La primera profecía (2024)

por Edgar Mandujano

La directora Arkasha Stevenson tenía la misión de, a través de una precuela, revivir la saga que inició Richard Donner con La profecía (1976), esa historia acerca del mal instalado en la meca del poder político y económico. Tarea difícil si consideramos que tocar un clásico puede resultar muy mal, tal como sucedió con el funesto remake que se hizo de este título en 2006.

Y vaya clásico que es La profecía, una película que la crítica no supo apreciar, y que el público encumbró por los buenos sustos que les provocó, pero también porque la historia del derrumbe de una familia hermosa, acomodada y con injerencia política, remarcaba el fin del sueño americano. Corrían los años setenta, y después de Vietnam, ya no quedaba espacio para la esperanza.

En La primera profecía, Stevenson plasma el clima de aspereza propio de esa década. Nos muestra una Roma convulsa en la que los jóvenes protestan contra el statu quo y sus instituciones. Y ninguna tan presente en esa ciudad como la Iglesia Católica, que aparece débil frente al avance de la falta de fe, la libertad sexual, y, en este último sentido, las dudas alrededor de las virtudes de la maternidad, símbolo de entrega y sacrificio.

Es verdad que dicho aspecto ya se vislumbraba en La profecía. No obstante, en la película de Stevenson, la maternidad se aborda no solo en su dimensión mental, sino física. El embarazo es el castigo que cargan mujeres en abandono, o aquellas que fueron engendradas para convertirse en meros depósitos; mientras el alumbramiento es mostrado en su desgarradora naturaleza, incluyendo la violencia obstétrica, un tema que hoy comienza a denunciarse.

Y si de cinefilia se trata, El bebé de Rosemary (1968) cobra su parte en el tema materno y en el de las conspiraciones malignas; así como El exorcista (1973) aparece en escenas en las que se nos ubica en entornos médicos, y en segmentos de la banda sonora. Así, La primera profecía resulta una agradable precuela para aquellos que no esperábamos nada de una franquicia que parecía haber agotado sus posibilidades.

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