar un nuevo colapso del conflicto, meses después de escaramuzas y violencia en algunos puntos del país.
En este contexto, los dos grandes actores internacionales de la guerra civil yemení han protagonizado algunas de las primeras reacciones a los ataques de Reino Unido y EEUU. Arabia Saudí llamó inmediatamente a la contención aun reconociendo la importancia de mantener la seguridad en la ruta del mar Rojo. Más contundente se mostró Irán, que denunció los bombardeos como una “clara violación de la soberanía e integridad territorial de Yemen” que “alimentará la inestabilidad en la región”.
Jordania se ha sumado inmediatamente a las críticas al esgrimir, en palabras de su ministro de Exteriores, Ayman al Safadi, que la escalada de ataques en el mar Rojo son consecuencia de la política israelí, una que “empuja a toda la región hacia más conflicto, tensión y guerra” por su ofensiva contra la Franja de Gaza.
Estas acciones por parte de Israel, ha añadido, “son las responsables del aumento de las tensiones en la región” y ha manifestado que Israel “está intentando abrir nuevos frentes para arrastrar a Occidente (al conflicto) y prolongar la vida política del primer ministro (Benjamin Netanyahu)” en otra intensificación de las tensiones regionales que abre un nuevo panorama de incógnitas en la región.
“DEGRADACIÓN DE CAPACIDADES”
Estados Unidos y Reino Unido han asegurado que los ataques de esta pasada noche han tenido como objetivo último la “degradación de las capacidades” de la insurgencia hutí para atacar el tránsito comercial por el mar Rojo. Haciendo uso de esa explicación, expertos internacionales interpretan que ni Washington ni Londres tienen intención de ordenar una campaña militar en firme contra la insurgencia.
“Nos encontramos con el problema de que Estados Unidos parece a la vez excesivamente cauto en el uso de su fuerza militar contra los hutíes y excesivamente confiado de los resultados”, indicó el experto del Instituto de Estados del Golfo en Washington, Gregory Johnson, tras conocer a principios de esta semana los preparativos de la operación conjunta contra los hutíes, una campaña poco menos que telegrafiada y de la que varios aliados fueron informados con antelación.
Otros expertos trazan paralelismos entre Hamás y los hutíes en lo que se refiere al impacto público de sus acciones. Al igual que el movimiento islamista palestino, los bombardeos contra sus posiciones no hacen sino reivindicar a los hutíes como grandes defensores de la causa palestina. Las multitudinarias manifestaciones semanales en la capital, Saná, bajo control insurgente desde finales de 2014, son un ejemplo de que están consolidando un control sobre la ciudad con el que han forcejeado en varias ocasiones durante la guerra.
“Ahora mismo los hutíes están extasiados”, asegura el experto del Centro de Estudios de Saná, Abdulghani al Iryani. “Estos ataques aéreos solo incrementarán su credibilidad, su potencial, y el respaldo popular que reciben”, añade.
Por último, los expertos consideran que los hutíes también llevan las de ganar en otro terreno: el coste económico del conflicto. Un avión explosivo como el que los insurgentes han empleado para atacar los cargueros cuesta del orden de 18.000 euros, una cantidad que palidece frente al coste aproximado de cada unidad de los misiles Viper empleados, por ejemplo, por el destructor británico ‘HMS Diamond’ para derribarlo.
“Está claro que no es práctico”, reconoce el almirante retirado de la Marina real británica John Gower a la cadena BBC. “A nivel logístico y a nivel económico resulta muy difícil combatir misiles o aviones no tripulados ‘low cost’ con misiles interceptores que valen un dineral”, indica.