Me llamo Arlette Eulert

Nos citamos en la puerta de Matria. Llegó puntual y sonriendo. Fuimos a un café cercano y de inmediato solté la primera pregunta.
Para Arlette Eulert, Rafael fue su mejor escuela.

¿Qué tan difícil es ser una mujer en el mundo de la cocina? Sin dejar de sonreír y sin pensar me respondió: “Eso es cliché”.

Desde ese momento supe que todo lo que había preparado para conversar con ella se había perdido y que necesitaba dar un rápido giro para que mi guión no quedara en evidencia. Comencé a tartamudear y amablemente interrumpió y me contó que para ella ser mujer en la cocina le ha jugó a su favor. Ha estado en el lugar indicado, en el momento exacto.

La carrera de Arlette Eulert se ha hecho al calor del fuego. Comenzó en la cocina cuando entendió que vivir del arte era complicado. Estudiaba en Barcelona y decidió regresar a Lima con una idea bastante clara: quería ser cocinera.

Aunque sin formación académica, Arlette cocina bien desde muy joven. A través de una amiga se enteró de que abrirían un restaurante y consiguió una entrevista. Llegó maquillada y vestida como para un puesto de ejecutiva, pero mostró sus ganas de trabajar y aprender. Es por eso que le dieron el puesto en el cual trabajó durante 12 años y al lado del reconocido cocinero Rafael Osterling.

Mollejitas de ternera.

Cuando Arlette habla de Osteriling, lo hace desde el agradecimiento más puro. Cuenta que mucho de lo que sabe lo aprendió en sus fogones aunque después de un tiempo, mientras trabajaba, terminó su formación académica en el instituto Le Cordon Bleu de Lima. A pesar de haber sacado su título ella asegura que Rafael fue su mejor escuela.

Entre sorbos de café y maravillado con sus historias, fui descubriendo a una mujer apasionada. Ella no hace ningún corte en la carne sin antes pensarlo. Hablamos de sus éxitos, de sus programas de cocina que aun hoy se pueden ver y lo importante que han sido para consolidar su imagen, y sobre la excelente relación con los otros cocineros de la ciudad. Y así fué como llegamos a la carta de Matria, su restaurante ubicado en General Manuel Mendiburu 823, Miraflores.

Tuetano al carbon.

Es una carta donde ofrece una variada selección de platos. Cambia con la estación y la base es la comida peruana. Ella asegura que su cocina no es de investigación y mucho menos un laboratorio, pero a pesar de eso se siente orgullosa de tener una cocina creativa.

Solo hay sabores inolvidables, mucha frescura y nada busca ser pretencioso. El medio pollo se llama “medio pollo” y la ensalada fresca no está descrita como un traje de alfombra roja. Los productos de temporada se ponen en valor y lo que llega a la mesa es tan bonito como sabroso.

Crudo de lenguado.

En la cocina de Matria no se grita, a menos que se esté incendiando una olla. Arlett señala que durante su formación le tocó lidiar con el maltrato, pero hoy considera que la mejor forma de trabajar es en un ambiente tranquilo. A pesar de eso, confiesa que alguna vez sí perdió la compostura. Si eso sucede, reflexiona e intenta evitar que se repitan esos patrones.

Su restaurante tiene una terraza, un salón y un patio que es mi favorito. La coctelería es de lujo y es común ver a Arlette paseando por el local o llevando el pan a la mesa. Esta estrella de la TV y de los fogones tiene claro quién es y cultiva a diario su esencia. Desde el principio me quedó claro que odia los lugares comunes y que es una mujer que sabe que cocinar es un arte tan importante como la pintura. En sus platos solo hay trazos firmes que hacen que sean perfectos.

Pejerrey arrebozado.