Más allá de lo evidente: ¿qué nos dice la movilización naval estadounidense frente a Venezuela?

La reciente movilización naval frente a Venezuela obedece a una estrategia más amplia que la simple oposición a Nicolás Maduro. Dentro de un mar de incertidumbre, Donald Trump parece responder a la lógica del realismo.

por Edgar Mandujano

Por Hugo Alonso Contreras Velasco, B.A.*

Durante las últimas semanas, Washington ha movilizado una cantidad importante de buques de guerra en el Caribe, frente a las costas de Venezuela. Hoy mismo, Caracas ha acusado a la armada estadounidense de requisar una embarcación pesquera de atún. El presidente Trump ha proclamado el día de ayer que los EE. UU. no descartan una invasión a Venezuela, luego de aseverar que Caracas es responsable de la importación de narcotráfico y crimen organizado.

Las teorizaciones no han tardado en llegar. ¿Será porque Trump exhibe músculo ante su pérdida de popularidad en el interior? ¿Es la táctica de la primera administración, probada frente a Corea del Norte, ahora para poner a Maduro en el redil? ¿La esperanza de la diáspora venezolana de una intervención del hegemón norte está en ciernes?

La política exterior de la actual administración Trump en los EE. UU. suele ser considerada el fruto de una figura errática, irracional, con pocas luces hacia la esfera internacional. Los gestos grandilocuentes y los aspavientos irrespetuosos parecerían representar el real trasfondo de la aproximación trumpiana hacia el mundo. No obstante, la situación es más compleja. Fuera de las cuestiones estilísticas, la reciente deriva de la administración Trump obedece a una lógica coherente y clara: el realismo. Así, pues, el hemisferio occidental sería considerado como área de influencia de Washington.

Teorizado por grandes representantes de las tempranas Relaciones Internacionales como Hans Morgenthau y George Kennan, el realismo ha sido la visión imperante en el estudio de la política internacional en sus inicios. Los estados serían considerados entes autónomos. El poder sería la única moneda de cambio válida en la esfera internacional, pues más allá de las fronteras solo existiría la anarquía. Frente a recursos limitados, los estados solo poseen intereses (no amigos) y sus capacidades deben orientarse hacia estos. En la anarquía, nadie puede responder en caso de agresiones. Por ende cada uno está obligado a la autoayuda. Un efecto de lo anárquico es también que nadie puede fiarse permanentemente de las intenciones de otros estados. Por ende, las alianzas son temporales y responden a intereses concretos.

El prestigioso internacionalista Randall Schweller, profesor de la Universidad Estatal de Ohio y prominente representante de la escuela del realismo, vitoreaba ya el 2018 la política exterior trumpista al considerarla congruente con principios realistas. Dentro de esta lógica, los EE. UU. se estarían alejando de la idea de defender (por la fuerza militar de ser necesario) un Orden Internacional Liberal basado en Reglas. Asimismo, señalan Schweller y académicos afines, Washington se habría “sobreextendido”. Ser el policía del mundo, dicen ellos, cuesta caro y ningún país tiene recursos ilimitados; de seguir así, los EE. UU. peligrarían en convertirse en la Gran Bretaña de los 50 a (muy) largo plazo.

Dicha cuestión ha sido frecuentemente equiparada con un retorno al aislacionismo. No obstante, esta apreciación parece igualmente ser errada. Recientemente, fue nombrado como Vicesecretario de Defensa para la Política de Defensa Elbridge Colby, un prestigioso académico realista. Colby ha denostado por años contra la presencia de los EE. UU. en Medio Oriente y contra el apoyo de Washington a Ucrania. El mayor enemigo, como posible peer competitor sería China. Dentro de esta óptica realista (ofensiva), Washington debería impedir (como único hegemón regional de la tierra) que Pekín alcance una primacía en el Asia Oriental. En tanto, Rusia e Irán serían solo distractores.

Colby tuvo ya una participación en la primera administración Trump (de la mano de su primer Secretario de Defensa, el General James Mattis). En dicha actuación, el académico fue fundamental en la redacción de la Estrategia de Defensa Nacional de la administración. Esta no reconocía ya al resurgir del autoritarismo ni al terrorismo internacional como la principal amenaza a los EE. UU., sino a potencias rivalizantes (China y, en menor medida, Rusia).

La pluma de Colby es evidente nuevamente: reportes sobre el borrador de la nueva Estrategia de Defensa Nacional claman que los EE. UU. estarían, inclusive, priorizando el combate a amenazas internas y regionales antes que contrarrestar a China en el Asia. No obstante, esta línea revela un paso más en la misma tendencia. Washington estaría priorizando su primacía en el hemisferio occidental. Según la lógica realista, un estado puede sentirse seguro desde que pueda establecer un área de influencia (pues esta mantiene a enemigos alejados físicamente). Bajo tal premisa, el enfrentamiento hacia potencias rivales solamente habría cambiado de lugar: el hemisferio occidental tiene prioridad.

La política exterior de Trump está aún muy lejos de seguir una estrategia consistente. Los EE. UU. no se han retirado de Ucrania, ni del Medio Oriente, mucho menos de Asia. No obstante, la reciente movilización frente a Venezuela podría ser una de las primeras pinceladas de este reposicionamiento estratégico. Ya había proclamado el antiguo Asesor de Seguridad Nacional de Trump, el teniente coronel Michael Flynn, que los EE. UU. estarían mostrando fuerza a China y Rusia para demarcar dónde empieza y dónde termina el área de influencia de Washington.

Frente a la priorización del combate a llamadas amenazas internas (sobre todo desde el asesinato del activista republicano Charlie Kirk), el enfoque hacia el hemisferio parece seguir una lógica de realismo más consecuente con la Doctrina Monroe que con la idea de un Orden Internacional Liberal basado en reglas. Schweller, así como el internacionalista realista John Mearsheimer, habían clamado que el mundo estaría “de vuelta al futuro” (con el retorno de la política de grandes potencias). ¿Es la movilización naval frente a Venezuela otro síntoma de aquello?

*Estudiante de maestría en Economía Política y Relaciones Internacionales de tercer ciclo de la Universidad Johannes Gutenberg de Maguncia.

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