Amy Gutiérrez llega con una sonrisa amable, aunque admite estar agotada y lo demuestra con algunos ademanes. “El ritmo ha sido muy intenso”, dice. El estrés la abrazó desde la mañana como castigo por sus pocas horas de sueño. Toca seguir con el día. Su agenda parece no darle tregua, pero aun así conserva el entusiasmo por seguir trabajando. “Si me enfermo, igual tengo que seguir”, comenta entre risas. Se asume supersticiosa por los tatuajes grabados en sus manos: un 11:11 en la derecha y un 777 en la izquierda. Sin embargo, asegura no creer en la suerte sino en el trabajo y esfuerzo.
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