Clint Eastwood: lo bueno, lo malo y lo feo

Escribe Manuel Eráusquin | El director y actor estadounidense acaba de cumplir 95 años. Una longevidad envidiable: creativa y saludable. Clint ¿Cómo le haces?.

por Manuel Erausquin

Uno de los rasgos más representativos de Clint Eastwood es el tipo de rostro que tiene y que lo hace singular: pétreo, inexpresivo e imperturbable. Quizás esa fue la clave del éxito de los personajes que interpretó en su carrera como actor; sujetos temerarios, sin un pasado rastreable y dispuestos a desafiar a los villanos más despiadados. De pronto, porque los seres que encarnaba eran más despiadados que todos esos malhechores juntos. Sin embargo, Eastwood no se conformó con ser un actor de célebres películas de westerns o de acción. Quería mucho más y se hizo director; deseaba contar las historias que le gustaban. A muchos en la industria del cine no les agradó y lo subestimaron. Él, sencillamente, se convirtió en un hombre afortunado: cada historia que llevaba a la pantalla era porque le fascinaba. Él decidía qué dirigir, ya nadie le imponía nada. Y así, la leyenda del hombre del rostro impasible comenzó a nacer también como director.

En el cine, las películas del spaghetti western lo volvieron visible, y Sergio Leone tuvo que ver con ese éxito. El director italiano identificó en Eastwood ese temperamento contenido y misterioso que era esencial para darle vida a ese hombre sin nombre en la trilogía que hizo: “Por un puñado de dólares” (1964), “La muerte tenía un precio” (1965) y “El bueno, el malo y el feo” (1966). Este antihéroe inconfundible en estos filmes, por su mirada fría, su extrema eficiencia como pistolero y por vestir un maltratado poncho —que se utilizó en las tres películas y nunca se lavó— se convirtió en sus rasgos más distintivos. Luego de eso, Clint Eastwood accedió al estatus de estrella y llegaron otros papeles para lucir ese mismo rostro rocoso y nada compasivo.

Con ese perfil le da vida a un mítico personaje: el inspector Harry Callahan, o más conocido como ‘Harry, el sucio’. Un policía que torcía los procedimientos formales para liquidar delincuentes, un pistolero de tiempos modernos con placa. O, si nos queremos poner en modo simbólico, una representación de ese Estados Unidos que ha justificado sus intervenciones ‘controversiales’ para alcanzar un ‘bien mayor’: muertos y heridos por todos lados, o como también se le dice en términos oficiales, daños colaterales. Pero eso nadie lo piensa o analiza cuando quiere entretenerse con una película o con una saga como esta: “Harry, sucio” (1971), “Magnum 44” (1973), “Sin miedo a la muerte” (1976), “Impacto fulminante” (1983) y “Sala de espera al infierno” (1988). Lo que sí ha ocurrido y sigue ocurriendo es la fascinación por este personaje que hace justicia a su modo, donde los malos tienen su merecido y mucho más. Aunque no hay que dejar de lado la fantasía de vengador que simbolizaba el personaje de ‘Harry, el sucio’. ¿Quién no habrá imaginado darle una lección, por ejemplo, a un jefe abusivo? Soñar que se le pone en su lugar. Con Harry Callahan al costado eso no tiene precio.

Esa imagen de antihéroe invencible, que es genial para el cine, no fue suficiente para Clint Eastwood. Esa ha sido una de las cualidades más interesantes de él: se animó a dirigir y a buscar historias donde no solo haya un personaje infranqueable y que doblegue a sus antagonistas a punta de balazos. No fue el caso del hombre del rostro impasible.

Eastwood explora en muchas de las películas que ha dirigido, con su identificable estilo sobrio, historias donde los personajes están atravesados por los conflictos de su propia humanidad: no son sujetos planos o carenciados de honduras emocionales. Todo lo contrario: ellos están marcados por cicatrices o padecimientos que revelan almas que persiguen algún tipo de justicia o redención.

Y hay varias películas que muestran esta perspectiva, como “Los imperdonables” (1992), donde el pistolero retirado William Munny, apremiado por dejarle algo de dinero a sus hijos, acepta volver al ruedo para liquidar a unos sujetos que desfiguraron a unas mujeres en un prostíbulo. Una película por la que ganó el Oscar. Pero, como este tipo de narraciones, hay otras. Cada uno tendrá sus favoritas; quien escribe remite a un filme que puede representar a la mayoría de los largometrajes de Eastwood. Acá el tema es animarse a verlos si no se han visto o volverlos a ver y dejarse llevar por esa sensibilidad contenida de sus personajes, pero que están vinculados emocionalmente con lo que ocurre en la historia. Jamás fríos o indiferentes. Siempre implicados.

Sin embargo, quienes ausculten su vida privada hallarán aspectos inquietantes o controversiales, sobre todo aquellos vinculados a sus relaciones afectivas. Muchas mujeres, muchas infidelidades, hijos fuera de sus matrimonios. Y en el campo de sus ideas políticas siempre apoyó al Partido Republicano: Nixon, Reagan, Bush padre, Bush hijo y la primera candidatura de Trump. En la segunda candidatura se desmarcó del actual presidente estadounidense. Además, no olvidar que fue alcalde de la localidad californiana de Carmel-by-the-Sea en 1986 por los republicanos.

Pero es importante aclarar que Eastwood posee una hibridez ideológica: se le asocia al conservadurismo porque es republicano, defiende la posesión de armas (con restricciones) y le molesta la corrección política de estos tiempos. Aunque, paradójicamente, es un sujeto que defiende causas presentes en los discursos liberales: la legalización del aborto, el matrimonio gay, la eutanasia (en su película “Million Dollar Baby” del año 2004 aborda ese tema) o la integración de tipo social (en “Gran Torino” del año 2008 se aproxima a este asunto). Es decir, no es un tipo que responda a una mirada reduccionista de blanco o negro. Es alguien con matices. Quizás a muchos conservadores y liberales rígidos les cueste comprender que la humanidad de un ser va más allá de lo maniqueo.

Hace unas semanas ha cumplido 95 años, una edad a la que pocos llegan y en condiciones saludables, al menos sin alguna enfermedad de gravedad. Clint Eastwood no solo es un nonagenario lúcido y autónomo: sigue trabajando en el cine. Una manifestación que impresiona y conmueve. El año pasado dirigió “Jurado Nº 2” (2024) y ha comentado que está involucrado en un nuevo proyecto fílmico. Una bella realidad ver a alguien de tan avanzada edad peleando por un nuevo desafío. Cuando seamos grandes, queremos ser así como Clint: viejos pero vitales, viejos pero creativos, viejos con grandes sueños. Que los dioses siempre estén de nuestro lado.

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