La presidenta de la República, Dina Boluarte Zegarra, encabezó la Gran Parada y Desfile Cívico-Militar 2025 como parte de las celebraciones por el 203° aniversario de la independencia del Perú. El evento se desarrolló en la tradicional avenida Brasil en el distrito de Jesús María, donde la mandataria arribó fuertemente custodiada por un gran número de efectivos policiales y personal de seguridad del Estado.
Como es tradición, el acto protocolar contó con la participación de las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional del Perú y diversas delegaciones de instituciones civiles, que desfilaron frente al estrado oficial para rendir homenaje a la patria.
Custodia reforzada y protocolo estricto
La presidenta Boluarte llegó al evento a bordo de una camioneta tipo Jeep militar, rodeada por escoltas de seguridad. Uno de los agentes que la acompañaban portaba una maleta negra, comúnmente asociada con dispositivos de seguridad presidencial.
A lo largo del trayecto hacia el estrado oficial, cámaras de TV Perú y otros medios registraron el operativo de seguridad desplegado. El cordón policial y el equipo de avanzada mostraron una estrategia preventiva estricta, dada la coyuntura política y las manifestaciones críticas hacia la figura presidencial.
Entre vítores y pifias: reacciones divididas
Durante el recorrido y posterior llegada a la zona oficial del desfile, el ambiente entre el público fue polarizado. Se escucharon vítores como “¡Dina corazón!” por parte de algunos simpatizantes, pero también se registraron pifias y gritos de desaprobación por parte de asistentes críticos de su gestión.
A pesar del contraste, la mandataria respondió con besos volados y saludos a la multitud, manteniendo una actitud protocolar y sonriente. El gesto fue captado por las cámaras y se volvió rápidamente viral en redes sociales, generando todo tipo de comentarios a favor y en contra.
Parada Militar 2025: exhibición de unidad y fuerza
El acto principal de la jornada fue la presentación del tradicional Desfile Cívico-Militar, donde participaron contingentes de las tres ramas de las Fuerzas Armadas del Perú —Ejército, Marina de Guerra y Fuerza Aérea—, junto a la Policía Nacional del Perú y los bomberos.
Además, este año se sumaron delegaciones estudiantiles y grupos de reservistas que desfilaron con entusiasmo patriótico. La actividad buscó reflejar no solo la capacidad operativa de las fuerzas del orden, sino también la unidad cívica del país.
El desfile incluyó además una muestra de armamento, vehículos blindados, helicópteros y aeronaves, así como brigadas caninas, equipos de rescate y vehículos de intervención rápida.
Boluarte en el ojo público: clima político tenso
La participación de Dina Boluarte en los actos oficiales de Fiestas Patrias ocurre en medio de un contexto político sensible. Las investigaciones fiscales que pesan sobre su gestión, las recientes críticas por el discurso presidencial incompleto, así como las tensiones con el Congreso, han generado un entorno de constante polarización.
La aparición pública de la mandataria fue leída por algunos sectores como un intento de reafirmar liderazgo frente a una ciudadanía dividida. Aún así, las pifias registradas evidencian que una parte de la población continúa expresando descontento por su permanencia en el poder desde la vacancia de Pedro Castillo en diciembre de 2022.
Seguridad y reacción ciudadana
La seguridad desplegada fue una de las más intensas de los últimos años, con más de 2,000 agentes de la Policía Nacional, francotiradores en azoteas y puestos de control a lo largo de las principales avenidas de acceso.
Los ciudadanos asistentes fueron sometidos a controles estrictos, revisión de mochilas y zonas de acceso restringido. Pese a ello, no se reportaron incidentes mayores durante la ceremonia.
Varios analistas señalaron que el alto nivel de resguardo y control refleja la creciente distancia entre el poder político y el ciudadano de a pie, una dinámica que ha marcado la administración Boluarte desde sus inicios.
¿Un desfile que une o que divide?
El desfile militar, por décadas considerado una celebración patriótica de unidad nacional, se ha convertido en los últimos años en un termómetro del estado de ánimo político del país. Las reacciones divididas hacia Boluarte durante su arribo muestran que el simbolismo de estas fechas ya no es compartido por toda la población.
Para algunos, la presencia de la mandataria reafirma la institucionalidad. Para otros, su aparición en medio de investigaciones, crisis de legitimidad y omisiones en su mensaje a la Nación representa una provocación más que una muestra de liderazgo.