En el taller que levantó en Urubamba, Teresa Grau volvió a escuchar el llamado de la pintura. Diez años después de su última exposición, la artista retoma el pincel para mirar el país desde otra altura. Su muestra Desde arriba, presentada en Galería Índigo, captura la geografía peruana –ríos, andenes, montañas– desde una perspectiva aérea que convierte la tierra en dibujo.
“Siempre he sido una pintora abstracta”, confiesa. “Nunca pensé pintar paisajes, pero la naturaleza me influyó sin quererlo”. En sus lienzos, lo orgánico y lo simbólico se funden entre ríos, minas abiertas y andenes incas. En una de las obras, el reflejo de un lago insinúa el perfil de un ave, una coincidencia que revela el encanto secreto del paisaje. Fiel a su estilo, Grau mantiene una paleta intensa y emotiva, ahora atravesada por la conciencia ambiental y la fascinación ante la belleza natural. “Me asombró mucho. La belleza que no vemos, esa cosa inmensa y tan bella creada por alguien arriba es algo especial. ”“Pintar es una pasión. Voy a pintar hasta el último día de mi vida, es algo maravilloso”, concluye.