Como si el choque de cosmovisiones no terminará nunca, la Amazonía peruana representa una promesa global que se sigue estrellando contra las limitaciones de la desigualdad y el abandono. Mónica Campos, presidenta de la Asociación Koyaite Yotanero Ashaninkas – AKYA (Asociación de Mujeres Sabias Asháninkas), se cuenta entre los integrantes de una generación de líderes que busca un punto de quiebre.
Establecida en el Valle del Pichis del distrito de Puerto Bermúdez, provincia de Oxapampa, Mónica está resuelta a ser una guardiana del rico acervo cultural asháninka, a la vez de conseguir una mejor calidad de vida para sus hermanas. Son amenazadas no solo por las gigantescas brechas sociales, sino también por los intereses de las economías ilegales, la reducción de la población asháninka y la discriminación contra la mujer indígena. “Nosotras existimos, somos la nación ashaninka con más de 13 mil mujeres en el Valle del Pichis”, declaró.
Entre los programas que impulsa desde AKYA, están los del rescate de habilidades ancestrales como con los teñidos y costuras, y el aprovechamiento sostenible de las hierbas medicinales. Una riqueza que debe ser conocida por el mundo y retornar a mejorar las condiciones de vida de sus pobladores.