Sube a mi Nube, por Leny Fernández

La película intenta abordar la tragedia de Mónica Santa María, pero se queda en la superficie.

por marcerosalescordova@gmail.com
Sube a mi Nube

Se ha estrenado en salas comerciales Sube a mi nube de Sergio Barrio. Como no podía ser de otra manera, la película se centra en la tragedia alrededor de la figura de Mónica Santa María, una de las jóvenes conductoras de un conocido programa infantil creado en los años noventa, y que se convirtió en un fenómeno televisivo no solo en el Perú, sino en otras latitudes.

Encarnado por Silvana Cañote, el personaje de Santa María es mostrado —salvo brevísimos instantes de niñez—, desde meses previos a su ingreso a la pantalla chica, hasta que alcanza la fama. Así, la película deja atisbar algunos rasgos de su personalidad: una casi adulta con inteligencia para los negocios y contratos; pero que no posee la capacidad de lidiar con los conflictos afectivos (ya sean amicales o de pareja). Al respecto, hay que decir que Cañote hace un trabajo que logra trascender lo imitativo, y resulta competente, al igual que la mayoría del grupo de actores que la acompaña.

Y es que el problema —en realidad, uno de muchos— de Sube a mi nube, no tiene que ver con el desempeño interpretativo, sino con un guion plano que dispara varias ideas, sin profundizar en ninguna. Por ejemplo, el abandono familiar de la protagonista —quien es vista como una mera fuente de dinero—, como una de las causas de su inseguridad y permanente sensación de soledad, solo se desliza, sin que se conozca ese entorno, siquiera en algún episodio del pasado. En esa línea, también se apunta, muy débilmente, acerca de la responsabilidad de los medios, que ven en sus estrellas nada más que cifras de audiencia e ingresos por publicidad. Sube a mi nube tampoco aborda las consecuencias de la exposición pública desde edades tempranas, un tema clave para un entendimiento mayor de la psicología de Santa María. En consecuencia, la película solo se dedica a mostrar los síntomas y malestares de su protagonista, como si se trataran de hechos espontáneos, sin orígenes más hondos que los rompimientos sentimentales.

El título dirigido por Sergio Barrio carece, también, de lenguaje cinematográfico. Sus primeros planos, y dinámicas de plano-contraplano, no tienen otro rol que no sea el de ilustrar las situaciones al servicio de una narración primaria. Ello, sumado a la preocupación por recrear las imágenes del programa infantil, y a una banda sonora compuesta de canciones cuyas letras sólo remarcan los estados de ánimo de los personajes, le dan un aspecto de telenovela noventera del que no logra sacudirse.

Se ha comentado que Sube a mi nube llama la atención sobre los tabúes alrededor de la salud mental, y su tratamiento temprano para evitar tristes desenlaces. Habría que decir que, para el cine, no bastan las buenas intenciones.

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