Un país sin humor es un país enfermo. Esa podría ser la premisa implícita en cada presentación de Emilio Lovera, referente del humor venezolano con más de 40 años de trayectoria. Esta vez, vuelve a Lima con su espectáculo Ahora el malandro sí está asustado, como parte de una gira internacional que ha pasado por Europa, Estados Unidos y América del Sur. Su misión es clara: hacer reír y pensar, en ese orden exacto.
“Esta gira comenzó hace tiempo. Hemos estado en España, Alemania, Miami… y ahora llega a Lima”, comenta desde su estadía en EE.UU., días antes de su viaje al Perú. “El malandro es el malviviente, el delincuente. Pero en esta época, ya no solo ellos están asustados. Los bienvivientes también”.
Del blackout al remate
Hablar con Lovera es escuchar a un país entero hablar consigo mismo. Su humor, moldeado por décadas de agudeza y observación, ha sobrevivido no solo a la censura y a los regímenes autoritarios, sino también a las modas efímeras de las redes sociales. “En Venezuela, el régimen cerró todas las ventanas a la disidencia. Ya no hay programas de comedia donde se pueda parodiar la actualidad”, afirma. Y añade: “Lo que más molesta a los gobernantes es la imitación. El humor incomoda porque desenmascara”.
Cuenta una anécdota breve pero reveladora: durante un apagón masivo en España, los venezolanos caminaban con normalidad mientras los locales entraban en pánico. “Nosotros venimos del futuro”, dice entre risas. “De un país donde se va la luz cinco o seis horas diarias. Nos acostumbramos. Y eso nos hizo duros. Pero también nos hizo más conscientes del poder que tiene la risa”.
Influencers, stand-ups y risas escritas
Consultado sobre el panorama del humor actual, Lovera es claro: “Definitivamente cambió el público, y cambió el humorista”. Habla del auge de los influencers como una consecuencia directa de la pandemia y la censura, pero advierte: “Las risas escritas no son lo mismo que las risas reídas. Muchos confunden seguidores con talento. Y no siempre es así”.
Para él, el humor se construye desde la voz, la observación y la técnica. “Muchos se han aferrado al stand-up como si solo existiera una fórmula. Pero el humorista de verdad destaca por ser diferente. Hoy hay muchos standuperos y muy pocos comediantes completos”.
Nostalgia como motor
En cada parada de su gira, la nostalgia se convierte en una protagonista inesperada. “A veces la gente no ríe, llora. Recuerda cómo hablaban, cómo cocinaban, cómo se reían”, cuenta. En Australia, por ejemplo, su público mayoritario fue chileno. “Era el único show en español del año. Vinieron porque era en su idioma. Eso te dice algo”.
Sobre la comunidad venezolana en Perú, Lovera destaca el esfuerzo y el cambio de mentalidad: “Han trabajado lo que jamás pensaron que iban a trabajar. En Venezuela muchos no pagaban ni agua, ni luz. Aquí se han tenido que organizar, emprender, aprender a vivir con esfuerzo”.
Hacer reír para resistir
Aunque muchos lo asocian con el humor político, Emilio Lovera prefiere hablar de algo más amplio: la crítica a la realidad desde la risa. “Yo no hago campañas. Mi única razón para estar aquí es hacer reír a la gente. Y si eso ayuda a resistir, mejor”. Para él, el escenario es una terapia colectiva. “La risa libera endorfinas, alivia el dolor. Cuando logro que el público se ría, estoy sacándolo del peso diario que arrastra”.
Por eso, su expectativa para Lima es simple pero poderosa: “Que la gente recuerde, que la gente se ría. Y si el show sale bien, entonces no es trabajo, es placer”.