En el pequeño taller donde está pintando en estos días, Úrsula Mur trabaja con calma. Frente a ella, los materiales se agrupan sin orden aparente: pigmentos, paneles y bocetos que colorea ansiosamente mientras le toman fotos. Sus temas se centran en las problemáticas sociales y ambientales existentes en nuestro país. “No podría hablar de otra cosa. Me choca, como a todos”. Puerto Linda, la obra ganadora, surgió de una cercanía indirecta. Alguien de su entorno había trabajado con la comunidad awajún afectada por derrames de petróleo. Cuando le tocó entregar la pintura para el concurso, ya investigaba el tema. En su mesa conviven playas, selvas y escenas urbanas. No son autobiografías, pero sí parte de una misma inquietud. “El arte llega a todos lados. Si puedo generar una emoción, ya abre una puerta”. Lo dice mientras repasa nuevas piezas sobre migración, discriminación y violencia infantil. La persistencia sostiene su trayectoria. Aplicó a cuarenta residencias en un año; aceptaron dos. “A veces pensaba: ya, ¿para qué sigo?”, admite. El premio del MUCEN le devolvió un impulso que necesitaba, no como validación sino como respiro.
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