Café Altura conquista Santiago: La visión de Segundo Tello y el sello del café peruano

CARETAS en alianza con INFOREGIÓN | Desde un proyecto universitario de su esposa Salmas Hidalgo, un modesto carrito en La Vega Central, hasta una tostaduría propia y seis locales en la capital chilena, el empresario Segundo Tello comparte cómo la perseverancia y la calidad del café peruano construyeron su sueño.

por Edgar Mandujano

Chile.- La historia de Café Altura, uno de los nombres más resonantes en el creciente circuito del café de especialidad en Santiago de Chile, no puede contarse sin la voz de su fundador, el peruano Segundo Tello. Su relato, que va desde un humilde carrito en el popular mercado de La Vega hasta una cadena de seis prósperos locales y una tostaduría propia, es un testimonio de visión, resiliencia y un profundo amor por el café de su país natal.

“Todo empezó con un proyecto de emprendimiento de mi esposa en la universidad”, cuenta Segundo Tello a Inforegión, recordando los primeros pasos de lo que hoy es su vida. Con experiencia en exportación de cobre, el proceso de importar no le era ajeno. La idea cobró forma cuando su esposa, más observadora, notó el incipiente consumo de café en Chile. “Me dijo: ‘Segundo, ¿sabes qué? Acá en Chile la gente consume café. ¿Por qué no vemos la forma de traer el café de nuestra familia y darle un valor a beber el café?’ Esa noche no dormí, pensando cómo tenía que armarlo. Le encontré una idea espectacular”, confiesa Tello.

El viaje al “oro verde” peruano: De Pasco al éxito en Chile

Decididos, Tello y su esposa Salmas Hidalgo emprendieron un viaje a Perú, específicamente a Villa Rica, distrito de la provincia de Oxapampa en la región de Pasco, tierra de la familia de ella, para conocer cooperativas. “Ahí nos dimos cuenta que era viable. Compramos 500 kilos, nuestra primera importación fueron 500 kilos de café oro verde”, relata con entusiasmo.

Sin embargo, el camino no fue fácil. Segundo Tello recuerda la resistencia inicial del mercado chileno hacia el café peruano. “Cada vez que yo llegaba a alguna cafetería o restaurante me decían: ‘Café peruano no me interesa, pero cuando tengas de Colombia, Brasil, tráemelo’. Me llamó mucho la atención”, confiesa. Esta situación lo llevó a tomar una decisión audaz: “Me di cuenta que yo tenía que tener un lugar donde mostrar mi producto”.

Así nació el primer punto de venta, un carrito de madera con una máquina de espresso, instalado en lo que era un estacionamiento de autos en La Vega Central. El nombre, Café Altura, surgió al reconocer la importancia de la altitud en la complejidad y dulzor del grano, una característica propia de los cafés de especialidad.

La calidad peruana que conquistó paladares

Hoy, la percepción ha cambiado radicalmente. Café Altura no solo tuesta y vende café de diversas latitudes (Colombia, Guatemala, Costa Rica, África, Brasil), sino que el grano peruano ocupa un lugar especial y protagónico.

“Hoy nuestros granos preferidos vienen del Cusco, de Quellouno, y también de Villa Rica. Trabajamos con caficultores como Javier Schuler y la familia Vidurrizaga”, detalla Tello. Al consultarle sobre la característica que distingue al café peruano, su pasión se enciende. “Creo que se está descubriendo. Perú tiene, por sus microclimas en Cusco, en el centro como Villa Rica y Chanchamayo (Pasco), y en el norte como Jaén y San Ignacio (Cajamarca), perfiles muy distintos”.

Para Tello, la clave está en el dulzor y equilibrio del grano peruano. “Lo que me gusta de Perú son granos muy dulces. Tienen una acidez muy balanceada, son granos muy equilibrados. Eso le da un valor en Chile porque son granos que, dentro de su complejidad, están dentro de los perfiles que al chileno le gusta: el dulzor, la nota a chocolate, una acidez muy controlada de una fruta madura”.

El empresario también atribuye parte de este éxito al boom de la gastronomía peruana. “Totalmente. La gastronomía peruana ha ayudado mucho a que todos los productos agrícolas peruanos puedan insertarse en el mercado. Antes pensaban que solo producíamos plátanos o mangos, ¡y ahora ven que también tenemos uno de los orígenes preferidos en café a nivel mundial!”.

Crecimiento y la filosofía de “jugar cada día una final”

Desde aquel carrito, Café Altura ha crecido hasta contar con seis locales en Santiago y su propia planta de tostaduría. Los desafíos han sido muchos, pero Tello los resume en una palabra: “La paciencia. Y tener un equipo que comparta la visión. Cuento con mi esposa, mis hijos y muchos colaboradores que son parte de este sueño”.

Con una voz que denota la persistencia innata del emprendedor peruano, Segundo Tello no esconde su filosofía. “Los peruanos somos competitivos por la vida que nos ha tocado luchar desde muy chicos. La disciplina, la persistencia, todo eso nos mueve. Si uno se mete en gastronomía, tiene que pensarlo dos veces, porque hay mucho en juego. En lo que yo hago, cada grano de café, cada espresso, hay familias comprometidas desde el origen”.

Mirando al futuro, Tello se define como un soñador, pero con los pies en la tierra. “Para mí, Café Altura es mi pasión y la vida de mi familia. Por lo tanto, como les digo a los chicos: ‘Cada espresso, cada capuccino, es una final de fútbol. No tenemos otro chance'”.

La odisea de Segundo Tello, el hombre que escapó al caos

La inspiradora trayectoria de Segundo Tello, es un relato de profunda resiliencia y determinación. Nacido en Santa Rosa de la Yunga en Cajamarca y criado en Tarapoto, San Martín, Tello experimentó en carne propia la violencia política y la severa crisis económica que azotaron Perú en las décadas de los 80 y 90.

Siendo el mayor de cinco hermanos y con apenas 17 años, Segundo tomó la difícil decisión de dejar su hogar y sacrificar sus propios estudios para abrir un camino que permitiera a su familia tener un futuro. Su odisea lo llevó desde las profundidades del Perú, trabajando en el mercado Belén de Iquitos, Loreto, para tramitar su pasaporte. Desde allí, abordó una lancha rumbo a Brasil, un destino inicialmente impensado para él, que soñaba con la fría Dinamarca.

En la orilla del Amazonas, en Tefé, Brasil, solo y sin recursos, una sombra se le acercó. Era el dueño de una peluquería, Reinos Cabeleireiro, quien, viendo su necesidad, lo acogió, le ofreció comida, un corte de pelo y un lugar donde dormir. Luego, una peligrosa travesía en un avión de carga hacia Lima, cruzando a Chile por tierra, y sobreviviendo en Arica con trabajos precarios como pelar papas o pastorear chivos.

En Santiago, la ayuda de un empresario que le ofreció trabajo y un hogar, y la vivencia en refugios como el “Hogar de Cristo”, moldearon su visión de vida. “Ahí me dije: ‘Dios mío, yo no quiero esto para mi vida. Yo quiero otra cosa'”, recuerda Tello. Su viaje de fe, disciplina y una inquebrantable voluntad de no transar sus principios lo forjó.

Hoy, Café Altura es más que una tostaduría. Es el reflejo de una vida marcada por la migración, el trabajo duro, la integridad y la fe. Tello ha conquistado el paladar chileno con granos de origen peruano y, al mismo tiempo, se ha convertido en un símbolo del espíritu emprendedor de la comunidad migrante. “Lo único que pedía era una oportunidad”, dice. La construyó con sus propias manos.

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