Inforegión.- Las primeras luces de la mañana iluminan la Isla San Gallán, en Paracas (Pisco, Ica), mientras el mar recibe el inicio de un nuevo mes: marzo. Ricardo Flores, extractor de mariscos con más de 35 años en el oficio, se alista para otra jornada en el agua. Como cada día, cargó su equipo de buceo, subió a su bote junto a un colega y se dirigió a la zona de extracción.
Pero mientras se acercan, notan que algo no está bien. El mar, que suele ser cristalino, tiene ahora un color turbio, ajeno a su apariencia habitual. La anomalía no es superficial y la turbidez se extiende en una parte de la zona de producción. Ricardo sabe lo que eso significa. No pueden trabajar en estas condiciones.
Como presidente de la Asociación Frente a Recolectores, Extractores y Maricultores de la Bahía de Pisco y Anexo (Afremarpa), tiene que tomar una decisión. Son 30 familias en la asociación las que dependen de la extracción de mariscos en estas aguas. Y si su intuición no le falla, pronto la zona será cerrada.
El río Pisco desemboca cerca de la isla y, en su experiencia, lo que está viendo tiene un origen relacionado: el desborde de los ríos ha arrastrado contaminantes hasta el mar. No es la primera vez. Cada temporada de lluvias ocurre lo mismo. Pero este año, piensa Ricardo, la situación parece peor que nunca. Sin perder tiempo, regresa al puerto. Debe contactar a Sanipes, la Autoridad Nacional de Sanidad e Inocuidad en Pesca y Acuicultura.
Lo que acaba de presenciar es solo el comienzo de una crisis que sigue en desarrollo. A continuación, los alcances de un problema que viene afectando el sustento de decenas de familias.
Detectan E.coli en altos índices en caracol fresco y concha de abanico
Días después de detectar las aguas turbias, el 11 de marzo, Sanipes realizó muestreos en la zona de trabajo de San Gallán. Tres días más tarde, Ricardo Flores recibió los resultados en su correo: los niveles de Escherichia coli (conocida como E. coli) en los recursos marinos excedían los límites permitidos. La noticia fue alarmante. De inmediato, se ordenó el cierre de la zona y se activó un plan de contingencia.
La E. coli es una bacteria común en los intestinos de humanos y animales. Su presencia en el agua y en los mariscos indica contaminación fecal, lo que representa un riesgo para la salud pública. El consumo de productos con altos niveles de E. coli puede provocar enfermedades gastrointestinales graves, por lo que las autoridades sanitarias prohíben su comercialización hasta asegurar su inocuidad (que no causarán daño).
Durante los análisis, se evaluaron tres especies en distintos puntos: concha de abanico, caracol fresco y mejillón. Los resultados confirmaron que el caracol fresco registró 270 NMP/100 g, superando el límite permitido de 230 NMP/100 g. Sin embargo, el caso más crítico fue el de la concha de abanico, que alcanzó los 2400 NMP/100 g.
Para reanudar las operaciones, se requieren dos análisis consecutivos con resultados dentro de los parámetros permitidos, algo que hasta ahora no ha sido posible debido a la persistente turbidez del agua. “Las lluvias nos jugaron una mala pasada en nuestro trabajo. Durante semanas no hemos podido operar debido a la poca visibilidad al bucear”, señaló a Inforegión, Elmer Cotrina, dirigente de Afremarpa.
¿El incremento del caudal del río Pisco es el origen de la contaminación?
Para entender mejor el origen del problema, consultamos a Antony Apeño, biólogo marino y especialista en ecosistemas marino-costeros y biodiversidad en CooperAcción. El experto explicó que la presencia de E. coli suele estar asociada a materia orgánica, principalmente residuos de desagües.
“Es posible que parte de la población cercana al río Pisco no cuente con un sistema de alcantarillado adecuado, lo que haría que las aguas residuales terminen en el río y, eventualmente, en el mar”, señala Apeño. Sin embargo, advierte que esta no sería la única fuente posible de contaminación. “También podrían existir desagües o emisores directos que estén saliendo de la misma parte costera hacia el mar, lo que incrementaría la presencia de E. coli en la zona”.
Si bien la causa exacta aún requiere de verificación, es un hecho que la desembocadura del río Pisco está cerca de San Gallán y que el país atraviesa una temporada de lluvias. Esto ha incrementado el caudal de los ríos, arrastrando sedimentos y posibles contaminantes al mar. Además, los buzos informaron a este medio haber visto “troncos de río” en el agua.
El biólogo explica que ver estos troncos, conocidos como “palizadas” es común en esta temporada y suelen cubrir las playas junto con contaminantes de origen humano. “Esto afecta a organismos sensibles, que no pueden moverse ni escapar. Es probable que la situación persista hasta que el caudal del río disminuya”, advierte.
Apeño también sostiene que los ríos transportan tanto nutrientes beneficiosos para el ecosistema marino como contaminantes y sedimentos, formando la llamada «pluma del río». Su impacto depende de las corrientes, el caudal y la temporada. Durante las lluvias, los ríos andinos aumentan su caudal, arrastrando más sedimentos y contaminantes acumulado, siendo un fenómeno recurrente en esta época.
Un problema nacional que afecta a diversas zonas
Este problema no es exclusivo de San Gallán. En febrero de este año, ocurrió una situación similar en la zona Atenas, en la bahía de Paracas, según reportes publicados en el portal de Sanipes. En esa ocasión, se detectaron niveles elevados de E. coli en la concha de abanico, lo que obligó a suspender su recolección por más de dos semanas. Lo mismo en Punta Coles, en Moquegua.
“Ahora solo nos queda esperar. Ojalá sea antes de que termine marzo. Si el agua se aclara, podremos hacer un primer análisis. Si los resultados son favorables, una semana después, en abril, se realizaría una segunda prueba. Si todo sale bien, el área podrá reabrirse y retomaremos la extracción”, explicó a Inforegión Ricardo Flores, quien también señaló que, hasta este lunes 24 de marzo, el agua sigue turbia.
Extractores de mariscos exigen atención y apoyo
En Pisco, la situación se repite cada año con la llegada de las lluvias, y los extractores insisten en la necesidad de un mecanismo de apoyo estatal. “Si el Gobierno sabe que esto ocurre y que, con el calentamiento global, va a empeorar, en 2026 estaremos en lo mismo. Deberían otorgar bonos o alguna medida que nos ayude a mitigar nuestras pérdidas económicas durante ese lapso y realizar un empadronamiento, como hicieron con los afectados por el derrame de petróleo”, señala el presidente de Afremarpa.
A la crisis sanitaria se suma la falta de apoyo para cubrir costos operativos. Aunque el análisis de laboratorio lo financia el Estado, los maricultores deben asumir el traslado del personal, viáticos y otros gastos. “Nos encargamos de la logística para llevar a los técnicos al área de producción, cubrimos viáticos, gasolina, aceites… todo sale de nuestro bolsillo. Y desde el 14 de marzo estamos esperando para hacer el muestreo, pero no podemos porque sigue turbia”, advierte el dirigente.
Afremarpa cuenta con 30 socios (familias) afectados, mientras que otras asociaciones en otras zonas, como Aspamachibsa en San Andrés (40 socios) y las cooperativas de Atenas, enfrentan situaciones similares, según el buzo. Cada maricultor pierde entre 500 y 600 soles semanales. La zona sigue cerrada, y sin poder emitir el Documento de Exportación de Recursos Costeros (DERC), exigido por los compradores, no pueden garantizar la legalidad de la extracción.