Tony Soprano desde que apareció en la pantalla cautivó a los espectadores: el género de gangsters volvía a tener a un personaje imponente, casi totémico. El año de 1999 marcaba un antes y un después para la televisión, la señal abierta perdía fuerza y el cable se robustecía con series de factura cinematográfica. No había pretextos, la posibilidad de disfrutar producciones de calidad existía. Quien quería ver, veía. Quien no, se quedaba con las horrendas telenovelas mexicanas y también con los espantosos reality shows. Hoy lo llamarían: terror social.
Esa nueva etapa de la televisión tiene en Los Sopranos un referente distinto para aquella época, las grandes producciones globales pretendían ciclos de 10 o 13 episodios por temporada y no 25: calidad y no cantidad. Y se agradece, porque en el caso de esta serie-que marcaba una tendencia de realización-el guion y los niveles de interpretación eran notables.
Y había varios aspectos que mostraban una serie hecha desde el talento del arte. Un ejemplo claro estaba vinculado con la construcción de los personajes dentro de la historia, desde el perfil de Tony Soprano, un sujeto poderoso que va a una psicoanalista para tratar de comprender por qué su madre lo odia; personajes mafiosos, seres entre entrañables y temibles; bellas mujeres, pero dependientes afectivas de asesinos y una terapeuta brillante, pero asustada por tener de paciente a un criminal, aunque no quiere dejar de tratarlo: desea ayudarlo con sus problemas familiares que resultan más estresantes que su círculo de gangsters.
Quizás esa fue una de las tantas razones de su éxito: un mafioso no solo estresado por sus actividades delictivas, sino por todas las exigencias familiares que tenía en su día a día. Un hijo adolescente que no estudiaba, una bella e inteligente hija, pero enamorada de un aprendiz de gánster y una abnegada esposa entregada a las compras compulsivas. La vida en todos los colores.
Ese lado humano se convirtió en uno de los elementos centrales de una serie que fue mucho más que extorsiones o asesinatos en el mundo del hampa de New Jersey, cada de uno de los personajes poseía un mundo propio donde evidenciaban sus virtudes, contradicciones y problemas. Seres de carne y hueso que se ganaban la vida en un rubro de ilegalidades, pero que no podían esquivar las naturales adversidades de la vida.
Una producción que ganó en dos ocasiones el Emmy a la Mejor serie dramática, además de haberse impuesto en la categoría de Actor y Actriz con James Gandolfini (Tony Soprano) y Edie Falco (Carmela Soprano) tres veces cada uno. Y a eso sumarle el haber ganado 21 premios en total durante la emisión de sus 6 temporadas. El reconocimiento ha sido inapelable.
Ahora, porque la nostalgia es inevitable, este aniversario ha propiciado un reencuentro con quienes formaron parte del elenco, productores y el creador de la serie en una cena en Nueva York. Velada donde se recordó al actor que interpretó a Tony Soprano: James Gandolfini, quien falleciera por un ataque cardiaco durante un viaje familiar a Roma en el año 2013. Una partida prematura que aún duele.
Pero esta celebración de los 25 años es ideal para que vean la serie aquellos que nunca la han visto y sepan de primera mano de su memorable calidad, pues hay cosas que no podemos dejar pasar en esta vida, como grandes series o películas. Nos referimos a historias que no se olvidan nunca.