En un episodio que vuelve a tensar la ya frágil relación entre Washington y Caracas, dos cazas estadounidenses F-18 Super Hornet ingresaron este martes al espacio aéreo venezolano y permanecieron allí cerca de 40 minutos, sobrevolando el Golfo de Venezuela en tándem, según reportes de The Miami Herald y plataformas de seguimiento de vuelos.
El ingreso ocurrió alrededor del mediodía, a menos de 160 kilómetros de Maracaibo, atravesando zonas estratégicas para la industria petrolera nacional, en los estados Zulia y Falcón, mientras miles de usuarios venezolanos monitoreaban en tiempo real la trayectoria de las aeronaves.
Las naves habrían despegado del USS Gerald R. Ford, el portaaviones más grande del mundo, desplegado en el Caribe desde septiembre como parte de una operación estadounidense que combina vigilancia estratégica, misiones antinarcóticos y presión militar indirecta sobre el régimen de Nicolás Maduro.
Un despliegue que se intensifica
La irrupción de los F-18 se suma a una serie de movimientos militares detectados en los últimos días. El jueves pasado, dos bombarderos B-52H Stratofortress sobrevolaron el noreste de Curazao antes de encarar el litoral occidental de Venezuela en una misión de largo alcance. Paralelamente, el Comando Sur mantiene activos drones de reconocimiento, aeronaves de patrulla marítima P-8A Poseidón y plataformas ISR orientadas al rastreo de embarcaciones vinculadas al contrabando y al narcotráfico.
Mientras Washington insiste en que estas operaciones forman parte de un esfuerzo regional contra redes criminales transnacionales, Caracas denuncia “provocaciones” y “acciones de intimidación” que, aseguran, buscan torpedear su posición en plena coyuntura preelectoral y en medio de la crisis fronteriza con Guyana.
Vigilancia de alta tecnología
Horas antes del sobrevuelo de los F-18, un dron MQ-4C Triton, uno de los sistemas ISR más avanzados del inventario estadounidense, realizó maniobras paralelas a la costa central venezolana. Diseñado para vigilancia de largo alcance, el Triton puede cubrir miles de kilómetros cuadrados y operar a gran altitud, ejecutando barridos de radar, interceptación de comunicaciones y monitoreo marítimo sin necesidad de acercarse al territorio.
Fuentes aeronáuticas citadas por medios internacionales señalan que, durante su paso, el aparato probablemente efectuó operaciones de inteligencia de señales, un procedimiento estándar en las misiones de vigilancia marítima del Comando Sur.
Señales en un momento clave
La sucesión de vuelos militares en torno al Caribe venezolano ocurre en un momento especialmente delicado para el régimen de Maduro, que enfrenta tanto una presión internacional renovada como tensiones internas derivadas de la crisis económica, las pugnas dentro del chavismo y la disputa con Guyana por el Esequibo.
Aunque Washington evita caracterizar estos movimientos como una escalada, la presencia simultánea de bombarderos estratégicos, cazas embarcados y plataformas de inteligencia revela un acercamiento táctico al perímetro venezolano que, por ahora, parece diseñado para enviar un mensaje claro: el Caribe vuelve a ser un tablero activo de competencia militar y política.