Pampa Hermosa, Madre de Dios. En el corazón de la Amazonía peruana, donde el aire es denso y el rugir de la vida se escucha por todas partes, habita una mujer que ha dedicado su existencia a un tesoro que no se extrae, sino que se protege. Marita Vargas Cardozo, castañera de nacimiento y guardiana de una concesión familiar, ahora es parte de una nueva historia de empoderamiento colectivo. Su relato de resiliencia personal se ha unido al de otros recolectores que, organizados, están transformando el mercado y el futuro del bosque.
Un legado familiar y una unión estratégica
La sangre de Marita se confunde con la de la castaña. Su bisabuelo, Isidro Vargas, y su bisabuela, María Quiroz, llegaron de la sierra a estas tierras en la década de 1920 para trabajar el árbol que no se tala. El negocio, más que un trabajo, era una tradición familiar que pasó por su padre, Jorge Vargas, hasta que, en 2010, ella asumió la concesión. Lo que comenzó como un deber, pronto se convirtió en una vocación.
Sin embargo, el camino del pequeño productor nunca ha sido fácil. Ante el bajo precio de la castaña y la situación insostenible de los costos, su lucha era solitaria. Pero esa historia cambió. Hoy, Marita es socia fundadora de la Asociación de Recolectores de Castaña Orgánica de Madre de Dios (ARCOMAD). Este grupo, que se ha unido para obtener volumen y un mejor precio, ha logrado un hito crucial: desde 2023, su castaña cuenta con la certificación orgánica IMOCert, bajo los estándares de la UE, NOP y nacional (Perú). Este es un logro monumental que eleva la calidad del producto y su valor en el mercado.
El salto al mercado: Del precio justo a la sostenibilidad
La formación de ARCOMAD, promovida por el proyecto REDD+ Castañeros de Bosques Amazónicos (BAM), es una respuesta directa a la precariedad que por años afectó a los productores como Marita. Mientras que la pandemia, en 2020, la obligó a vender su castaña a un precio bajísimo, el trabajo de la asociación ha garantizado una estabilidad muy esperada. El grupo, que ya suma 28 miembros, ha firmado un convenio para comercializar 2000 barricas de castaña, un acuerdo que les asegura un precio justo y les permite seguir invirtiendo en la calidad de sus productos.
Esta iniciativa no es solo económica; es una apuesta por la sostenibilidad. La finalidad del trabajo de ARCOMAD es mejorar la calidad de manejo del bosque castañero y la calidad de vida de sus integrantes. Este compromiso con la conservación, que Marita ya venía asumiendo de forma individual al no talar los árboles, ahora se ha convertido en un proyecto colectivo que protege el bosque y evita la deforestación en la Amazonía.
La guardiana del bosque: De la anécdota a la esperanza
Marita Vargas, con su historia de resiliencia y su visión de futuro, es el rostro de esta transformación. Además de la castaña, sigue adelante con su sueño de desarrollar el ecoturismo vivencial en su concesión, que incluye un lago de 12 hectáreas y las famosas “colpas de mamíferos”. Ella no solo defiende su legado familiar de las amenazas externas, como la quema de pastos por parte de los vecinos, sino que también es un testimonio de cómo la organización y la cooperación pueden convertir la precariedad en prosperidad.
Su historia, desde la lucha en solitario contra un mercado adverso hasta el éxito del trabajo en equipo, es un reflejo de que la esperanza no solo se encuentra en la tierra, sino en la voluntad de quienes deciden unirse para protegerla.
